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Matrimonios serviles

Muchas mujeres viajan a otro país en busca del amor y terminan convertidas en víctimas.

Diego Alejandro Alarcón R.
13 de diciembre de 2008 - 10:00 p. m.

Hace dos semanas Camila* vivía en el infierno. Pasaba los días haciendo oficios caseros y en las noches dormía con un hombre al que no quería ver ni tocar. Permanecía atrapada en un país extranjero, en una bruma emocional que ya le estaba trastornando la memoria. A sus 27 años, dice, parecía haber olvidado todo lo que vivió después de cumplir 15. “A veces sentía que no sabía quién era. De repente me acordaba que tenía una hija. El psiquiatra me dijo que era un mecanismo que mi cerebro utilizaba para defenderme de la realidad”.

La historia de Camila es una extraña combinación de coincidencias, necesidades y engaños. Fue víctima de un matrimonio servil, una de las modalidades del delito de trata de personas.

En Bogotá se dedicaba a estudiar teatro y trabajaba para una empresa de telefonía celular impartiendo asesorías para el uso de equipos que entraban al mercado. Su contrato terminó al comienzo de este año y entró a engrosar la lista de desempleados.

Desde Chile, Juan Fernando* le insistía en que fuera a vivir a su país. Se habían conocido a través de internet. No se trataba de un romance. Camila veía en Juan Fernando simplemente a un buen amigo, alguien que nunca le faltó al respeto, que tenía un hermano en un puesto alto de una importante programadora de televisión y que desde la distancia le cantaba a su hija de ocho años.

“No tenía razones para sospechar. A mi hija le agradaba y me parecía una persona sincera. Le dejé en claro que si aceptaba su ofrecimiento no sería para ser su mujer, que recibiría su ayuda mientras me establecía. Hablé con el papá de mi hija para que diera la autorización y poder llevarla conmigo. Él aceptó porque veía una buena oportunidad, compré los pasajes y volé”, cuenta Camila, consciente de que ese viaje, en julio pasado, fue el comienzo de su calvario.

Juan Fernando la recibió en el aeropuerto y la llevó a su casa. Dos días después, cuando Camila planeaba una salida en procura de trabajo, él puso llave a las puertas y, ante el alegato de la mujer, reaccionó violentamente y le propinó una paliza. Entonces ella comenzaba a darse cuenta de que el paraíso que aquel hombre le habían descrito detrás de una pantalla no era cierto, jamás existió.

Lo que vino fue para Camila una pesadilla de la que no podía despertar. El hombre comenzó a imponer sus reglas, la chantajeaba diciendo que él era familiar de un ex dictador y se ufanaba de tener amistades en las filas del ejército. “Si te vas, de seguro no te va a gustar lo que todo un contingente de soldados haría con tu hijita”.

Aunque en materia de trata de personas delitos como la explotación sexual, la prostitución infantil, la pornografía de menores y el tráfico de órganos generalmente son los que captan la mayoría de las miradas, se calcula que los matrimonios serviles agrupan el 9% de los casos de trata que se presentan en el país.

Básicamente, el fenómeno se da cuando un vínculo afectivo, no necesariamente un matrimonio formal, se vuelve un pretexto de explotación, posesión y acompañamiento forzado de las personas, que como en el resto de los delitos de esta índole tiene en las mujeres sus principales víctimas. Son obligadas a convivir con hombres que las maltratan, a ser sus sirvientas, a satisfacerlos sexualmente y a permanecer recluidas en un lugar en contra de su voluntad.


Óscar Gómez, el director de la Fundación Esperanza, una organización que nació hace 13 años con la misión de prevenir y reivindicar los derechos de los migrantes colombianos, sostiene que el tema de los matrimonios serviles no es tan recurrente ni conocido, porque a diferencia de la trata de blancas es raro encontrar una maquinaria criminal que promueva el delito. “En este asunto, la gran mayoría de veces ocurre de forma individual”.

La Fundación Esperanza fue la que le tendió una mano a Camila luego de que en un descuido de su verdugo logró escapar y buscar ayuda en un centro de atención a la mujer maltratada de Chile. Gracias a la colaboración de organizaciones internacionales logró volver a Bogotá, donde ahora recibe atención médica y psicológica.

Lina Parra, coordinadora de atención de la Fundación, aclara que los casos de matrimonios serviles ocurren en gran parte gracias a que, por medio de agencias matrimoniales y páginas web que cumplen una función similar, las mujeres quieren mejores oportunidades en otros lugares del mundo y el matrimonio con un extranjero es una excelente alternativa para una estancia legal en el país de destino.

“Recuerdo el caso de una mujer que viajó a España para casarse con un hombre que conoció por internet. Efectivamente sí se casaron, pero luego del matrimonio su esposo cobraba dinero a sus amigos para que tuvieran sexo con ella”, comenta Lina Parra desde su despacho en la Fundación Esperanza.

Pero, ¿qué hacer para prevenir la explotación y el abuso?, ¿cómo saber cuándo una persona que busca pareja por internet tiene intenciones perversas?

“Eso es imposible, el riesgo siempre va a existir”, sentencia Amparo Arias, la dueña de un portal web dedicado a la búsqueda de parejas. Ante el peligro lo mejor, asegura, es informar a la familia el destino del viaje (incluidas las direcciones y los teléfonos), enterarlos de todos los datos de su futura pareja y tener conocimiento de cuál es el consulado de su país más cercano al punto en que se va a instalar.

Actualmente Camila cuenta su historia en una de las salas de la Fundación Esperanza. Dice que tiene que tomar pastillas para conciliar el sueño, que el comportamiento de su hija cambió tras ver las palizas que aquel hombre propinaba a su madre, que se le cae el pelo inexplicablemente, que se encuentra sin trabajo y la espera de no haber contraído una enfermedad de transmisión sexual, luego de pasar los cinco meses más penosos de su vida.

*Nombres y lugares cambiados por petición de la fuente.

Por Diego Alejandro Alarcón R.

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