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Adolescentes usan Viagra para iniciar su vida sexual

El miedo a fracasar en su primera relación y el deseo por probar nuevas sensaciones disparó el consumo de este fármaco.

Mariana Suárez Rueda
01 de abril de 2009 - 09:31 p. m.

A Juan Pablo le sudaban las manos mientras sostenía la pequeña pastilla azul. Estaba seguro de que debía tomarla si no quería desilusionar a su novia, tres años mayor que él, y quedar en ridículo frente a sus amigos. Era la primera vez que iba a tener relaciones sexuales y no quería fallar ni mucho menos convertirse en el hazmerreír de su clase. Durante días planeó cómo iba a ser aquella noche; uno de sus mejores amigos le había contado lo bien que la pasó alguna vez gracias a esa pastillita mágica que robó de la mesa de noche de su papá y Juan Pablo estaba dispuesto a repetir la hazaña.

El nerviosismo aumentó cuando sintió cómo pasaba el Viagra por su garganta; entusiasmado salió del baño dispuesto a seducir a su novia. Esta misma operación la repitió varias noches después; “sentía que si no lo tomaba iba a ser todo un fracaso, era la única manera de estar seguro de mí mismo”, cuenta este joven de 15 años que se ha sumado a una tendencia que comienza a preocupar a médicos y sexólogos alrededor del mundo: tomar Viagra para iniciar la vida sexual.

Aunque en todos los países existe una regulación que parece bastante estricta en cuanto a la venta de este fármaco, que únicamente puede ser adquirido bajo fórmula médica, los adolescentes han encontrado ingeniosas maneras para burlar la norma, como utilizar la prescripción de sus padres o abuelos, pedir el Viagra a domicilio, aprovecharse de la ignorancia de algunos vendedores o conseguir las pastillas a través de un amigo que esté estudiando medicina. El precio de este medicamento depende de los miligramos, los jóvenes generalmente compran una caja en la que vienen dos pastillas de 50mg, que tiene un costo aproximado de $40.000.

En Colombia todavía no se han elaborado estudios ni realizado sondeos que demuestren qué tan alto es el número de menores que consumen la famosa pastilla azul, creada y comercializada hace más de diez años por la empresa farmacéutica Pfizer con el objetivo de combatir la disfunción eréctil y garantizar una vida sexual plena sin importar la edad.

Sin embargo, el auge de esta peligrosa tendencia ha inquietado a un grupo de investigadores de la Escuela de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Maimónides en Buenos Aires, Argentina, que el año pasado llevó a cabo un estudio en el cual se concluyó que tres de cada diez fármacos para la erección fueron consumidos por menores de edad. Se trata de unos resultados escandalosos, si se tiene en cuenta que en 2006 se publicó una investigación similar, la cual revelaba que sólo dos de cada diez pastillas de Viagra habían sido tomadas por adolescentes en el país gaucho. Es decir que en un par de años las ventas del medicamento en esta población aumentaron cerca del 50%.

El ‘boom’ del Viagra.

A mediados del año pasado, Luis Alberto Acuña, director de Asuntos Corportativos de Pfizer en Colombia, reportó que el uso del Viagra había aumentado significativamente; cada dos minutos se vendía una tableta en nuestro país, datos que todavía no están discriminados y por lo cual no se puede establecer cuántos de estos compradores eran menores de edad. Sin embargo, Nereida Lacera, sexóloga de Profamilia, advierte que la mayoría de consultas de los adolescentes que acuden a esta entidad están relacionadas con el uso indiscriminado del Viagra y de otras sustancias vasodilatadoras que generan los mismos efectos en el organismo.


“Es preocupante que estén utilizando el medicamento sin necesitarlo, sino presionados por las expectativas que tanto la sociedad como ellos mismos se imponen”, señala Lacera para luego explicar que la razón de este comportamiento, que puede afectar a futuro el desarrollo de una sexualidad sana, radica en el afán de convertirse en los mejores amantes y de vencer el miedo y las inseguridades que les produce su primera vez. El problema, asegura, es que están utilizando el Viagra como un bastón, una muleta que les da mayor seguridad en su desempeño sexual.

¿Qué va a pasar cuando tengan 40 ó 50 años? ¿Cuántas pastillas van a necesitar? Adrián Helien, reconocido psiquiatra y sexólogo argentino, explicó al diario El Clarín en una entrevista sobre el tema que el peligro de este comportamiento es que se acostumbren a tomar Viagra y difícilmente puedan dejarlo algún día. Y sentenció que al riesgo de la dependencia se suma el hecho de que serán hombres inseguros y con una autoestima muy bajita, que probablemente no les permita ser capaces de tener relaciones sexuales sin haber tomado una de estas pastillas.

Para Germán Salazar, médico ginecólogo infanto juvenil y profesor de la Universidad del Rosario, lo más preocupante y aterrador de esta nueva “moda” es la necesidad que muestran de tener que modificar una iniciación sexual normal, buscando productos que les ofrezcan sensaciones nuevas y placenteras. “Por eso no sólo recurren al Viagra sino a las sustancias psicoactivas y nos asusta el grado de insatisfacción al que han llegado. Parece que ya nada es suficiente y que cada vez tienen que asumir riesgos más grandes para sentirse a gusto”.

Aunque Salazar enfatiza en el hecho de que no se conoce ningún estudio o investigación sobre los efectos o complicaciones que este medicamento pueda tener a futuro sobre la salud de los adolescentes, sí cree que se trata de una tendencia sumamente peligrosa. Por ser jóvenes deberían tener una sexualidad perfecta, explica, pero “su baja autoestima, el temor a la adversidad y a explorar nuevas relaciones, junto con su insatisfacción a la normalidad, impide que tengan una iniciación sexual tranquila y normal”. Y agrega que lo que le asusta es que si ahora los adolescentes creen que deben usar Viagra para sostener una relación, no puede imaginarse qué estarán dispuestos a tomarse en el futuro para lograr el mismo efecto.

¿Qué se debe hacer? ¿Cómo los padres y educadores pueden enfrentar esta situación? La sexóloga Nereida Lacera piensa que lo más adecuado es que en los procesos de educación sexual de los colegios y en las conversaciones que los padres sostengan con sus hijos se haga énfasis en que “la sexualidad no se vea como una especie de maratón, en la que el hombre debe demostrar cuantos orgasmos tiene o logra que su pareja tenga, sino darle prioridad a la calidad y al afecto y en eso los jóvenes están fallando”.

Además, Lacera cree que hay que encontrar mecanismos para que la sexualidad deje de ser vista por los más jóvenes como un reto y “se conciba como lo que es: ternura, afectividad y entrega. No es sólo cuestión de alcanzar un orgasmo”. Por su parte, Salazar está convencido de que este fenómeno demuestra las fallas en materia de educación sexual que existen en el país, pues los programas se han concentrado en lo anatómico y lo funcional, y “se nos ha olvidado fortalecer su autoestima, generarles límites claros y enseñarles a tolerar la adversidad. Esto ha hecho que los jóvenes cambien el afecto por la genitalidad y la sexualidad ideal es el complemento de ambos factores”.

Por ahora lo importante ante este llamado de alerta es tomar cartas en el asunto, fortaleciendo los controles de venta de este medicamento a los menores de edad, abordando el tema desde la casa y las aulas de clase y logrando mediante estrategias educativas y campañas de las entidades de salud, advierte Lacera, que los jóvenes comprendan que el Viagra o los productos similares fabricados para combatir la disfunción eréctil, “no son caramelos y solamente deben tomarse bajo prescripción médica”.

Por Mariana Suárez Rueda

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