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‘El Loco’ Barrera, ¿preso en Acacías?

La historia de Daniel Barrera, el ‘narco’ más buscado del país, es paradójica: todos saben que delinque, pero no tiene órdenes de captura.

María del Rosario Arrázola / Especial para El Espectador
14 de agosto de 2008 - 03:10 a. m.

Hace pocos días las autoridades detuvieron a un sujeto identificado como Juan Barrera Fonseca, del que sospechosamente no aparece su tarjeta decadactilar en la Registraduría y quien tiene un sorprendente parecido físico con uno de los narcotraficantes más buscados del país: Daniel Barrera, alias El Loco, un hombre que erigió un imperio del crimen en los Llanos Orientales y Guaviare. Precisamente ayer se efectuó en Acacías (Meta) la audiencia de individualización de pena y crece el rumor de que, en efecto, Juan Barrera Fonseca es el mismo Daniel Barrera. De hecho, tres testigos le han dicho eso a la Fiscalía. Y las autoridades saben que ése es uno más de los tantos alias que usa.

Sin embargo, para el fiscal de la Unidad Antinarcóticos que lleva el caso aún no hay nada confirmado. Aún así, la noticia de la posible captura de Barrera alertó a los organismos de seguridad, que han venido haciéndole seguimiento desde los tiempos del fracasado proceso de paz con las Farc en el Caguán. De hecho, cuando el presidente Pastrana decretó el despeje militar en cinco municipios del sur del país, uno de los pocos personajes que tenía libre acceso a la llamada zona de distensión era Daniel Barrera, más conocido como El Loco. Era el propio jefe del Secretariado Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, quien daba la autorización para su ingreso y era recibido, entre otros, por Tomás Molina Caracas, el Negro Acacio, muerto en un combate con el Ejército el año pasado.

El Loco era huésped frecuente en el Caguán, donde sostenía largas conversaciones con Acacio y John 40, segundo jefe del frente 43 de las Farc. Para las autoridades no era precisamente un secreto de qué hablaban: la compra y venta de droga. El negocio que El Loco tenía con el frente 43 no era nuevo y cada vez les dejaba más ganancias. Daniel Barrera le compraba al Negro Acacio y a John 40 toda la coca que se producía en las áreas en donde tenían presencia. A su vez, Barrera se las vendía a los narcotraficantes del Valle, de los Llanos y de la Costa Atlántica que se camuflaban bajo el paraguas de las autodefensas.

En la zona desmilitarizada era muy conocido, pero también lo era en Guaviare, los Llanos Orientales y Meta. Allá llegó a finales de la década de los ochenta, con 20 años de edad. Su hermano Ómar Barrera lo convenció de que abandonara Bogotá y se mudara para Guaviare. El argumento no podía ser mejor: había plata fácil. Y empezó desde abajo en la escala del


narcotráfico: su primer oficio fue mezclar los químicos con que se prepara la coca, empacarla y montarla en carros, lanchas y aviones para ser vendida. “Era el cocinero de los laboratorios en las selvas del Guaviare”, señaló una de las fuentes de inteligencia consultadas por El Espectador.

A los pocos meses de estar en San José del Guaviare, su hermano fue asesinado y él juró cobrar venganza. Dio muerte a los hombres que mataron a su hermano y desde entonces El Loco cogió fama de ser ‘un patrón’. Por eso mismo, tal vez, no tuvo ningún inconveniente en sentarse a hablar de negocios con el Negro Acacio y con John 40, ni con el Mono Jojoy, ni con Rasguño, ni con los jefes paramilitares Miguel Arroyave, o Ramiro Cuco Vanoy, este último extraditado a los Estados Unidos el pasado 13 de mayo.

En 1990 ya se empezaba a mencionar su nombre, pero era muy poca la información que se tenía sobre él. El país estaba imbuido entonces por la guerra narcoterrorista que desató Pablo Escobar Gaviria y el cartel de Medellín, y seguidamente el cartel de Cali, comandado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. En una operación contra otros narcotraficantes de más quilates, Daniel Barrera fue detenido en la cárcel de San José del Guaviare. Pero más se demoraron en ponerle las esposas que él en escaparse. Pidió refugio a sus “socios” y estuvo escondido cerca de Puerto Gaitán, en Meta, bajo la sombra del Negro Acacio.

Desde ese momento, la relación de las Farc con Barrera fue muy estrecha. Y aún se mantiene. Por aquellos años 90 empezaron a salir a luz pública unos nombres, con sus respectivos alias, que dominaban el nuevo espectro del narcotráfico, tras la muerte del capo de capos, Pablo Escobar, y la captura de los hermanos Rodríguez Orejuela, en 1995. Se hablaba entonces de Miguel Ángel y Víctor Mejía Múnera, Los Mellizos, de Miguel Arroyave de Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, entre otros.

