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Cátedra de milicianos

El video difundido por la senadora Gina Parody puso sobre la mesa el tema de la infiltración de las Farc en las universidades públicas. El Espectador revela el testimonio de un estudiante que ratifica esta afirmación.

El Espectador
09 de septiembre de 2008 - 08:03 p. m.

Este martes en la mañana, durante el debate de seguridad que se realizó en el Congreso, la senadora Gina Parody presentó un video de cinco minutos titulado “Así fue la bienvenida de los estudiantes a la Universidad Distrital”, en el que aparecían varios presuntos integrantes del Movimiento Juvenil Bolivariano, fundado por Alfonso Cano, invitando a participar a los estudiantes de primer semestre en actividades subversivas y en la lucha contra los paramilitares. En el video, que fue grabado en uno de los patios de la universidad, se ve a los presuntos guerrilleros vestidos de negro y con  capuchas. En su discurso les rinden homenaje a Iván Ríos, Raúl Reyes y al mandatario Hugo Chávez y critican las políticas del presidente Álvaro Uribe.

Entre las cosas que dicen los presuntos milicianos se destacan frases como “Ustedes, como nuevos miembros de la comunidad, están invitados para asumir la transformación de esta universidad y de este país. Es por eso, compañeros, que reiteramos un mensaje de justicia de equidad para construir una nueva Colombia, una patria grande del socialismo. ¡Con Bolívar, con Manuel con el pueblo al poder! ¡Movimiento Juvenil Bolivariano! ¡Presente! ¡Presente!”.

Monólogo de una víctima

“La primera llamada que me hicieron las Farc para que fuera a trabajar con ellos fue un viernes por la tarde. Estaba saliendo de un laboratorio de química orgánica III. Estaba en sexto semestre de Química de alimentos y ya había visto una materia llamada Fitoquímica, donde aprendes los procesos básicos de destilación y decantación, para hacer drogas como cocaína y heroína. Cuando contesté una voz gruesa me dijo: ‘Buenas, ¿hablo con Rodrigo?’. Yo le respondí que sí. ‘Yo hago parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Por los contactos que tenemos en la Universidad Distrital, nosotros sabemos que usted ya aprendió lo necesario para trabajar con drogas’.

Entonces yo le decía que él por qué sabía eso, que no me interesaba y colgué. Al instante volvió a llamar. ‘Hermano no se ponga grosero que todavía no nos hemos metido con usted. Estamos contratando a estudiantes que sepan fabricar drogas para que trabajen con nosotros’, y me explicó que ellos hacían reuniones para contarles a los estudiantes en qué consistía su trabajo y cuánto les pagaban por eso. Le volví a colgar.

Un mes después recibí una llamada de la misma persona. Esta vez, al teléfono de mi casa. ‘Quiubo hermano, qué ha pensado’, me dijo. ‘No hermano, definitivamente no me interesa’. ‘Usted verá lo que hace, pero le advierto que ya tenemos todos sus datos. Si no quiere ir a las reuniones nosotros le enviamos la información a su correo’. Esa vez él me colgó.


Durante un mes estuve viviendo donde mis amigos, tenía miedo. Comenzaron a llegarme correos electrónicos en los que le prometen a uno el cielo y la tierra. Pagan más o menos de ocho a diez millones de pesos por tonelada producida y eso se puede sacar en una semana. Cuatro semanas después, otra vez llegó la llamada. ‘¿Qué pasó hermano? Nos tiene mamado buscándolo por todas partes’. Yo sólo le decía: ‘No, no, no, no me interesa, no me interesa’. ‘¡Ah!, este hp…’, dijo y colgó. Eso fue a mediados del 2006.

Cuando se iba a acabar ese año recibí la llamada de una mujer, una persona muy decente que me dijo: ‘Hola Rodrigo, habla con Andrea, de las Farc. Ya sabemos que lo han buscado y usted no ha accedido. Yo le ofrezco un mejor pago’. Antes de colgarme dijo que aceptara, que eso era lo más conveniente para mí y para mi familia. Eso me puso histérico, que mencionara a mi mamá y a mis hermanos. Le grité que los dejara en paz, que no se metiera con ellos. La mujer ya había colgado.

Durante unos meses las cosas estuvieron tranquilas. Hasta finales del año pasado, cuando llegó otra maldita llamada, esta vez de las Autodefensas. ‘Le hablamos de las Auc. Somos los dueños del negocio de la droga en esta ciudad y queremos que  trabaje con nosotros’. Además me dijo todo sobre mi vida, cuáles clases estaba viendo, dónde vivía, donde vivía mi mamá. Ellos tienen acceso a las bases de datos de la universidad, saben quién tiene los mejores promedios, quién les puede servir en su negocio. Yo no podía creer que estuviera metido en eso. Le dije a mi mamá que buscara otra parte para vivir. No me volvieron a llamar.

Yo siempre dije que no me interesaba, pero dos amigos míos sí aceptaron. Uno de ellos está en la guerrilla. Dijo en la casa que se había ganado una beca y que iba a salir del país. Hace poco hablamos, me dijo que todo andaba muy bien, que al principio ‘era un comedero de mierda el berraco’, pero que luego se veía la plata. Que en dos semanas podía ganarse hasta $30 millones. Mi otro compañero se fue para las Auc. A él no le ha ido bien, no se ve la plata y los tratan muy mal. Pero le toca quedarse porque si se va o lo matan a él o a su familia o a todos”.

Por El Espectador

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