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¿Qué futuro les ve a los diarios impresos?
Muchos van a desaparecer. Pero no todos. Como dice Bill Keller, el director de The New York Times, la mayor parte de la información confiable que circula por internet procede de los grandes periódicos. Y como dice Alan Rusbridger, director de The Guardian, “si los diarios no existieran habría que inventarlos”. Siempre se necesitará quién seleccione lo que es información y lo que no.
¿Cómo nace el proyecto de la maestría en periodismo?
Hace tres años les propuse al rector de la Universidad del Rosario, Hans Peter Knudsen, y al director de Semana, Alejandro Santos, que pusieran en marcha el proyecto. No lo dudaron un segundo.
¿En qué se basaron para diseñar esta maestría?
En el máster en periodismo de la Universidad de Columbia y en el que ofrecen en España el diario El País y la Universidad Autónoma de Madrid. Ambos son de primera línea. La idea es simple: el periodismo es un oficio que se aprende esencialmente con la práctica.
Usted pasa gran parte del tiempo fuera del país, ¿cómo percibe el periodismo que se está haciendo hoy en Colombia?
Hay cosas malas y varias muy buenas. Hay gente que hace buen periodismo y destapa ollas podridas. Además, como dice un amigo español, “si Colombia no existiera habría que inventarla para los periodistas”.
¿No será complicado dirigir la maestría desde Estados Unidos?
No. Yo paso parte del tiempo en Bogotá, donde habrá un director académico excelente: Álvaro Duque.
¿Usted cree que se puede aprender a ser buen periodista?
Por supuesto. Si una persona inteligente, que pone en duda las cosas y que lee a los grandes maestros del oficio, aprende las técnicas del periodismo, puede convertirse en buen periodista.
¿Cuál es la mayor ventaja del periodismo que se hace en España?
Que se escribe muy bien. Cualquier diario de provincia tiene buena redacción. Incluso en Cartas al Director se leen textos fantásticos. Aquí a veces la redacción es patética.
¿De cuáles Iragorri es usted?
De los únicos que hay en Colombia: los de Popayán. Pero nací en Cali y viví siempre en Bogotá.
Con este apellido, ¿ha sido fácil o difícil hacer periodismo?
Ninguna de las dos. Soy un tipo común y corriente, vivo del sueldo y a duras penas les he dado la mano a los familiares lejanos que hacen política y que llevan el mismo apellido.
Como abogado, ¿a quién le hubiese gustado defender?
A Sócrates. Pero dudo que me hubiera contratado: cuando estudié derecho leí muchas biografías y aprendí a jugar billar mientras oía a Alci Acosta.
La entrevista que todavía sueña con hacer.
Nelson Mandela, Paul McCartney y Barack Obama.
¿Con quién le gustaría hacer otro libro como ‘Patadas de ahorcado’, la entrevista con Antonio Caballero?
Hay varios candidatos: César Gaviria, Belisario Betancur, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe. Pero en Colombia los políticos no cuentan tantas verdades como en Estados Unidos o Inglaterra.
¿Todavía sigue los partidos del Deportivo Cali?
Claro. El Cali está jugando bien, es un equipo decente y ha ganado cosas. No es como, por ejemplo, el Atlético de Madrid, que según la escritora Almudena Grandes, “ha hecho del dolor una pasión”.
Tres periodistas que admire en Colombia.
No me ponga a decir eso, no vaya a ser que algunos se enfurezcan. En Colombia algunos periodistas destacados se sienten como vedettes y son unos lagartos. No han entendido que, como dice Savater, “un buen periodista es el que hace notar sin hacerse notar”.
¿Qué tendríamos que aprender del periodismo anglosajón?
El rigor.
Su gran maestro en el periodismo.
Los libros por encima de todo, como las memorias de Ben Bradlee, James Reston e Italo Calvino, y algunos periódicos como The New York Times, The Guardian y El País. Pero he aprendido cosas trabajando con Enrique Santos Castillo, Felipe López, Julio Sánchez y Juan Gossaín.
¿Cuál es el mayor reto que imponen las nuevas tecnologías a los periodistas de hoy?
Saber qué va a pasar en el futuro.
¿Qué es lo mejor de la radio?
La frescura.
¿Qué tan bueno es jugando squash?
Honradamente, creo que no soy muy tronco. Sólo me reconozco dos virtudes: el oído musical y el revés de squash.
¿Qué no le puede faltar a un buen periodista?
La curiosidad, las ganas de contar la verdad. A un buen periodista nada puede parecerle indiferente.