“La protesta debe primar sobre cualquier forma de cortesía”

Cecilia Orozco Tascón.–  ¿Cuál es su impresión profesional sobre el gesto de la estudiante Liliana Pardo de entregarle un huevo al Presidente como símbolo de rechazo?

El Espectador
12 de julio de 2009 - 03:00 a. m.

Psicólogo Manuel Solórzano.– Se trata de un gesto simbólico en el cual se manifiesta un desacuerdo con una persona, una institución, una jerarquía o todo lo que el Presidente de una nación significa. Al ser simbólico, hay muchas posibilidades de interpretación: 1.- Es a partir de los desacuerdos, de las visiones distintas y de las diferentes perspectivas, que la humanidad ha progresado y logrado Estados, organizaciones, servicios y modos de vida mejores. 2.- Dado que el escenario para manifestar el desacuerdo de la estudiante fue un espacio institucional, no podría el Gobierno o el Presidente callar ese gesto. 3.- Al Presidente puede no gustarle la manera como se manifiesta el desacuerdo. Sin embargo, está en la obligación de recibirlo. Como observadores podemos opinar que el Presidente se molestó, pero recibió el gesto. 4.- El de la estudiante, me parece un gesto valiente y creo que tanto la joven como el grupo al que representa han tenido el coraje de manifestar su desacuerdo no solamente con el Presidente, sino con todo aquello que representa lo establecido.

C.O.T.– Mientras la entrega del huevo se hizo de manera suave y sin ninguna violencia, la frase “tiene huevo” tiene una carga agresiva. ¿La  frase anula la protesta pacífica de la estudiante?

M.S.– Desde mi perspectiva no la anula porque quienes califican de agresiva la frase son algunas de las personas que creen que deben existir mecanismos aceptados para protestar ¿Cuáles? Los que acepte el establecimiento.

C.O.T.– El Presidente actúo con calma y llevó el huevo al centro de la mesa. Al regresar al micrófono dijo: “Si se me rompe el huevo van a decir ‘Uribe rompió el huevo’”. ¿Había agresión en esa frase?

M.S.– Creo que las frases y comportamientos del Presidente reflejan molestia. Además reflejan lo que le puede pasar a cualquiera que viva en la cultura occidental frente al “gesto simbólico”: desconcierto. Para mi gusto, hizo lo mejor que pudo, es decir, ponerlo en la mesa, aclarar que no lo rompía e ir a darle la mano a quien le manifestaba un desacuerdo.

C.O.T.– El Mandatario le pidió al auditorio que chiflaba a la estudiante que la dejara expresarse. Ella repitió varias veces la frase “tienen huevo”, ¿cómo analiza esas contradicciones?

M.S.– Reflejan el sentir de una colectividad y tenemos que tomarla en cuenta para incluirla, hacer que participe y que proponga. Cuando no lo hacemos, creamos presión y la respuesta puede ser más enérgica o violenta. Por otra parte, me parece que el Presidente hizo lo correcto al callar al público. Tenemos que ser capaces de respetar las diferentes formas de pensar, de sentir o de actuar. Si una empresa hace una investigación sobre servicio al cliente, descubre que no está satisfecho y mejora el servicio, nadie considerará al cliente agresivo o de mal gusto sino legítimo. En el plano nacional estamos rodeados de ciudadanos insatisfechos que han manifestado sus protestas desde hace mucho tiempo y no han sido escuchados; los dirigentes del país, como los dueños de la empresa, han sido poco efectivos para mejorar el servicio. Los ciudadanos, como los clientes, están en libertad de protestar, pero tienen un problema estructural más serio: no pueden cambiar de proveedor. Eso hace que la presión para las dos partes sea mayor.

C.O.T.– El Presidente permitió que ella terminara y fue a saludarla. Liliana se negó. Él la tomó del brazo e insistió en pasarle la mano. Ella se negó otra vez, ¿Liliana agredió a Uribe?

