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Alerta ante actividad volcánica

Hay tres que se han reactivado: el Galeras, el Nevado del Huila y el Cerro Machín. Hay 15 más activos, de los cuales 12 son vigilados constantemente.

Santiago La Rotta
01 de abril de 2009 - 09:14 p. m.

“Los volcanes son necesarios, están para hacer erupciones. Gracias a ellos se crean montañas que nos dan cordilleras, páramos que nos proveen de agua”, dice, con palabras sencillas, llenas de afecto por aquellos temibles fenómenos geológicos, Martha Calvache, subdirectora de amenaza geológica de Ingeominas y una de las personas que más sabe sobre volcanes en todo el país.

Calvache y su equipo, integrado por personal de los tres observatorios vulcanológicos del país (Pasto, Manizales y Popayán), vigilan  la respiración de los gigantes que duermen desde hace miles de años y también la de aquellas montañas de fuego que súbitamente emiten un ronquido, un leve cambio en su sueño letárgico para darle, violentamente, forma a la geografía del planeta. En total, Ingeominas supervisa las condiciones de 12 volcanes en el país (ver mapa). Sin embargo, en Colombia existen entre 15 y 17 montañas que han pasado de activas a inactivas con el curso de los años.

De estos, tres se han reactivado recientemente: el Galeras, que casi le cuesta la vida a  Calvache en 1993, el volcán Nevado del Huila y el Machín, un cerro enigmático del cual no se tiene casi información. La explicación de esta repentina y simultánea reactivación no es más que una coincidencia geológica, un evento fortuito, asegura Calvache.

Las gargantas de fuego

Una erupción comienza varios kilómetros por debajo de la superficie del planeta, donde la temperatura de la Tierra es de varios miles de grados centígrados. Allí  se cuece el magma que luego subirá lentamente hasta llegar al cuello de la montaña para regarse con una violencia desbordante, casi fascinante, por toda la superficie, llevándose por delante cualquier cosa que se le atraviese.

Kym Robertson, profesor de geografía de la Universidad Nacional, explica que el material de nuestros volcanes viene de la interacción entre Sur América y la corteza oceánica, lo que llamamos la placa de Nazca. Cada año la placa cede cinco centímetros y se hunde por debajo de Sur América. A medida que se entierra más y más se calienta y se funde; esto sucede a 150 kilómetros de profundidad, aproximadamente, asegura Robertson, y agrega que lo que es ahora magma, comienza a ascender, bajo enormes presiones, buscando una vía de escape y es cuando se produce la erupción.

Sin duda, los volcanes a los que más le temen los expertos como Robertson y Calvache, son aquellos que tienen un casquete de hielo que los recubre debido a que cualquier erupción, por pequeña que sea, puede desencadenar una avalancha de catastróficas proporciones, como aquella que borró del mapa a Armero el 13 de noviembre de 1985. El único de estos monstruos de fuego y hielo que se ha reactivado últimamente es el volcán Nevado del Huila. Es por esta razón que las autoridades mantienen vigilada la montaña.

Además de los 12 volcanes que vigila Ingeominas, también se encuentran activos el Chiles, Ánimas y Cerro Negro. “Es muy difícil decir cuántos inactivos hay. Buena parte de la cordillera occidental es volcánica, son muchos cerros como para precisar cuáles están durmiendo”, advierte Calvache. Robertson añade que si sabemos escuchar, los volcanes nos avisan cuándo se han despertado. Entonces, sólo restar oír atentamente el momento en que la Tierra se pronuncie a través de estos cerros, cuyo nombre es una herencia del dios griego del fuego, Vulcano.

Por Santiago La Rotta

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