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De Íngrid a Florence

Florence Cassez, una joven francesa detenida en México por secuestro, se convirtió en la nueva causa de Nicolás Sarkozy.

Ricardo Abdahllah / París
08 de mayo de 2010 - 09:00 p. m.

En la tarde del jueves 6 de mayo, doscientas personas se reunieron en la plaza central de Lille, la capital de la Región Norte de Francia para hacer un doble flashmob (muchas personas haciendo una misma acción en un lugar público). Uno, de músicos que cantaron al unísono, y el otro, de deportistas que corrieron alrededor de la plaza. La chica de la fotografía que la mayoría de los presentes llevaba en el centro de sus camisetas naranja se llama Florence Marie-Louise Cassez.

Tiene 36 años y hace cinco está detenida en una prisión de México cumpliendo una condena de 66 años por complicidad en secuestro. Sin embargo, las incoherencias en su proceso elevaron lo que parecía una operación exitosa de la Policía mexicana a uno de los episodios más polémicos e incómodos en las relaciones diplomáticas de México y Francia.

De hecho, durante una visita de Estado de Nicolás Sarkozy al presidente mexicano, Felipe Calderón, en abril de 2009, el mandatario galo tensó el encuentro por su constante referencia al tema. La idea de la visita era sellar acuerdos energéticos y comerciales, pero Sarkozy insistió en todos sus encuentros en la posibilidad de que Cassez pagara su pena en Francia. Se lo pidió a Calderón, habló del tema en los medios e incluso en el Senado mexicano.

Su petición cayó en oídos sordos. Según le respondió Calderón al final de la cita: “Lo que preocupa a las familias de las víctimas, y a mí como presidente, es que Francia busque reservarse el derecho a que su justicia modifique, reduzca o incluso anule la condena a Florence Cassez”. El presidente francés no consiguió su objetivo y no tuvo más remedio que regresar a París sin éxito. “Hemos decidido con el presidente Calderón establecer un grupo de trabajo jurídico”, anunció en una rueda de prensa conjunta.

El grupo se disolvió a los pocos días y del tema no se volvió a hablar hasta hace dos semanas, cuando la defensa de Florence Cassez reveló una carta, con fecha del 2 de marzo de 2007, en donde la Policía mexicana reconoce que la captura de Florence Cassez había sido una puesta en escena realizada en un lugar diferente al de su detención original.

Desde ese día las esperanzas de lograr la libertad de la francesa revivieron. Al igual que en los tiempos en que la ciudadana colombo-francesa Íngrid Betancourt estaba secuestrada por las Farc, el presidente francés asumió el caso de Florence como una causa personal. Según fuentes del Elíseo, la sede presidencial francesa, la carta donde se reconoce “oficialmente” el montaje del arresto servirá para que el equipo de abogados pida la reapertura del proceso ante la Corte Suprema de Justicia de México.

En eso trabajan acuciosamente los abogados de Florence, detenida en la cárcel femenina de Tepepán. Los mexicanos Horacio García y Agustín Acosta, y el francés Franck Berton, experto en “casos imposibles”. En un restaurante de París suena el teléfono de Berton. El nombre en la pantalla es una combinación de letras y números que hacen pensar en el nombre de algún rapero. Berton lo muestra orgulloso y se levanta de la mesa para contestar. Dice: “Lo escucho, señor presidente”. Es Nicolás Sarkozy que quiere saber cómo va el caso.

Como consecuencia del desinterés del gobierno de Jacques Chirac, quien estaba en el poder cuando Florence fue detenida, los Cassez no habían intentado contactar al presidente Nicolás Sarkozy, pero gracias a los oficios de Berton y del diputado Thiery Lazaro, destacado miembro del partido de gobierno, bastaron menos de dos semanas para que los Cassez fueran recibidos en el Elíseo.

Ya Sarkozy había logrado la liberación de los seis miembros franceses de la tripulación de la misión humanitaria El arca de Zoe, acusados de tráfico de menores en Chad; de las enfermeras búlgaras detenidas y torturadas en Libia y de dos periodistas franceses detenidos por el ejército de Nigeria cuando intentaban entrevistar a guerrilleros de la rebelión Touareg. Más aún, los esfuerzos internacionales de Sarkozy fueron clave para mantener el interés en el caso del secuestro de Íngrid Betancourt.

Compañeras de tragedia

Charlotte y Bernard Cassez, padres de Florence, insisten en la inocencia de su hija y han organizado varias manifestaciones y grupos de apoyo para pedir su libertad. Durante todos estos años han recibido la ayuda de miles de franceses, e incluso de la familia Betancourt. El pasado 12 de diciembre, Astrid Betancourt y Yolanda Pulecio protestaron junto a los Cassez y varios senadores, alcaldes y miembros de los comités de apoyo frente a la embajada mexicana en París.

