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El camino al crecimiento poscrisis

PASARON UNOS 18 MESES DESDE QUE estalló la crisis financiera, y 12 meses desde que el pánico comenzó a ceder.

Michael Spence*
01 de mayo de 2010 - 11:59 p. m.

Si bien la recuperación en los países avanzados sigue siendo frágil, los en desarrollo parecen haber capeado el temporal. El crecimiento en China e India regresa a los niveles previos a la crisis, el de Brasil aumenta tras una marcada caída y el comercio de los países en desarrollo rebrota.

Abundan las razones para esta notable resiliencia y sirven de guía. Cuando estalló la crisis, salió capital de los países en desarrollo para apuntalar los balances afectados en los países avanzados. El crédito se ajustó marcadamente. Pero las respuestas rápidas de los bancos centrales de los países en desarrollo, en colaboración con bancos domésticos relativamente saludables, impidieron un congelamiento grave del crédito.

Es más, las reservas acumuladas en la década anterior, en muchos casos, fueron utilizadas para compensar parte de la salida de capital. Los balances de los bancos se habían fortalecido después de la crisis financiera de 1997-1998, y no resultaron afectados por los activos sobrevaluados y los títulos derivados complejos que causaron gran parte del daño a las instituciones financieras de los países avanzados.

El apalancamiento fue menor en varios sectores. Las instituciones financieras —y, más importante aún, los hogares— tenían menos deuda en relación con los activos y los ingresos. En las economías avanzadas, los principales mecanismos para trasladar el daño en los balances a la economía real fueron el racionamiento del crédito y la reducción del consumo debido a la pérdida de patrimonio neto de los hogares. Ambos factores fueron más discretos en las economías en desarrollo.

Por supuesto, las caídas rápidas de los valores de los activos tuvieron un impacto durante unos pocos meses, pero, con menos apalancamiento, el impacto en el patrimonio neto fue menor y el consumo doméstico resultó menos vulnerable. En suma, la crisis se originó en un problema de balances, al que los países en desarrollo estuvieron menos expuestos.

Todos los países en desarrollo fueron testigos de una gigantesca caída en el comercio —mucho mayor que la de ingresos y producción—. El comercio rebotó relativamente rápido en la segunda mitad de 2009. Pero el efecto inmediato se vio mitigado de alguna manera por una marcada depreciación de casi todas las monedas causada por las salidas de capital.

La excepción fue China, donde el renminbi se mantuvo estable contra el dólar, causando una apreciación inicial contra casi todas las otras monedas. Esa configuración se ha revertido en gran medida en los últimos nueve meses conforme los flujos internacionales de capital, impulsados por las oportunidades de inversión y los retornos, regresan a un patrón más normal. Es probable que China pronto reanude su política de apreciación controlada previa a la crisis.

Con certeza, los países en desarrollo difirieron —muchas veces marcadamente— su capacidad para aplicar un estímulo fiscal con el fin de contrarrestar la pérdida de demanda externa. No obstante, muchos fueron capaces de, por lo menos, aplicar algunas medidas contracíclicas sin desestabilizar sus finanzas públicas.

Si bien la resiliencia en los mercados emergentes, sus respuestas mediante políticas rápidas y efectivas, y las recuperaciones aceleradas son señales alentadoras para la economía global, la inestabilidad en las economías avanzadas y el sistema financiero relativamente sin regular siguen siendo motivo de preocupación. La re-regulación y los esfuerzos internacionales para coordinar respuestas políticas llegado el caso pueden reducir las probabilidades de inestabilidad, pero el trabajo tendrá que ser terminado y verificado antes de que se genere confianza real. Mientras tanto, primará una postura un tanto conservadora y defensiva.

Esto implica que los países en desarrollo probablemente conserven una titularidad doméstica sustancial de sus instituciones financieras nacionales. La “securitización” (y el sistema bancario en la sombra) será sencilla y procederá a un ritmo medido mientras se da forma y se somete a prueba un nuevo marco legal y regulatorio.

Es más, como la dependencia de las finanzas extranjeras da lugar a claras vulnerabilidades, los países en desarrollo intentarán financiar la inversión principalmente a partir de ahorros domésticos, limitando así el volumen de sus déficit de cuenta corriente. Y, como no hay ninguna razón estratégica para tener grandes superávit, mantener un balance razonable de la cuenta corriente parece ser el curso de acción preferido. En cualquier caso, limitar la interdependencia financiera es la estrategia prudente y el resultado factible.

Sin embargo, el pilar básico del crecimiento alto sostenido ha sido el apalancamiento del conocimiento y la demanda de la economía global. Eso sigue siendo válido. De manera que, si bien un crecimiento reducido en los países avanzados durante un período prolongado implica que una estrategia orientada hacia afuera tal vez no produzca resultados tan espectaculares para los países en desarrollo, las estrategias alternativas son peores.

De hecho, los temores por el creciente proteccionismo en un contexto de bajo crecimiento son fundados. Los países en desarrollo más grandes deben asumir un rol de mayor trascendencia a la hora de relajar las medidas proteccionistas que trajo aparejadas el uso expandido que hicieron de la billetera pública. Esto es particularmente importante para los países en desarrollo más pobres y más pequeños en los que el consumo interno y la inversión son un sustituto pobre para la demanda global.

Al mismo tiempo, el énfasis renovado en maximizar el potencial del mercado interno para impulsar el crecimiento y la diversificación estructural es una lección útil de la crisis. Aquellos países en desarrollo que mantengan un entorno macroeconómico estable, una mentalidad contracíclica y un progreso sostenido en materia de gobernancia, educación e infraestructura prosperarán.

El crecimiento de los países avanzados puede ser menor durante un tiempo, pero los factores compensatorios que han surgido representan la lección más importante de la crisis. El comercio interno de los países en desarrollo se está expandiendo y los países grandes están recuperando el crecimiento rápidamente. Por cierto, China está ingresando en una transición de ingresos medios que con el tiempo creará un espacio considerable en la industria y los servicios que requieren mucha mano de obra, conforme el país evoluciona estructuralmente y se aparta de estos sectores.

* Premio Nobel de Economía en 2001.

© Project Syndicate 1995–2010.

Por Michael Spence*

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