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Cuando la sangre llama

Hernán Darío y Gabriel Jaime Gómez vuelven a estar juntos para comandar a Santa Fe. Ambos ya trabajaron en las selecciones absolutas de Ecuador y Guatemala.

Fabián M. Rozo C.
07 de febrero de 2009 - 10:00 p. m.

“Nosotros nos queremos y mucho, pero nunca nos abrazamos”. No hubo necesidad de más palabras para que la sesión fotográfica a la que estaban próximos a someterse, tuviera un cambio tan radical como el carácter que los identifica a ambos.

El lente igual consigue agrupar a Hernán Darío y a Gabriel Jaime Gómez, los hermanos que vuelven a estar juntos y quienes tendrán a su cargo la dirección técnica de Independiente Santa Fe en 2009.

El cielo despejado sirve de fondo y mientras Barrabás intenta lograr sin éxito que asome una sonrisa en su rostro, Bolillo, más descomplicado de lo normal, confiesa que “nunca hemos tenido distancias, siempre hemos sido muy unidos en la casa, aunque lógicamente por estar en el fútbol, con Barra tenemos más tema”.

De hecho lo tuvieron desde niños, así Hernán le llevara cuatro años de edad, porque Gabriel “siempre fue peleador en la casa y ni hablar en la cancha; estaba muy pelao y quería jugar todos los partidos”. Por eso el menor de los varones Gómez sí que hacía honor a su apodo… “En esa época tendría ocho años, hacían picaditos, no me dejaban jugar, pero yo era jodido y me les metía a la brava”.

Pero cuando no lo conseguía, buscaba la revancha a su manera y por eso recuerda con la picardía de entonces que “una vez me quedé en la portería de atrás, se les fue el balón y se los exploté con un cuchillo”. Esa sería apenas una de las tantas pilatunas, ya que en otra ocasión “el portero usaba gafas y como las dejaba ahí debajo, yo se las quebré”.

Gabriel le daba mucho trabajo a papá Hernán y mamá María Teresa, quienes conformaron la familia con igual número de hombres y mujeres como lo relata Bolillo: “En la casa somos tres y tres. El mayor es Juan Fernando, economista; después sigo yo, luego Adriana que se graduó en  pre-escolar y siguen Barrabás, María Adelaida que vive en Estados Unidos, donde estudió Publicidad y fotografía y la menor que es Ana Cristina, otra publicista”.

A los dos mayores, Barrabás no les perdía pisada, tanto que “dormíamos en la misma cama e incluso después compré un catrecito para dormir con ellos. Era más pequeño, pero muy metido y ellos me tenían que aceptar y llevar a jugar, o si no los sapeaba”.

Bolillo, aparte de reconocerlo, asegura que “nuestra niñez fue muy simple, porque como mi papá era tan alcahueta, giró en torno a la pelota”. Y cómo no, si “Juan Fernando jugó fútbol aficionado en Medellín, era central, pero se dedicó más al estudio y le ha ido muy bien”, mientras Barra era recogebolas y no salía del estadio los sábados y domingos, era más afiebrado al fútbol que yo”.


Pero así como el jefe de hogar que falleció en noviembre del 99, les impulsaba su pasión, de igual forma Gabriel lo recuerda como alguien “muy bravo, estricto y exigente en todo, en el estudio y hasta en el deporte”. De ahí que le pegara en más de una oportunidad “porque era necio, en cambio Hernán era más tranquilo” y no soportó duros castigos, como cuando “un día me bañó con agua helada y me puso en calzoncillos en un balcón y dejó a mi hermana a que me vigilara para que no me fuera a bajar casi empeloto”.

Un clásico paisa dividió corazones

Y la pelota, esa que los unió en su momento, los enfrentó cuando ambos ya eran profesionales a finales de los 70 y “disputamos un clásico. A Barra lo dirigía Zubeldía en Nacional y yo jugaba con el Medellín de Néstor Togneri”. Luego compartirían el vestuario verde del Atanasio hasta 1985, cuando Gabriel se fue a Millonarios.

En ese entonces Bogotá los distanció de nuevo y ahora los reúne para vestirse de rojo y blanco y así Barrabás regrese más de dos décadas después, Bolillo que ya completó un semestre en la capital, admite que su hermano “es medio bogotano en ese sentido, se desenvuelve bien, le gusta la ciudad y es más abierto a la capital que yo”.

“A Hernán sólo le gusta la cuadra de su finca allá en Rionegro”, riposta Gabriel, al que Bolillo define como “una persona que de entrada es difícil entenderlo por ser tan introvertido, pero es tranquilo, simple, noble y muy humilde”. Algunos de esos valores también los ve Barra en quien lleva su misma sangre y que además es “humano, caritativo, amplio en todas sus cosas y se hace querer muy fácil porque trata de ayudar a todo el mundo”.

No obstante, siempre le ha reprochado ser tan “malgeniado, acelerado y muy primario para reaccionar”, aunque los papeles se invierten cuando Gabriel está al volante en las calles capitalinas porque “el tráfico es terrible, acá es al que primero se atraviese y eso no debe ser así”.

Pero las ilusiones de los dos no tienen pico y placa en los banquillos, porque ya las tuvieron primero en el Mundial de Francia 98 con Colombia, después con la selección ecuatoriana y hace poco en Guatemala. “Nos entendemos muy bien porque compartimos el mismo pensamiento, gustamos de la disciplina y la exigencia, somos como uno solo y queremos hacer historia en Santa Fe”, advierte Barrabás.

YBolillo que ya sabe de “la ansiedad de la gente por salir campeón”, sólo promete “un equipo del que la hinchada se sienta orgullosa y haga lo mejor para estar en los primeros lugares y busque el título”. De pronto es una vuelta olímpica lo que necesitan los hermanos Gómez para fundirse de una vez por todas en un abrazo.

Por Fabián M. Rozo C.

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