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“No somos mamertos”

Las nuevas generaciones denuncian ser víctimas de amenazas, según ellos, como consecuencia de la militarización.

Redacción Política
07 de noviembre de 2009 - 08:59 p. m.

“El pasado miércoles 15 de abril a las 11:25 de la mañana, el compañero Jefferson Orlando Corredor Uyaban, militante y miembro del Comité Central de la Juventud Comunista Colombiana (Juco), recibió en la sede Regional Santander un sobre de manila que decía: ‘Señores, Juco Bucaramanga’. Al abrirlo, había un estuche religioso en paño, que contenía imágenes de la Virgen María y una postal del Señor de Monserrate. En el centro del cofre estaba anexa una carta fúnebre con una amenaza de muerte al compañero Javier Castro, otro militante de la región”.

Se trata de una de las tantas denuncias que la oficina de Derechos Humanos de la Juco ha recopilado este año. Para Martha Carvajalino, secretaria política del movimiento en Bogotá, la militarización del país, como parte de la Seguridad Democrática, ha aumentado significativamente la estigmatización y la criminalización de los dirigentes de esta tendencia. “En este período hemos tenido varios compañeros desaparecidos, asesinados, judicializados y exiliados”, agrega.

Así, mientras en la derecha juvenil han aumentado los adeptos, en algunos sectores de la izquierda, a pesar de que su ideas sigan despertando simpatías, muchos jóvenes se han alejado de las filas por miedo y por prevención. “Los niveles de amenazas son muy amplios y eso a la gente le da temor”, dice Carvajalino. No obstante, pese a la falta de garantías las juventudes comunistas cuentan en Bogotá con 350 militantes activos.

Quienes son parte de esta tendencia profesan un compromiso permanente de estudio y reflexión de la política y de las experiencias latinoamericanas. Los “camaradas” deben ser solidarios y con valores. Claro que los valores para ellos no son los mismos que para la derecha. Se resumen en camaradería, fraternidad y sinceridad. En principio, quienes son parte de esta ideología ven la religión como una forma de dominación y por eso no profesan ninguna.

A la familia los jóvenes de la Juco la conciben como parte de la sociedad burguesa. No es que no crean en el amor, según ellos este es un sentimiento libre, por el cual las personas se unen voluntariamente entre sí y no porque ese sea el orden de la vida.

Y el precio de sus ideas y de declararse abiertamente comunistas es llevar a cuesta el señalamiento de guerrilleros. La Juco insiste en que las Farc son una organización armada, mientras que ellos tomaron el camino de la lucha civil, abierta y pública. “Cuando nos relacionan con la guerrilla nos están poniendo como objetivos militares”, asegura la joven Carvajalino, una abogada de la Universidad Nacional de 26 años.

Tan riesgosa es la situación en sus filas que, según la líder política, la mayoría de los dirigentes del partido tienen un esquema de protección del Ministerio del Interior. Pero Carvajalino manifiesta una preocupación adicional: “En el caso juvenil, además de las amenazas del paramilitarismo tenemos el problema de la limpieza social. Hay gente que va por las calles observando a los militantes”. 

Representación obrera

Los Rash, esos jóvenes que visten de negro, botas militares y pantalones remangados, según cuentan, en honor a la clase obrera, dicen que por las calles de sus barrios, muy a menudo frente al grupo se estacionan camionetas blindadas que después de vigilarlos por varios minutos se esfuman. Los hostigamientos por internet también son constantes.

Y aunque los atuendos de los rojos, anarquistas y cabezas rapadas parezcan intimidantes, ellos explican el ocultamiento de sus rostros como una medida de protección. De hecho, los Rash tienen una faceta que no todo el mundo conoce: cuentan que además de su trabajo político también hacen labores sociales en los barrios populares de Bogotá.

Sebastián Torres, militante rash de 18 años, dice que el trabajo más impactante es el que realiza con niños en las localidades de Usme y Cazucá (Bogotá). “Hacemos toques (conciertos) y cobramos cinco mil pesos por entrada más material educativo”, cuenta el joven.


