El Magazín Cultural
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Expediente en Palacio de Justicia

El artista Hernando Carrizosa y su serie ‘Cruceficciones’.

Redacción Cultura
09 de diciembre de 2009 - 10:46 p. m.

Esta semana, los visitantes al Palacio de Justicia en Bogotá se han encontrado con una inusual bienvenida: 24 cuadros en gran formato del artista tolimense Hernando Carrizosa, con un título apropiado para una serie trabajada en técnica de acrílico sobre lienzo y predominio del blanco y negro: “Expediente”. Una composición de imágenes y representaciones donde seres anónimos, sin rostros definidos pero facciones sugerentes, representan la brega de la justicia y el universo gris de los sindicados.

“El arte pictórico no explica, él mismo se define en sus manchas y trazos, y en esta muestra la idea es abordar las realidades humanas que transitan entre lo justo y lo injusto”, expresa Hernando Carrizosa, quien enmarca su obra como la primera de siete partes de su serie Cruceficciones, donde pretende transmitir la cotidianidad de hombres y mujeres violentados en sus espacios o en sus cuerpos, pero desbordando obstáculos psicológicos “como el miedo que es de adentro y el movimiento que es el afuera”.

El común denominador de su obra, con 35 años de taller y múltiples exposiciones individuales y colectivas, es el “vínculo con la poesía”. Por eso en su exposición se advierte también una aproximación entre lo pictórico y lo lingüístico. “Folios de prueba, cuaderno original, única instancia, indicios probatorios y evidencias fortuitas en área de oxidación, pruebas de contundencia, códigos de sustentación y otras constancias de tensión en estados de alerta”, es la definición que Carrizosa hace de su trabajo y que resalta definiéndose a sí mismo como “recurrente”.

Nacido en Ambalema (Tolima) en 1945, estudiante del colegio San Simón de Ibagué y egresado de Bellas Artes de la Universidad Nacional en los años 70, Hernando Carrizosa ostenta un largo recorrido artístico. Y desde su primera exposición, “Lumpen a un solo color”, ha demostrado que su tema central es el ser humano y sus complejidades infinitas. “La torcida mirada del alcohólico, la alucinante dejadez del santo o la ceguera del asesino se reflejan en su obra”, escribió Ómar Ortiz en 1978, a propósito de su serie Cotidiando Transeúnte, que pasó por la sede del Círculo de Periodistas de Bogotá.

Sus trabajos han pasado por Europa, Estados Unidos y América Latina; sus enseñanzas por las aulas de la Universidad Nacional y la Pedagógica; él sabe que ya tiene calidades para ser calificado como maestro del oficio. Pero su día a día es igual desde hace más de tres décadas. Desde la mañana en su taller de la Avenida Jiménez con carrera 6ª, entre serigrafías, grabados, lienzos y carboncillos, rebuscando en los pliegues de la conciencia para “extraer la esencia estética de todo lo que nos afecta, exalta o envilece”.

Una búsqueda que ahora lo lleva a los terrenos de la justicia, con personajes que no evidencian sus rostros pero dejan entrever el alcance de su mirada. Una obra que hasta la próxima semana estará en el Palacio de Justicia —sitial de honor que sólo había abierto sus puertas al arte para Doris Salcedo en 2002—, y que espera llevar próximamente a la sede de la Fiscalía General de la Nación y a otros despachos judiciales con un solo propósito: que su expediente artístico logre lo que hace la poesía: “Desentrañar los gritos que se ahogan en la conciencia”.

Por Redacción Cultura

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