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Atentado al DAS, 20 años después

El miércoles 6 de diciembre de 1989, el narcoterrorismo dinamitó la sede del organismo. Más de 50 personas murieron.

Jorge Cardona Alzate *
05 de diciembre de 2009 - 10:00 p. m.

En 1989, el cáncer del narcoterrorismo hizo metástasis en Colombia. Los magnicidios políticos se multiplicaron, la justicia y el periodismo se convirtieron en blancos móviles, ni siquiera el fútbol profesional pudo entregarle estrella de campeón a alguno de sus equipos. Todo por cuenta de una organización criminal que no se cansó de perpetrar delitos de lesa humanidad, que apenas 20 años más tarde vuelven a ser investigados a partir de un denominador común: todos tuvieron origen en los tentáculos de la mafia.

La justicia de hoy quiere volver a atar los cabos sueltos, pero la de hace 20 años lo tuvo claro y pagó el costo. Desde agosto de 1988, cuando el país conocía el rostro de las más espantosas masacres, la jueza segunda de orden público, Marta Lucía González, probó que detrás de la oleada de violencia selectiva existía un triángulo perverso con un foco geográfico de irradiación: Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y Fidel Castaño, con sus sicarios motorizados y autodefensas en expansión desde la región del Magdalena Medio.

Así lo consignó en una providencia que provocó su exilio, y como no pudieron matarla, asesinaron a su padre, Álvaro González, en mayo de 1989. Y por confirmar la decisión, la jueza María Helena Díaz Pérez corrió la misma suerte, en julio. Meses después, el fallo fue revocado y los involucrados volvieron a sus andanzas, pero hilando acontecimientos, hoy queda claro que desde la masacre de La Rochela, en enero, hasta el atentado contra el DAS en diciembre, todos los hechos fueron cometidos por la misma red de asesinos.

Fueron decenas de víctimas que mes a mes el cartel de Medellín, con sus socios de otras mafias, fueron silenciando. La racha de 1989 concluyó a las 7:33 de la mañana del miércoles 6 de diciembre, cuando un bus cargado con 500 kilos de dinamita explotó junto al costado oriental de la sede del DAS, ubicada en el sector de Paloquemao en Bogotá, provocando destrozos en tres kilómetros a la redonda, la muerte a más de medio centenar de personas y heridas al menos a otras 600. Todo por tratar de asesinar al director del organismo, Miguel Maza Márquez.

Diez días antes, la misma organización terrorista había ‘volado’ un avión con 107 pasajeros y tripulantes a bordo, y esa misma semana se quemó en la puerta del horno una reforma constitucional que pretendía airear la democracia, porque un grupo de senadores y representantes quiso agregarle al acto legislativo un referendo ciudadano sobre la extradición. El gobierno Barco retiró la propuesta y con el sinsabor de un Congreso en entredicho, cayó el telón del año en que el narcoterrorismo cambió la historia de Colombia.

La bomba contra el DAS fue el epílogo. Así lo recuerda el diseñador gráfico Mauricio Alonso, desde hace 26 años funcionario del organismo. “Ese día en la buseta me encontré con mi compañera Josefina, que trabajaba en Bienestar Institucional. Conversamos sobre el vitral navideño que estábamos creando en el costado oriental. Ingresamos juntos al edificio y nos despedimos en el segundo piso. Yo entré a una reunión y ella subió al sexto piso, a revisar el vitral. A los pocos segundos estalló la bomba. Yo sobreviví. Josefina murió”.

Lo demás, como lo rememora Mauricio, nunca podrá olvidarlo Colombia. Techos derruidos, desperdigados arrumes de ladrillo, vidrio o metales, carros retorcidos, edificaciones sin fachada, más de 200 establecimientos comerciales reducidos a escombros, y detrás de la destrucción, la tragedia humana. Más de 50 muertos “y pedazos de seres humanos por todas partes”. De las hermanas Angélica y Consuelo Henríquez Esteban, que tramitaban su pasado judicial, no se encontraron ni sus restos. Es apenas un ejemplo de la dimensión de la atrocidad. El atentado contra el DAS es una herida abierta que aguarda justicia. 

Ayer y hoy del general Maza Márquez

El atentado contra la sede del DAS en 1989 buscaba asesinar al general Miguel Maza Márquez. El 30 de mayo ya había sido blanco de otro que dejó siete personas muertas. Hoy el ex oficial de la Policía está preso y sindicado de haber  participado en el complot para asesinar al entonces candidato presidencial Luis Carlos Galán.

En su momento, Maza Márquez señaló a los grupos de autodefensa del Magdalena Medio, de la misma red de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y Fidel Castaño de ser los  responsables de la oleada de asesinatos en Colombia e incluso puso al desnudo la presencia de mercenarios extranjeros como adiestradores de los grupos de autodefensa. Hoy Maza está retenido en una dependencia de la Policía en espera de ser acusado o absuelto.

* Editor general de El Espectador y autor del libro ‘Días de Memoria’, publicado bajo el sello Aguilar.

Por Jorge Cardona Alzate *

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