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Un Drácula exorcizado

La película ‘El último carnaval’ estuvo inspirada en la vida de este hombre, que llegó a creerse el verdadero conde de los vampiros.

Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado especial, Barranquilla
07 de febrero de 2010 - 03:00 a. m.

Por aquellas ironías del destino, la luz le hace daño. Durante cuatro décadas fingió que sus ojos eran vulnerables a los rayos matutinos. Ahora, cuando ya no porta la indumentaria del conde Drácula, debe salir a la calle con un sombrero y unas gafas oscuras para protegerse del inclemente sol barranquillero.

Esa extraña enfermedad no es un invento de Benjamín García, como sí lo fue el creerse el más famoso habitante de Transilvania. A sus 75 años cumplidos tiene plena conciencia de que nadie logrará el reconocimiento que él tuvo durante aquellas legendarias jornadas del Carnaval de Barranquilla, cuando al lado de la más bella siempre estaba, como dice él mismo, “el más maluco y siniestro de todos los personajes”. Un documental, una película llamada El último carnaval, protagonizada por Jorge Cao, y cientos de notas en radio, televisión y medios impresos confirman que Benjamín era el número uno. No en vano aún voltea cuando en la calle le gritan “¡Conde!”.

Su acercamiento con esta extraña mezcla entre humano y vampiro originario de los Cárpatos se produjo desde muy pequeño. Antes de los quince leyó la novela de Bram Stoker, detalló las cintas protagonizadas por Bela Lugosi, Christopher Lee y Gary Oldman, entre muchos otros actores que lo han personificado, y repasó cada una de sus manías. De esta manera se fue acercando a lo que sería su destino.

“Desde la última vez que me disfracé de Drácula han pasado muchas cosas. Me jubilé, aparté todo lo relacionado con el esoterismo y estoy dedicado a Cristo. Representar a ese personaje me trajo cosas buenas, pero también muchos problemas, porque llegué a identificarme tanto con el disfraz, que terminé creyéndome el cuento. Incluso hubo un tiempo en el que yo me fijaba en el pescuezo de las mujeres, en lugar de estar pendiente de sus ojos, su rostro, sus glúteos”, manifiesta Benjamín García, quien reconoce, además, que se encontró en el camino con varias mujeres masoquistas a las que les gustaba que las despidiera con un mordisco.

Cuando empezó a hacer el personaje se ponía unos colmillos de yuca, pero todo el tiempo tenía que andar con un vaso de agua porque se le secaban y le maltrataban la boca. Su afinidad con el personaje fue tal que se mandó a sacar dos dientes para hacerlo más real, porque se le veían los colmillos más grandes. Con sus primeros ahorros se hizo una prótesis de la que se desprendió hace algunos años. Sin embargo, se dio cuenta de que algo no funcionaba bien cuando compró un ataúd para dormir en él y que su armario estaba intacto porque sólo se vestía con camisa blanca y capa negra, así no estuviera en época de carnaval.

“Yo había leído varios libros de psiquiatría y de psicología y me di cuenta de que estaba teniendo unos trastornos de pensamiento, porque el personaje estaba afectando mi realidad. Esa situación me mandó al psiquiatra y ahí el médico me dijo que mi consciente era de Benjamín García, pero el inconsciente era de Drácula. Casi me vuelvo loco”, dice sin vacilar este hombre que, hoy por hoy, piensa que el vampirismo fue popular en los tiempos de antaño, pero cuando llegó Thomas Alva Edison se acabó la oscuridad y con ella se fueron aquellos malos espíritus. Ahora, dice, los únicos vampiros son los humanos chupasangre, los bancos y los agiotistas.

La edad lo puso en su sitio y, como no quiso verse como un Drácula muy maduro, dejó a un lado al personaje. Botó todo lo relacionado con lo sobrenatural, se olvidó del traje y los dientes y se aventuró a perfeccionar otras actividades artísticas, como la magia. Ahora es el mago Kalimán el que le recuerda que nació para estar en escena y el que le permite hipnotizar al público, ya no con ojos medio diabólicos, sino con la habilidad de sus manos.

Del Carnaval de Barranquilla, evento que está por comenzar y que hace unos años fue declarado Patrimonio de la Humanidad, quiere saber poco. Esos instantes calurosos en la Vía 40 portando su disfraz de Conde Drácula quedaron en el pasado. Hoy, Benjamín García dice que le da miedo salir a la calle, porque qué tal que le echen espuma y se le complique su enfermedad en los ojos, y por eso prefiere verlo por televisión. Qué ironía.

Por Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado especial, Barranquilla

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