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Diario de una prepago

Katalina Boham quedó tan marcada por la experiencia de vida de Ale G., una joven ex prostituta cartagenera. 

El Espectador
26 de febrero de 2010 - 09:57 p. m.

¿Cómo conoció a Ale G.?

Ella pensó que su historia era interesante y se la propuso a Gustavo Nieto Roa. Él estaba muy ocupado con su compañía, entonces me lo entregó para desarrollarlo.

¿Por qué esta niña quiso escribir su historia?

Tenía la necesidad de desahogarse. Ella llegó de Cartagena sola, no conocía a nadie y su familia había muerto en un accidente. Esta fue su forma de catarsis.

¿Cómo consiguió hacerse conocer en este medio?

Es tan fácil como entrar a internet, buscar agencias de acompañantes y saldrá una amplia lista. Les consiguen visa, les dan el dinero, todo. Tienen una publicidad impresionante y las ganancias por esta práctica lo son aún más.

¿Y por qué terminó enredada con la mafia japonesa?

Cuando llevaba un buen tiempo en el negocio había conseguido mánager, él le sugirió que se fuera para Japón, donde las latinas son muy apetecidas. Su objetivo era conseguir mucho dinero y lo hizo, pero tuvo problemas y terminó siendo buscada por la policía y por la misma mafia.

De la historia de Ale G. que más le impactó.

Un día tuvo que hacer un servicio a una persona que le gustaba el sadomasoquismo, que casi la mata. Lo peor era que este señor pensaba que ella suplicaba que se detuviera por placer, no entendía que ella estaba tan lastimada que casi se desangra.

¿Ella a qué se dedica ahora?

Está terminando una carrera y ya no es prepago. Ella tuvo claro siempre que conseguiría el dinero suficiente para poder llevar una vida normal y se retiraría del negocio.

¿Por qué decidieron llevar el libro al cine?

Ha tenido buena acogida, los comentarios que se han hecho acerca del libro son muy buenos, la misma gente nos aconsejó llevarlo a las salas de cine.

¿Qué debería hacer el Gobierno para ponerle final a esto?

Ni siquiera controlan lo que muestran en las novelas de la noche.

Usted estudió en México, ¿cómo es esta situación allá?

La situación es la misma. Los traquetos, las “niñas de protocolo”, incluso se encuentra uno con algunas colombianas que están en este negocio.

Lo peor del mundo de la prostitución.

Terminar vendiendo el cuerpo por una miserableza. Por tomar una mala decisión. Ale G. terminó en una isla llamada Saint Marteen, donde tuvo que acostarse con miles de clientes sólo por un dólar.

El problema más grande que genera esta práctica.

La mujer ha luchado mucho por sus derechos. Con la prostitución nos estamos yendo para atrás, no podemos pedir respeto si no nos respetamos.

Su próximo libro.

Se llama Hija en alquiler, se trata de mamás que prostituyen a sus hijas de 5 u 8 años con hombres que son pederastas.

Por El Espectador

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