De esa forma consiguen los recursos para comprar las témperas y colores que llevan a los niños de escasos recursos, así como libros usados que recolectan entre los compañeros de la organización para desarrollar el trabajo que llaman educación didáctica popular. A veces, cuando las escuelas no les prestan los espacios físicos, según Torres, optan por hacer actividades en espacios públicos como los parques.

 Rash es uno de los grupos más organizados en la izquierda juvenil y cuenta con 1.000 integrantes, por eso sus militantes no se atreven a definir si la militarización del país aleja gente de sus filas o por el contrario incentiva a buscar cambios dentro de las mismas.

Rash nació en Nueva York en 1993 y en Colombia se estableció en 1997 como una organización política que adopta el marxismo-leninismo. Pretende una lucha contra el capitalismo y las desigualdades sociales. Y en su página de internet el grupo advierte que tiene una acción directa en contra de neonazis, racistas, fascistas, xenofóbicos y homofóbicos.

No a la estigmatización

“Queremos enviar el mensaje de que los jóvenes de izquierda nos estamos preparando, estamos estudiando a fondo, no somos mamertos, como dicen algunos, y rechazamos cualquier agresión a la Constitución del 91. Condenamos el ataque del gobierno colombiano al pueblo ecuatoriano. Estamos cansados de que vinculen al Polo con las Farc. Y rechazamos el terrorismo, venga de donde venga”, dice enérgicamente Fernando Cortés, militante de otra tendencia del Polo, llamada la Fundación Social Demócrata.

 Cortés, estudiante de derecho de la Universidad Libre, recuerda que desde pequeño su familia le inculcó el respeto por la libertad y los derechos de las personas. Pero no llegó al partido porque algún pariente lo haya llevado, sino por lo que denomina una coincidencia de edades e ideologías.

Los de la tendencia de la Fundación Social Demócrata apoyaban la precandidatura de Carlos Gaviria a la Presidencia de la República para 2010, pero decidieron respaldar los resultados de la consulta pese a no compartir varias propuestas de Gustavo Petro, principalmente dos: su crédito a la política de seguridad democrática y su intención de someter al partido a una alianza interpartidista.

Y aunque parezca extraño que tendencias tan diferentes coincidan en un mismo movimiento, Cortés dice que la mayoría de juventudes de izquierda comparten los principios de soberanía y política. Casi siempre se diferencian en los planteamientos económicos, especialmente con el Partido Comunista.

Por ejemplo, en lo político, la izquierda está en contra de la reelección presidencial, que percibe como “la imposición de una dictadura monárquica y autocrática por parte del Gobierno, que atenta contra la independencia de todas las naciones”. La Fundación Social Demócrata apoya la política de inclusión social, la despenalización de la droga y el matrimonio gay; claro que la adopción de niños por parejas del mismo sexo es todavía tema de discusión en el movimiento.

En cuanto a las difíciles relaciones con Venezuela, Cortés asegura: “No nos metemos en las políticas externas, cada pueblo es autónomo de elegir a sus gobernantes. El problema con nuestro el referendo es que se llevó sobre el tema de la ilegalidad completa”.

En la economía el grupo es contundente: “El Estado debe ejercer la potestad sobre los servicios públicos, la salud, la educación y el sector financiero. Vamos en contra de las privatizaciones”.

En defensa de estas ideas los jóvenes de izquierda seguirán movilizándose por las calles tal como lo hicieron en la reciente marcha para la asignación del presupuesto de la educación pública, aunque según dicen terminen pagando los desórdenes de otros, como lo recuerda otra de las denuncias de la Juco, la cual dice que el pasado 11 de junio, el joven Guillermo Zapata fue detenido por la Sijín en una manifestación estudiantil por varias horas hasta que comprobaron que no tenía antecedentes judiciales.

Por Redacción Política

 

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