El Magazín Cultural
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¿Qué orgulloso me siento de “ser” colombiano?

La importante y sostenida labor del Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana, nos ofrece un nuevo fruto interdisciplinario de reflexión sobre nuestro presente.

El Espectador
15 de enero de 2009 - 11:00 p. m.

Un presente que, guiado principalmente por Foucault, obliga a buscar las raíces semi-invisibles de lo que somos ahora. Al leer los diez ensayos que componen esta sobresaliente obra, no dejé de preguntarme por la frase que representa al canal Señal Colombia: “todo lo que somos”, puesto que el propósito del libro es precisamente el de deconstruir lo que supuestamente somos o decimos ser.

Debe decirse, no obstante, que el libro devela velocidades disímiles en sus autores. Es notable, sobre todo, el trabajo que vienen adelantando en los últimos años sus editores -que dicho sea de paso, también participan con artículos- Castro-Gómez y Restrepo. En el caso del primero, luego de dedicarse al estudio de los discursos filosóficos emergentes a finales de la época colonial, ahora nos muestra sus inquietudes sobre el período conocido como la Regeneración. En el caso del segundo, hace tiempo ya que la “antropología” dio paso a los estudios culturales, donde la “negritud” es deconstruida a la luz de Michel Foucault. La pregunta inacabable sobre nuestras modernidades/(neo)colonialidades es el telón de fondo de sus investigaciones.

En una primera mirada, los ensayos seleccionados podrán parecer algo opuestos entre sí, pero a medida que se avanza en la lectura se comprende el hilo conductor. En estos tiempos de Bicentenario conviene, por ejemplo, mirar de nuevo cómo se celebró el centenario de la Independencia. Es lo que hace Castro-Gómez en su texto sobre la exposición de 1910. Son reveladoras sus conclusiones.

Como lo reconocen los autores de Genealogías de la colombianidad, hay mucho más por investigar alrededor de lo que “decimos ser”. Apenas estamos iniciando nuestra propia genealogía. Vale la pena leer también la colección sobre pensamiento colombiano que edita el Instituto Pensar, de la cual se acerca su tercer volumen.

Cuentos Pulga

Ante el panorama del libro ilustrado en español, Cuentos Pulga de Riki Blanco galardonado con el Segundo Premio Nacional 2007 es otra muestra de cómo se pueden hecer obras con calidad, inteligencia y sensibilidad. Es una obra que hechiza, nos saca de la realidad y nos lleva por un mundo circense: cuchillos afilados, hombres bala, trapecistas, pulgas amaestradas, domadores y payasos.


Un agradable, divertido e inexplicable texto que juega con las formas, las imágenes, los claroscuros y las palabras, que obliga a segundas lecturas. Un libro sutil para niños de 0 a 100 años.

El desorden moral… un álbum de relatos

Margaret Atwood llama la atención en la literatura por la voluntad de enfrentarse a la página en blanco sin ideas preconcebidas; de considerar a cada obra como una propuesta irrepetible, y su deseo por descubrir el mundo en el desmigajar de historias y poemas.  Después de haber incursionado en la poesía y la novela, con temáticas intimistas, feminista y con la recreación de mitos bíblicos, presenta Desorden moral, una original recopilación de relatos.

Como Alice Munro en El amor de una mujer generosa, Atwood propone en Desorden moral una serie de relatos unidos entre si por la recurrencia de personajes y, ocasionalmente, tramas y circunstancias, sin conformar por ello una novela. Aunque en ellos se da cuenta de distintos momentos de la vida de las narradoras, los relatos no configuran una cronología de acontecimientos sino de la memoria, pues giran en torno a algún hecho o personaje susceptibles de ser recordados.

El volumen se inicia con “Malas noticias”, un relato en primera persona de una mujer mayor llamada Nell, cuya vida cotidiana, alterada por la noticia del asesinato de un líder, transcurre junto a su marido, con el que compone un “nosotros” que celebra algo tan simple y extraordinario como el continuar vivos.

Más que intimistas, las narraciones que componen Desorden moral son historias sobre la vida cotidiana y sobre cómo esa vida cambia a través de los años, algo parecido a contemplar un álbum de fotos para ver los cambios que esos seres retratados ‘sufren’ de principio a fin.   Estamos ante una brillante pieza narrativa, de perfecta estructura y delicado equilibrio, todo gracias a la maestría de Margaret Atwood…una vez más.

Por El Espectador

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