Maestro Bernardo Hoyos, salud

Que lucida tan titina se pegaron su señoría y la emisora de la Tadeo con el CD en honor de su paisano Barba-Jacob. Como Amparito Grisales en sus mejores días —y aun en su espléndido ocaso—, ese CD con 27 voces colombianas no tiene presa mala. El matemático Isaza, el rector, debe estar que brinca en una raíz cuadrada. O en un logaritmo. O en alguna fórmula de Einstein.

Óscar Domínguez / Especial para El Espectador
08 de diciembre de 2008 - 10:00 p. m.

Mejor celebración de su premio Simón Bolívar —se estaban demorando en otorgárselo— no se pudo haber inventado con ocasión de los 25 años de la HJUT 106.9 (donde muchos seguiremos extrañando las noticias de la BBC de Londres de las 10 de la noche). Ni que hubiera sabido lo que le venía pierna arriba en materia de premios.

Sólo le faltaron las voces del Papa, el maestro Angulo, el dueño de una pirámide y  García Márquez para “decir” (el verbo que decidió escoger en la presentación) algunos de los poemas de don Ricardo Arenales.

Hasta el maestro Fernando Botero, acosado estos días por los alcabaleros italianos, aportó su cuota: un dibujo a lápiz del atormentado Barba, biografiado por el terrible Fernando Vallejo, quien con su voz de montañero perpetuo nos “dijo” su Lamentación de octubre.

(Si no invitó al presidente Uribe a leer alguno de los versos, fue porque al hombre habría que empezar por explicarle que Barba-Jacob no es ningún militar al cual hay que exigirle que agarre ya, de donde sabemos, al cacofónico Mono Jojoy y amiguitos).

Un colega de Barba, don Belisario Betancur, el marido de Dalita, prestó no sólo su voz arzobispal para recitar (para no reincidir en el decir) La canción de la vida profunda. También aportó un pequeño ensayo para enriquecer lícitamente el CD que sigue la tradición creada por el productor Howard Sackler, según nos recuerda en su presentación.

El frecuente invitado a la emisora, el pota Cobo, dejó de mechoniarse con los nadaístas y deleitó al respetable con Estancias.

Estuvo más bien parco a la hora de su protagonismo en el CD, maestro Bernardino: con su voz de locutor estrella de la BBC, nos deleitó con tacaños treinta segundos —ni uno menos— con la Cancioncilla.

Hay hallazgos felices en ese popurrí de voces: Octavio Arizmendi (La tristeza del camino) todavía no había pulido su voz de monseñor del Opus Dei en el asfalto.

Que no falten otros ilustres paisanos y colegas suyos y de Porfirio a la hora de lucirse: el transeúnte Rogelio Echavarría y Darío Jaramillo Agudelo.

Muy buenos los 4’42 segundos del maestro Álvaro Mutis con su Balada de la loca alegría.

Al poeta santarrosano le habría gustado la interpretación que brinda el poeta William Ospina de fragmentos de Acuarimántima.

Y quién se iba a imaginar que el académico de la luenga lengua, don Daniel Samper Pizano, tenía vena de “decidor” de versos. No se petaquió la Lamentación de octubre, justo es reconocerlo.

Sorpresa grata, la de doña Martha Senn, la de ojos miel, contándonos el Árbol viejo.

Claro que para mi gusto, el sobresaliente entre todas esas voces es la bogotanísima de Gonzalo Mallarino Botero.

Fue una nota, como decimos los jóvenes que marcamos con el seis adelante, volver a escuchar al maestro Abelardo Forero Benavides en su Canción de la soledad.

El sonido del CD muy bueno, para qué. “Confieso que he vivido” pero confieso que me habría gustado alguna buena música de fondo.

Espero que se vendan hartos CD para que se nutra el Centro Cultural Porfirio Barba-Jacob de Santa Rosa de Osos.

Muy agradecido, muy agradecido, por el anticipado regalo navideño.

Por Óscar Domínguez / Especial para El Espectador

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