México se desangra

En sólo 51 días el crimen organizado mató a mil personas. El promedio es aterrador:  recuentos periodísticos señalan que hay 19 homicidios diarios en el país azteca.

Santiago Villa Chiappe / Especial para El Espectador
22 de febrero de 2009 - 06:42 p. m.

Las primeras dos horas de la batalla librada en Reynosa por las fuerzas de seguridad estatales contra los sicarios del narcotráfico sucedieron al frente de la escuela primaria Felipe Carrillo Puerto. El enfrentamiento se inició a las 10 de la mañana el pasado martes, cuando elementos del ejército y la policía federal intentaron detener un convoy de camionetas sospechoso. Sus ocupantes dispararon con rifles automáticos de alto calibre y explosivos, y los agentes respondieron el fuego. El combate podía observarse desde las ventanas del plantel educativo.

“Los niños entraron en crisis de nervios, situación por la que de inmediato decidimos decirles a los alumnos que todo era un simulacro de emergencia nacional y teníamos que cooperar”, le dijo un maestro de la escuela al diario ‘El Universal’.

Escenas como éstas se repiten casi a diario en México,  especialmente en el norte del país, una zona que se ha visto castigada por el recrudecimiento del crimen y la inseguridad, consecuencia de la guerra que el gobierno de Felipe Calderón está librando contra el narcotráfico y la lucha interna entre las mafias.

La extradición de varios cabecillas de los carteles de los Zetas, de Sinaloa, del Golfo y de Tijuana durante los últimos dos años dejó vacíos en las estructuras mafiosas que los mandos medios han decidido tomar a sangre y fuego. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, entre diciembre de 2006 y finales de 2008 se produjeron 10.500 muertes violentas relacionadas con el narcotráfico.

La situación es tan grave, que el gobierno estadounidense lanzó ayer una nueva alerta de seguridad. Lo hizo luego de la renuncia de Roberto Orduña Cruz, jefe de la policía de Ciudad Juárez, quien se vio obligado a irse por las amenazas de los carteles. “Si el jefe de la policía de Ciudad Juárez no renuncia a su cargo, mataremos a un agente cada 48 horas”. Dos días después aparecieron los primeros muertos.

En esta ciudad, fronteriza con Estados Unidos, la muerte de policías es casi una rutina diaria y la violencia hace parte del diario vivir. La razón es una: es aquí por donde ingresa el 90% de la cocaína a este país. Por ello el vecino del norte ha asumido la lucha contra el narcotráfico en México como un asunto de seguridad nacional. En junio de 2007, el gobierno de George W. Bush logró la aprobación de la Iniciativa Mérida (o Plan México) que proporciona 1,6 billones de dólares en asistencia militar y equipo.

La semana pasada el Wall Street Journal citó una declaración dada por un alto oficial del gobierno norteamericano en la que interpreta el incremento en la violencia como una señal del éxito en la lucha contra los carteles: “Si el esfuerzo contra las drogas estuviera fracasando no habría violencia. La hay porque son estos sujetos quienes están fracasando. Los estamos eliminando”.

Sin embargo, el politólogo Juan Carlos Garzón afirma en su libro Mafia & Co.: la red criminal en México, Brasil y Colombia, que no existe una relación directa entre la escalada de violencia y el éxito de la estrategia contra las drogas. Sí la hay, en cambio, durante períodos de expansión y reacomodo de los carteles. Buena parte de la violencia que se está produciendo provendría de la competencia entre las mafias por el control de territorios y las rutas de tráfico.


Se extiende la violencia

La manera como se ha producido esta alianza entre el gobierno estadounidense y el mexicano, y el uso del ejército en la guerra contra los carteles, ha llevado a que algunos afirmen que en México se está produciendo una “colombianización” de la lucha contra el narcotráfico. La relación es todavía más estrecha, pues parte de la raíz de la narcoviolencia en México se halla en Colombia.

Según Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y Democracia, “no es ajena la situación de México al hecho de que en Colombia se desvertebraron los grandes carteles y surgieran decenas de pequeños carteles que los reemplazaron y que tuvieron menor capacidad de negociación con los carteles mexicanos. Esto ha generado una disputa muy cruenta entre carteles mexicanos por la repartición del negocio”.

La violencia que desata la lucha por las rutas del narcotráfico se extiende hasta el puerto de El Callao, en Perú, donde en las últimas semanas se han producido enfrentamientos entre narcos colombianos y mexicanos.

Las ciudades militarizadas

Para tratar de bajar los niveles de violencia, el gobierno mexicano encargó al ejército la seguridad de sus ciudades fronterizas. Las principales están militarizadas e incluso han debido escoltar sepelios. El de las 11 personas asesinadas el 14 de febrero en Tabasco, por ejemplo, estuvo acompañado por un pelotón de la 30 zona militar y agentes de la Secretaría de Seguridad Pública del distrito.

Se temía que se repitiera un episodio similar al del viernes en Durango, cuando un grupo de sicarios en siete camionetas llegaron a una velación y arremetieron contra los deudos con ráfagas de rifle de asalto y una granada de fragmentación. Esta presencia militar en las ciudades cuenta con un 88% de aprobación en el país, según una encuesta realizada por el diario El Universal.

A esta situación se suman delicadas zonas grises donde las protestas civiles se mezclan con la influencia del narcotráfico. El pasado martes, 8 ciudades de la frontera fueron paralizadas por personas, en su mayoría mujeres y niños, que protestaban contra la presencia del ejército en las ciudades. Según el gobierno, la mafia le pagó 70 dólares a cada participante de la marcha.

El domingo se superó la barrera de las mil ejecuciones. Según recuentos periodísticos, 19 homicidios se producen a diario. Con este panorama, Felipe Calderón endureció su discurso: “Fieles a su condición de cobardes (los narcotraficantes) utilizan a mujeres y niños para sus mezquinos propósitos. Actúan a traición”.

La ley del ‘narco’

Se producen escenas dantescas a diario en México. El lunes tres reos fueron incinerados por un comando de pistoleros que ingresó a una cárcel en Torreón; la semana pasada la Policía capturó a un sicario que confesó haber disuelto a más de 300 cuerpos humanos en ácido, y se hallaron siete “narcofosas” en la sierra de Arteaga, de las que se han exhumado, hasta ahora, 16 cadáveres.

En México se les llama “levantamiento” a los secuestros que terminan en torturas y asesinatos. La mayoría son decapitados. No se saben con exactitud las cifras de los “levantados”.

Por Santiago Villa Chiappe / Especial para El Espectador

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