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Sara, rumbo a la libertad

El símbolo de una nueva campaña contra el tráfico de animales en el país es una jaguar rescatada de un hotel en Puerto Carreño.

Redacción Vivir
29 de septiembre de 2009 - 10:23 p. m.

Con apenas un año y medio de vida, Sara ya conoció lo mejor y lo peor de los seres humanos. Unos cazadores abatieron a su madre en el Vichada y la vendieron al mejor postor. Otros, comisarios de Corporinoquia, la rescataron del hotel en Puerto Carreño, donde era exhibida en una jaula, y la entregaron a expertos de la Fundación Omacha para que intentaran rehabilitarla.

Ahora, a punto de ser liberada, la joven jaguar se ha convertido en el símbolo de una nueva campaña contra el tráfico de animales. La iniciativa, que lleva por eslogan “Yáhui, travesía a la libertad”, es liderada por el Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales Naturales  y las fundaciones Omacha y Palmarito. Yáhui, en lengua yucuna, significa ‘hombre jaguar’.

Entre las actividades ilícitas, el tráfico de animales ocupa el tercer lugar después del tráfico de estupefacientes y el de armas. En Colombia, según cifras oficiales de 2005, se decomisaron 19.000 tortugas hicoteas, 217 monos, 202 guacamayas, 12 osos hormigueros, 43 osos perezosos, entre otros. Las ganancias para los traficantes colombianos rondaron los $16.000 millones. En el mundo, el tráfico mueve cerca de US$22.000 millones al año.

Pero no sólo los traficantes son responsables de esta condenable práctica. Los promotores de la campaña recuerdan la otra cara del negocio, los compradores: “La ciencia, la industria de la moda, la farmacéutica y hasta comunidades religiosas que practican el fetichismo, son los clientes que sostienen este negocio ilícito”. Colombia, por su riqueza biológica, es un territorio apetecido por los traficantes.

De vuelta a la selva

La liberación final de Sara, proyectada para diciembre, será en el Parque Nacional El Tuparro. Hasta ahora, la joven jaguar permanece en la Reserva Natural Bojonawi, donde los expertos de la Fundación Omacha procuran que aprenda a cazar y poco a poco se vaya familiarizando con su destino salvaje.

“La idea —explica Alejandro Olaya Velásquez, de la Fundación Palmarito— es colocarle un collar que permita el seguimiento satelital. Tenemos la esperanza de que sobreviva”. Con algo de suerte, Sara tendrá una vida tan larga como la de otros jaguares. En cuarenta años tal vez siga rondando por las selvas colombianas.

Por Redacción Vivir

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