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Los muchachos del hiperbarrio

Se trata de un proyecto de periodismo ciudadano en línea manejado por jóvenes de un barrio de Medellín.

Santiago La Rotta
10 de julio de 2009 - 10:21 p. m.

Catalina Restrepo y sus demás compañeros de Hiperbarrio, un proyecto de periodismo ciudadano en línea, estaban reunidos en la biblioteca del barrio San Javier de la Loma en Medellín, esperando una noticia. Álvaro Ramírez, profesor asociado de la Universidad de Bergen en Noruega y padrino del proyecto, les había dicho que lo esperaran, que tenía algo que decirles. “Muchachos, nos ganamos el premio”.

El Nica de Oro es uno de los galardones más importantes dentro del mundillo de internet, y está dotado con 10.000 euros. Es entregado anualmente, en varias categorías, por la organización Ars Electronica. Este año, los muchachos de La Loma, un barrio ubicado encima de la Comuna 13 de Medellín, fueron los ganadores de una distinción que les ha sido entregada a organizaciones como Wikipedia (el portal de contenido más visitado en la red). Además, estuvieron compitiendo con The Pirate Bay, uno de los sitios de descargas en internet más conocidos del mundo y cuyos representantes fueron condenados hace unos meses, en un sonado juicio, por un juez sueco a pagar un año de cárcel y una multa por violaciones al copyright.

Hiperbarrio nació hace dos años cuando, según Restrepo, se les apareció la Virgen en forma de profesor universitario a ella y a sus compañeros de barrio. En ese entonces, Álvaro Ramírez, un enamorado del cine y los blogs (él mismo afirma ser uno de los primeros bloggers que hubo en Colombia), llegó a su natal Medellín con el computador bajo el brazo y la cabeza llena de ideas. “Yo quería realizar un proyecto que aprovechara las posibilidades de la red para contar historias; quería romper con el perfil tradicional del blogger, que es un tipo bien educado y en un estrato más bien alto”. Se puso en contacto con Gabriel Jaime Vanegas, el coordinador de la filial de La Loma de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, quien le dijo que allí todo estaba dispuesto para comenzar los talleres y así empezó todo.

El proyecto comenzaba a tomar forma cuando el profesor Ramírez aplicó para una de las cinco microbecas que la Fundación Global Voices otorgaba para apoyar iniciativas que estuvieran encaminadas a incentivar el uso de la tecnología e internet para contribuir al cierre de la brecha digital. Hiperbarrio concursó con otros 289 proyectos y ganó.

Con las cámaras compradas con la beca, los jóvenes de La Loma, que para este momento se habían denominado a sí mismos como Convergentes, comenzaron a contar historias mínimas de su barrio, como aquella de don Suso, quien era el heredero del terreno donde se construyeron la iglesia y la escuela de la comunidad, pero que vivía en un lugar que no calificaba para ser descrito como un techo y cuatro paredes. En cuestión de días, la historia del heredero sin casa había sido traducida a varios idiomas y a través de la red de Rising Voices, una rama de Global Voices, el testimonio audiovisual de don Suso había capturado la atención de miles de espectadores en todo el planeta.

El barrio entero se conmocionó cuando se enteró de que había gente en lugares muy distantes, que hablaba en otros idiomas, comentando historias desconocidas del lugar donde vivían. Comenzaron a ver a los jóvenes de Convergentes con otros ojos. “La gente empezó a mirarnos distinto. En la calle me saludaban por mi nombre personas que jamás se me habían acercado”, cuenta emocionada Restrepo, con el lento hablar paisa, cuando recuerda aquellos primeros días de Hiperbarrio.

Desde ahí el proyecto ha crecido exponencialmente. Restrepo viajó a Budapest en representación de sus compañeros para exponer los resultados de Hiperbarrio en una reunión mundial de Global Voices y hoy en día, con el Nica de Oro bajo el brazo, están buscando expandir la experiencia del periodismo ciudadano a municipios como Ituango y Carmen de Viboral.

Restrepo afirma que el premio se lo ganaron por contar las historias locales, por rescatar lo cotidiano y así generar un sentido de pertenencia. Y añade: “Cuando nos dijeron que habíamos ganado, nadie lo creyó. Dijimos: ¿Cómo, nosotros, los de La Loma”.

Por Santiago La Rotta

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