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“En Guantánamo los días son siglos”

Lahcen Ikassrien, capturado en Afganistán y enviado a la prisión ubicada en Cuba, le relató a Caracol Radio sus días en las celdas estadounidenses.

El Espectador
29 de enero de 2009 - 11:00 p. m.

“Cuando la semana pasada vi en Madrid la primera página del diario El País, sentí rabia. ‘Obama sentencia a Guantánamo’, decía, con una foto del Presidente hablando por teléfono en la Oficina Oval. Es una gran mentira. Obama es más falso que Bush.

Para él es fácil decir que va a cerrar la prisión de Guantánamo dentro de un año. Necesita ese tiempo para encontrar otro lugar donde esconder su tortura.

Obama nunca ha estado preso ahí. Él no sabe qué es iniciar el día desnudo, encadenado dentro de un cajón maloliente y amenazado constantemente con perros que quieren devorarte por completo.

Él no ha sido una víctima de la guerra contra el terrorismo como lo he sido yo.

Llegué a Afganistán en el año 2000. Quería vivir como cualquier musulmán y encontré en la ciudad de Kunduz un buen lugar para hacerlo. Compré un taxi y, más adelante, una carnicería.

La vida fue fácil hasta que Estados Unidos nos invadió. Y con ellos llegaron los mercenarios.

La vida se hizo tan dura que todo el pueblo escapó. Huimos en camiones cuando unos hombres nos atraparon y nos vendieron a los norteamericanos. Bush ofrecía dinero a cambio de personas para llevárselas a sus prisiones.

Comencé a vivir el terror en la cárcel de Qila-i-Jhangi, en Kandahar. Allí me metieron las manos en el ano para comprobar que no llevara explosivos y me echaron baldados de excremento humano. Era algo insoportable. Pero un día decidimos rebelarnos. Nos respondieron con un bombardeo.

Fui de los pocos que sobrevivió. Mataron a casi 500 personas, un poco más; nos rociaron con diésel y gasolina, y prendieron fuego. Estuve en una fosa junto a los demás heridos y los cadáveres, y a todos nos echaron excrementos. Dijeron que las nuestras eran heridas de guerra.


Después llegué al infierno: Guantánamo. Un día en esa prisión es como un siglo. Cuentas los segundos, minutos y horas entre una tortura y otra. Y siempre estás en una celda.

La primera en la que te meten es la del hambre. Duermes en el suelo desnudo y no hay inodoro. Los soldados entran, te torturan y te hacen cosas terribles.

Después pasé a los Campos 5 y 6, lugares construidos para la tortura y el sufrimiento. Me amenazaron constantemente con perros salvajes, me inyectaron ‘medicinas’, me dieron píldoras, me sacaron cuatro dientes sin ningún tipo de inyección ni medicina.

Cualquier tipo de tortura que pueda imaginarse está en Guantánamo. Es un campo de entrenamiento para los norteamericanos que van a Irak y Afganistán.

A todos los presos los tratan como animales, yo tenía una pulsera que decía ‘Animal 64’. Un día le dije a un soldado, en broma: ‘Cuando una persona tiene un perro en la casa lo tratan mejor que a nosotros’. Él se rió y me dijo que no éramos animales, sino algo inferior.

Y mientras estaba encerrado en ese infierno, en España era el principal sospechoso de los atentados al sistema ferroviario de Madrid en 2004. Por eso un día me sacaron de la celda, me montaron a un avión y no dejaron de apuntarme en la cabeza hasta que aterrizamos en Barajas.

La justicia española me liberó en 2006. Ahora vivo en Madrid, pero estoy en un Guantánamo más grande: no tengo trabajo y debo rebuscarme para vivir.

Por eso creo que Obama miente. Si de verdad quisiera cambiar su política antimusulmán, abriría las puertas de su prisión a la prensa para explicar qué hemos vivido durante siete años y juzgaría al asesino Bush por todo el terror que ha cometido junto con sus aliados. Es algo que no puede olvidar el mundo musulmán”.

Relato basado en la entrevista realizada este jueves a Lahcen Ikassrien por Caracol Radio. Con información adicional del diario ‘El País’. Escuche el testimonio completo en: http://www.caracol.com.co/oir.aspx?id=754987

Por El Espectador

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