El Loco Barrera no tuvo ningún reparo en acercarse a los nuevos jefes de la mafia criolla y ofrecerles sus servicios. Pronto llegó a acuerdos con ellos sobre cómo sacar la droga, a través de qué rutas y los porcentajes de ganancias de los negocios. Esta alianza fue la primera puntada para que ejércitos privados se tomaran vastas extensiones en los Llanos Orientales, Cundinamarca y Guaviare. La droga circulaba por estas zonas con relativa facilidad, así como Daniel Barrera, quien iba y venía a su antojo y escoltado por un escuadrón de no menos de 100 hombres de su confianza.

Actualmente, los organismos de inteligencia tienen información de que El Loco se mueve custodiado por unos mil hombres que siguen las órdenes de Pedro Oliverio Guerrero, alias Cuchillo, un ex jefe paramilitar que dirigió el grupo Héroes de Vichada y a quien se señala como el asesino de Miguel Arroyave, crimen perpetrado en 2004. Para los oficiales, este enorme despliegue de seguridad significa que Barrera pasó de ser un empleado más de los carteles, a ser el nuevo jefe: “Yo no sólo es el tipo que compra y vende droga”, dijo una de las fuentes.

Dicen las autoridades que su principal socio comercial sigue siendo el frente 43 de las Farc, al mando de John 40. Dentro del dossier que ya tienen las autoridades, se sabe que Barrera se desplaza con frecuencia entre Villavicencio y Bogotá, y que, por lo general, lo hace a bordo de una camioneta Toyota blindada. Los investigadores conocen que, una vez en la capital, visita un par de locales comerciales de su propiedad. Sin embargo, las múltiples cirugías que se ha practicado para cambiar


su apariencia física, han dificultado su seguimiento. Hace pocos meses se sometió a varias operaciones estéticas que le redujeron los pómulos y le cambiaron la forma de su nariz.

Su paso por el quirófano incluyó también una liposucción y su aspecto, han dicho algunos informantes, es casi irreconocible. Según se dice, perdió más de 30 kilos. Como si fuera poco, no existe su tarjeta decadactilar en la Registraduría y tiene en su poder varias cédulas a nombre de Daniel, Arnoldo, Luis Orlando y Juan Barrera. En algunas aparece que nació en 1968, en otra en 1967 y en otra más en 1966. Su notoriedad como capo hizo que el propio presidente Álvaro Uribe Vélez, en un consejo de seguridad en Villavicencio, en 2006, asegurara que sentía vergüenza de que sujetos como El Loco Barrera, “que estén delinquiendo” y que continúen como si nada y sin requerimientos de la justicia.

Desde entonces las autoridades enfilaron baterías para descubrirlo. Se enteraron, por ejemplo, de que nació el 6 de noviembre de 1968, que su cédula verdadera fue expedida en San José del Guaviare, que increíblemente revisada la base de datos de la Policía Nacional no tiene antecedentes penales ni órdenes de captura. Algo curioso, si se tiene en cuenta que fue detenido en 1990. Pero no es todo. Pero hay más. Se sabe que estuvo, junto con Los Mellizos, detrás del plan de exterminio de fiscales y operadores de justicia de la Costa, ejecutado en septiembre del año pasado.

Las autoridades, efectivamente, lo tienen en la mira y ya saben de sus estrechos vínculos con las Farc y otros capos de las autodefensas. Saben también que cuando está en Guaviare, Caquetá y Guainía se refugia en los campamentos guerrilleros de los frentes 14, 17, 10 y 6; que su principal socio es John 40, que el primer negocio que logró entre ‘paras’ y ‘narcos’ con guerrilleros fue a través de Miguel Ángel y de Víctor Mejía Múnera, Los Mellizos, y que luego Rasguño se animó y le estaba girando al Negro Acacio una suma considerable en dólares. Lo mismo ocurrió con el extinto paramilitar Miguel Arroyave.

Las autoridades no dudan en señalarlo como el nuevo capo que ha logrado reclutar a ex paramilitares. Asimismo, sostienen que gran parte del fortalecimiento económico de las Farc se debe a este hombre, pese a los constantes golpes militares que ha venido propinándoles el Ejército. Las autoridades lo definen como un tipo escurridizo, pero advierten que más temprano que tarde estará también tras las rejas. Ése parece ser el destino de los capos del narcotráfico en Colombia: la muerte o la cárcel.

Al cierre de esta edición aún no había nada confirmado sobre la verdadera identidad del sujeto que se identificó como Juan Barrera Fonseca y que está procesado por un fiscal antinarcóticos y quien, curiosamente como El Loco, no registra tarjeta decadactilar y tiene varias identidades.

El ‘narco’ de las cédulas

Luego de hacer un rastreo detallado, las autoridades tienen conocimiento de que Barrera posee por lo menos tres cédulas falsas. En una de ellas figura como Arnoldo Barrera, natural de Bogotá y cuyo número de identificación es  79.947.575. En otra aparece como Luis Orlando Romero Bahamón, oriundo de Ibagué y su número es 93.366.869. Consultados los antecedentes en la Fiscalía sobre estos nombres, no figura ni un solo requerimiento judicial.

Su paso por el quirófano incluyó también una liposucción y su aspecto, han dicho algunos informantes, es casi irreconocible. Según se dice, perdió más de 30 kilos.

Por María del Rosario Arrázola / Especial para El Espectador

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