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Mariana Pajón

Ganó en esta temporada dos medallas de oro en el Mundial de Bicicross, en Australia.

El Espectador
05 de diciembre de 2009 - 09:57 p. m.

En el foso central del velódromo Martín Emilio Cochise Rodríguez los  bicicrosistas  forman un estruendoso carrusel saltando sobre las rampas de metal. Como si les hubieran dado cuerda, van pasando uno detrás de otro y en el aire intentan dejar una pequeña marca personal. Los cascos en las cabezas no permiten reconocer si el dueño de la pirueta y el aterrizaje es hombre o mujer. Luego de 15 minutos de observación, una de las figuras del carrusel comienza a diferenciarse. Toma impulso sin mucha fuerza, se sostiene en el aire sin alardes y aterriza en silencio sobre la segunda rampa. El mecanismo de su salto parece recién alineado por un mecánico. La dueña de la línea más precisa y más corta entre los dos extremos es Mariana Pajón, una joven de 18 años que es campeona mundial desde que aprendía los picos de nuestras cordilleras en sexto grado hasta hoy, cuando le faltan seis meses para terminar su bachillerato.

Al lado de los pisteros que lucen sus lycras con la bandera nacional y ruedan acompasados y silenciosos, el ruido de los bicicrosistas y sus fachas desaliñadas parecen representar un simple juego de adolescentes. Y sin embargo, entre los muchachos que saltan está tal vez la más importante carta colombiana con miras a un podio en Londres 2012. Mariana Pajón podrá ser la encargada de confirmar la supremacía de las damas en el reciente medallero olímpico colombiano: cuatro de las últimas cinco preseas nacionales, conseguidas en Atenas, Sydney y Pekín, han sido hazañas de mujeres.

Mariana tiene el típico álbum familiar de los deportistas atípicos. Ahí está la foto de la niña de tres años montada en su primera bicicleta: “Aprendió en 15 minutos”, me dice su papá. En la página siguiente está enfundada en una trusa de gimnasia olímpica: “la practiqué durante cinco años, me encanta, es mi sueño frustrado”, me dice Mariana con el tono de la niña que no se conforma con un solo juego. Cuando quedó campeona mundial por primera vez, en Argentina en el año 2000, los demás deportes se volvieron un recuerdo. Era apenas lógico. Pero faltan fotos. Ahí va manejando un kart durante una válida en Medellín: “Era una burra”, dice su mamá entre risas. “No frenaba. Una vez le dañó el kart nuevo a un amigo en un entrenamiento, lo pasó por encima. Imagínesela en las carreras”. Para terminar la sección deportiva del álbum están las fotos de Mariana jugando balonmano en el colegio.

Pero más allá de los retratos y las anécdotas, su recorrido por los títulos comenzó en el barrio Belén, cerca de la cabecera del aeropuerto Olaya Herrera en Medellín. Los aviones pasan bajos, buscando la pista, y los bicicrosistas se elevan, saludando a los pilotos. Allí ganó Mariana su primera carrera. Tenía cuatro años. Se inscribió por su cuenta para enfrentar a los niños de cinco y demostró no la igualdad de sexos, sino la supremacía femenina. Creció compitiendo contra los hombres en un deporte donde las mujeres eran escasas. “Ella todavía tiene ese aire de niña, vos la ves y es muy delicada. Mirá su página personal en internet, rosada, muy tierna. Pero se pone el casco y se transforma. Guerrea contra todos esos pelaos que la tratan duro, pero duro”, me dice su papá, que luego de 18 años todavía parece impresionado con su hija. Y es que Mariana impuso el desorden en la pista de Belén. Los papás les pegaban a los hijos por dejarse ganar de una mujercita. Los directivos no sabían cómo marcar las planillas de la niña que ganaba los trofeos de los hombres. Cuando le pregunto hasta qué edad les ganó a sus colegas del sexo fuerte me contesta con un “todavía” acompañado de la risa más maliciosa de nuestra conversación.

La alumna de grado 11 me dice que intenta vivir su época de colegio como todos sus compañeros, con los sobresaltos y las manías comunes de la horda que abandona la adolescencia. Mariana tiene preocupaciones y aspiraciones a largo plazo, una mentalidad formada bajo la tensión de la alta competencia, un millaje más largo que nuestro Canciller y una confianza que sólo se le conoce a la Chechi Baena. Le pregunto por su novio con la intención de hacerla sonrojar, para que aparezca la adolescente común y silvestre: “No, ahora no tengo. Hay tiempo para todo y este no es el mejor momento”. Sería bueno que el Comité Olímpico Colombiano tomara nota de los verdaderos pretendientes de Mariana. La paisa ha sido campeona nacional en Estados Unidos, corriendo el torneo gringo en busca de mayor nivel; ha ganado dos títulos mundiales en Australia y ha despertado la envidia de los entrenadores ingleses. Esos tres países le ofrecen un pasaporte, una camisa con su bandera y un apoyo completo para su preparación hasta 2012. Colombia debería hacer un esfuerzo extra por cumplir con las necesidades de fogueo y entrenamiento de “su niña”, porque es el pretendiente más cercano al corazón, pero el más deslucido.

A pesar de su largo recorrido, es hoy en día una novata con resultados sorprendentes. Apenas lleva un año en su categoría, corriendo en Élite y no en Júnior, y apenas está conociendo las pistas de Supercross que serán el escenario de los Olímpicos de Londres. Así, como debutante en el más duro 5 y 6 del bicicross, porque las carreras en el caballito de acero tienen mucho de las mañas de la hípica, ha sido segunda en las dos válidas que ha corrido en California y Francia. Era tiempo de que le dieran pelea, porque en la final de su último título mundial Júnior le sacó dos bicicletas a la medallista de plata.

Un dato final para terminar esta semblanza en tono de alabanza. Por sus compromisos deportivos, los últimos años de colegio han sido a saltos. Se pone al día en los recreos y en el tiempo que dejan sus entrenamientos. Sin embargo, sacó el tercer Icfes en Antioquia, en el calendario B. No se le ocurrió contármelo cuando hablamos del colegio. Me lo dijo su papá. Tampoco les dijo a sus compañeros de charla en el velódromo que venía de recoger el premio como Deportista del Año Juvenil. Tiene la tranquilidad de los campeones en los deportes que están por fuera del ruido de las pantallas.

Se me olvidaba lo último: Mariana no es Ana Ivanovic, pero está linda sin lugar a dudas. Y es seguro que no terminará de representante a la Cámara. Un trabajo muy fuerte hasta para María Isabel Urrutia.

 * Columnista de El Espectador

Por El Espectador

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