M.S.– Para mí no es agresiva, hace más evidente su protesta y se niega a hacer lo conveniente. El Presidente, en cambio, hace lo conveniente al estrechar la mano del ciudadano insatisfecho. Es un gesto simbólico de “seamos amigos”. Igual que el Jefe de Estado, Liliana está en un dilema frente al acto simbólico: si acepta el saludo del Presidente, ¿cómo será observada por los demás y por su grupo de referencia? Así que resuelve no dar su mano. Tal como ella contesta, tenemos que darle el beneficio de que fue honesta consigo misma y con su causa. ¿Se puede imaginar el valor de esa joven para rechazar al Presidente? ¿Qué porcentaje de ciudadanos hubiéramos sido capaces de hacer esto? Al Presidente lo han criticado muy duro, pero lo que causa conmoción es que tal vez no se esperaba una protesta con una expresión calificada como agresiva en nuestra cultura. Estoy seguro de que muchos le han dicho al Presidente y al Gobierno lo que piensan. Usted es una de ellas. Lo que pasa es que lo hace dentro de los canales establecidos y con las palabras esperadas.


C.O.T.– ¿La cortesía social debe primar sobre el derecho de protesta social?

M.S.– Creo que la protesta social debe primar sobre cualquier forma de cortesía. La cortesía consiste en unas maneras que ciertos grupos acuerdan para “comportarse”. No tienen ningún valor fuera de los contextos en donde se expresan. En cambio la protesta es fundamental porque está ligada a la perspectiva de vida de los ciudadanos y a su calidad, de tal forma que no se podría descalificar una protesta por no cumplir con unos códigos de cortesía.

C.O.T.– ¿Cómo difundir en la práctica y no sólo con retórica los valores de tolerancia y convivencia en una sociedad como la colombiana?

M.S.– Prefiero hablar de tolerancia y respeto. Tolerancia es sufrir, soportar, permitir o consentir algo sin aprobarlo. El respeto hace referencia a tener miramiento o consideración, cuidar o conservar. Por lo tanto, creo que muchas de las posibilidades para lograr una convivencia están en el respeto, es decir, en aceptar la protesta como legítima y promoverla. ¿Se imagina lo que podría sentir una comunidad que sabe que serán escuchadas sus insatisfacciones? Enseñarles a las personas desde pequeñas que no hay verdades objetivas y que sólo existen puntos de vista nos libraría de tener que defender, hasta con la muerte, una verdad.

C.O.T.– ¿Cómo hacer productiva, darle importancia política y darle oportunidad de participación efectiva a la población joven del país cuando surgen movimientos como el de Tienen Huevo?

M.S.– Tenemos que empezar a jugar con las formas de organización de la sociedad. En las instituciones educativas hay que generar grupos que protesten y hay que enseñar a dialogar, a resolver el conflicto, a cuestionarse, a permitir que la gente pregunte y desafíe al establecimiento. ¿Qué pasaría si el movimiento Tienen Huevo o cualquier otro, fuera patrocinado por el mismo Estado y se le exigiera, tanto en la protesta como en la participación? ¿Qué pasaría si además de financiarlo, le pidiéramos cuentas de lo que logró en términos de resultados? 

Rebeldes célebres

El psicólogo Manuel Solórzano da varios ejemplos de protestas no convencionales o no admitidas en su momento por el establecimiento y pregunta por qué los ciudadanos tienen que llegar a esos gestos para que sus necesidades sean escuchadas:

“Gandhi, quien fue uno de los maestros de los gestos simbólicos, influyó sobre el pueblo de la India para que quemara las prendas confeccionadas por las fábricas inglesas y caminó hasta el mar para procesar la sal, refinada también por los ingleses. Los miembros de Green Peace asaltan un barco pesquero como si fueran piratas para salvar ballenas. Antanas Mockus se bajó los pantalones y escondió una espada de plástico para poder entrar a la Casa de Nariño. El M-19 se robó la espada de Bolívar. El profesor Moncayo camina por Colombia en un gesto simbólico de protesta.

La pregunta de fondo es por qué tenemos que recurrir a esos gestos para ser escuchados. Creo que los gobiernos, las empresas, las comunidades y las familias que no escuchan y que además no crean los espacios para que todos podamos ser incluidos, están incentivando, sin darse cuenta, sistemas de protesta no convencionales”. Solórzano aclara que si se organizan escenarios de inclusión como los consejos comunales para conocer las fuentes de insatisfacción de los ciudadanos, pero los convierten en encuentros de promesas y soluciones mágicas, las partes crearán expectativas y compromisos que no se cumplirán.

Por El Espectador

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