Pedían la revisión del proceso o al menos que en cumplimiento de los acuerdos bilaterales vigentes, Florence pudiera cumplir su pena en Francia. Una convención de 1983 prevé la posibilidad de transferir a un detenido francés de México a Francia o a un mexicano a su tierra natal.


Ese día, Yolanda Pulecio hizo saber que su hija, Íngrid Betancourt, estaba al tanto del caso. “Sé lo que es esperar a una hija. Sé lo que es preguntarse si podrá soportarlo. Sé también lo reconfortante que es tener al lado gente en la que uno pueda apoyarse”, dijo aquel día Yolanda Pulecio.

– “Claro, no es el mismo tipo de caso”, dice Charlotte.

– “No”, dice Bernard. “Íngrid era rehén de unos bandidos que... O a lo mejor sí, también Florence es una rehén”, piensa.

Durante años centenares de ayuntamientos en Francia exhibieron en su fachada retratos gigantes de la rehén colombiana. Luego de su liberación, muchas de ellas los cambiaron por frases más generales, como esta: “París se compromete con la libertad de todos los rehenes del mundo”, que se exhibe en la capital. En el norte, sin embargo, han ido instalándose retratos de Florence y así como el cantante Renaud dedicó a la colombiana el tema Dans la Jungle (En la selva), el artista Greg Vega ha liderado varios conciertos con temas en favor de la francesa.

Cuando Betancourt dio su discurso de aceptación del Premio al Coraje Femenino en Montreal, en septiembre pasado, se refirió al caso de Florence pidiendo a las autoridades de México “un juicio imparcial para una persona inocente que simplemente estaba en el lugar equivocado”. Antes de dichas declaraciones, Íngrid estuvo en contacto telefónico con quien llamó su “hermana de cautiverio” y desde entonces ha afirmado estar “muy enterada y muy atenta al caso”.

Y aunque sin dejar de ponerse del lado de Florence, el editorialista de Le Figaro Pierre Rousselin advirtió el riesgo de que el caso Cassez se convirtiera en el eje de las relaciones binacionales “tal como pasó con Colombia durante la retención de Íngrid Betancourt”.

Enamorada de un secuestrador

Charlotte y Bernard Cassez viven cerca de la playa de Dunkerque. Nunca se han mudado fuera de la Región Norte de Francia. Allí se conocieron. Allí nacieron Olivier, primero, Sébastien, un año después y Florence en el 74. La más joven de la familia decidió, el 27 de agosto de 2003, viajar a México en donde vivía su hermano Sébastien y quedarse a trabajar con él. Por medio de correos electrónicos los Cassez se enteraron de que Florance era novia de Israel Vallarta, “un tipo bien, pero casado, amable, como son los mexicanos. Israel dijo que negociaba con autos”, recuerda Bernard. Y remata: “Uno no se imagina lo que esconde la gente”.

Cuando la familia Cassez esperaba la noticia del matrimonio de su hija con Israel, una llamada los llevó al infierno. El 9 de diciembre de 2005 el teléfono de Bernard sonó. Era Sébastien diciendo que habían detenido a Florence. “Estaba muy preocupada, pero la situación no me parecía grave, porque era imposible que eso fuera cierto”, dice Charlotte.

Lo que decían era que la policía había dado un duro golpe a la banda de secuestradores Los Zodiacos, acusados de una decena de secuestros, entre ellos el de un menor de edad. Entre los capturados estaban el líder de la banda, quien era nada más ni nada menos que Israel Vallarta y su compañera, la ciudadana francesa Florence Cassez.

“Era una niña encantadora”: Charlotte Cassez

Charlotte Cassez, madre de Florance, lleva siempre una fotografía de su hija a las marchas. “Mire, tengo una foto para que vea cómo era ella cuando niña”, dice. Es la misma que cuelga en el corredor de su casa, ubicada en el norte de Francia. “Claro que no recuerdo la fecha exacta en la que el retrato fue tomado”, dice con un dejo de nostalgia. “¿No es una niña encantadora?”, dice. En la foto, Florance debía tener siete años. Tiene una pañoleta alrededor del cabello recogido y una sonrisa que deja ver que le falta un diente.

“La otra noche soñé que podía sacarla de la cárcel”, dice Charlotte. “Éstábamos en su celda y comenzábamos a caminar. No había puertas ni rejas, yo no lograba llevarla hasta la calle, pero avanzábamos y avanzábamos”.

“Queda la opción de los tacos de dinamita para volar la prisión y llevárnosla de allí, aunque se necesitaría mucha gente”, dice Bernard. Y luego reflexiona: “No, las cosas nunca son así de fáciles”.

Por Ricardo Abdahllah / París

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