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El hombre de la palabra perfecta

El técnico antioqueño, de 51 años de edad, Javier Ignacio Álvarez Arteaga siempre tiene la palabra perfecta en su boca.

El Espectador
22 de junio de 2009 - 08:45 p. m.

No importa que su equipo haya perdido, ganado o haya sido goleado. Él nunca pierde la compostura, le agradece a Dios todos sus logros y equivocaciones, y maneja un discurso de elegancia que a veces hasta alcanza a desesperar.

Con la tranquilidad a flor de piel, el domingo logró clasificar al Once Caldas a la gran final del fútbol colombiano, después de seis años de no conseguirlo.

Con este paso, Álvarez consiguió, como técnico, llegar a su tercera fase final en el torneo profesional de fútbol. La primera la logró en 1998, cuando siendo estratega del blanco-blanco cayó contra el Deportivo Cali. La segunda la alcanzó justamente con el cuadro caleño, pero en el juego decisivo también perdió la estrella, esta vez con el Deportes Tolima.

Ahora, con el Once, equipo que dirige por tercera vez en su carrera como profesional, afrontará desde el miércoles contra el Júnior el desafío de ser campeón por primera vez. “Le doy gracias a Dios por llegar a esta final. También le agradezco a los 33 seres humanos que hacen parte de este proyecto. Este logro es el resultado del trabajo en equipo”,  dijo,  con voz pausada, este ingeniero químico de la Universidad de Antioquia.

Tal vez lo que más necesita Álvarez es borrar –con un título– de la memoria colectiva de los aficionados colombiano su mayor catástrofe futbolística, cuando siendo técnico de la selección de mayores, se encargó también de la Sub 23 y en la última fecha del torneo preolímpico para Sydney 2000, realizado en Londrina, fue goleado 9-0 por Brasil, hecho que además le costó su puesto en la selección absoluta. “Esas son etapas de la vida que Dios se las pone a uno, sencillamente para aprender, recapacitar y reflexionar”, ha explicado en repetidas ocasiones.

Desde entonces, Javier sólo ha logrado el subcampeonato con el Cali. Luego dirigió en Ecuador y pasó por Medellín y Huila, sin mucho éxito deportivo. Al comienzo del año, cuando fue nuevamente nombrado en el Once Caldas, su nombre generó división entre los aficionados manizalitas, que sin embargo, hoy celebran su clasificación a la final, luego de vencer dramáticamente al Boyacá Chicó, en Tunja, por 3 a 2.

Y es que ni la angustia de los minutos finales logró despeinar (bueno, con lo que le queda de pelo) a Álvarez. Él con su verso lento, sólo atinó a decir que “gracias a Dios se nos dio el resultado en Bogotá y pudimos ganar en Tunja”.

¿Pero por qué cree que esta vez sí logrará la tan anhelada estrella?: “Porque tengo un buen equipo, muy comprometido, con orden táctico, identidad y su propio estilo de juego”. ¿Y del rival? Él del rival no habla por respeto. Sí, es muy respetuoso. Qué le vamos a hacer.

Una víctima

El hombre de la palabra perfecta, también ha sido víctima –en el pasado– de ella. En su época con la selección nacional, se hizo famosa su frase de “estamos creciendo”, así su equipo acabara de perder. Era algo así como “el perder es ganar un poco” de Francisco Maturana. Pero la perla fue cuando en el mencionado torneo preolímpico aseguró que “equipo que cojamos mal parado, lo vamos a golear”. Y claro, la fórmula funcionó, pero al contrario.

Lo cierto es que hoy es de nuevo protagonista. Contra todos los pronósticos y clasificando a los cuadrangulares en el octavo lugar, Javier Álvarez habla de concentración absoluta para la final, que arrancará en el estadio Palogrande de Manizales. “No podemos dejar nada al azar”.

Dos estrellas y la Libertadores

Bajo la conducción de Alfredo Cuezzo, el Deportes Caldas (como se llamaba) conquistó en 1950 su primera estrella. La segunda la logró 53 años después, en 2003, con Luis Fernando Montoya como técnico. Sin embargo, el gran logro del Once Caldas es, sin duda, su obtención del título de la Copa Libertadores, que ganó en 2004, tras vencer a Boca Juniors. En el primer partido en La Bombonera, el onceno caldense empató sin goles.

En Manizales el 1° de julio de 2004, el Once anotó por intermedio de John Viáfara. Luego Boca marcó con Nicolás Burdisso. La copa se definió por penaltis. Boca no concretó ningún cobro y Caldas se convirtió en el segundo equipo colombiano en lograr este trofeo.

Por El Espectador

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