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Ad portas de la última función

Los múltiplex de los centros comerciales y la piratería  llevaron  al tradicional teatro Teusaquillo a la ruina.

Carolina Gutiérrez Torres
21 de junio de 2008 - 02:57 a. m.

La historia de una mujer que murió degollada por su esposo en plena sala del teatro Teusaquillo, cuando la luz aún estaba apagada y el sonido de la película retumbaba en todo el salón, llegó a oídos de Ómar Lara en 1999, cuando su padre compró el teatro. Ese año se cumplía medio siglo del nacimiento de este lugar, que en un comienzo fue propiedad de la Metro Goldwyn Meyer y luego pasó a manos de Film Board.

Lara ya conocía los pasillos y las salas del Teusaquillo porque su familia, originaria de Ecuador, había estado siempre en el negocio del cine. Mauro Lara —su padre, quien falleció el pasado 11 de junio— fue gerente de Columbia Pictures y Warner Bross durante muchos años y en diferentes países. Vivieron un tiempo en República Dominicana, luego en México y finalmente se establecieron en Colombia. En este país, años más tarde, tanto padre como hijo se comprometerían con la quijotesca tarea de salvar el teatro Teusaquillo de la ruina, que llegó con la construcción de las salas de cine múltiplex y con el auge de la piratería de videos.

Cuando la familia Lara compró el teatro, todavía quedaban vestigios de la fama y la popularidad de este sitio, donde se proyectaron los grandes clásicos del cine norteamericano. El Teusaquillo —explica Ómar Lara—, como la mayoría de los teatros en todo el mundo, fue creado para estrenar las mejores producciones de Hollywood. Pero con el tiempo —más o menos hacia el año 2000— Cine Colombia comenzó a construir, en los centros comerciales, múltiplex con siete y ocho salas de cine. “Eso nos mató a nosotros, la competencia fue muy dura. La gente prefería la seguridad y la comodidad de los centros comerciales. Los teatros clásicos, de una o dos salas, quedamos en el olvido”.

Atrás quedaron las filas interminables “que daban la vuelta a la manzana”, para entrar a alguna de las tres funciones: matiné, vespertina y noche. No se volvieron a vender entradas con horas y horas de anticipación, y las sillas rojas permanecían vacías. Tanto padre como hijo idearon estrategias para no caer en la ruina. “Decidimos sacar el producto comercial y traer sólo cine arte, cine independiente, porque esa clase de películas no las ofrecía ningún teatro”.

En pleno proceso de recuperación llegó Ómar Lara a administrar el teatro. Era el primero de agosto de 2003. Su padre y toda su familia se reunieron en el hall del Teusaquillo. “Ómar, aquí te entrego nuestro teatro, haz lo mejor que puedas con él”, le dijo su padre. Cuando Lara habla de ese momento hace una pausa y segundos después retoma la conversación para


explicar que el mal estado económico en el que se encuentra el teatro ahora no quiere decir que le haya incumplido la promesa a su papá. “Yo lo saqué adelante un tiempo, pero hoy es insostenible”.

Fue en el año 2004 cuando la estrategia del cine independiente dejó de ser exitosa. Las películas que ellos proyectaban, también comenzaron a ser presentadas en los cines de los centros comerciales. “Los distribuidores que nos traían el cine arte ya no nos lo daban a nosotros, se lo entregaban a otros circuitos que representaban más dinero. Además, ese año la piratería se empezó a meter con el cine independiente y eso nos terminó de matar”.

El viejo teatro, que conserva la misma fachada desde hace 62 años y que sólo sufrió unos cambios cuando la familia Lara lo compró y decidió quitar la confitería del hall, fue puesto a la venta. El precio: 900 millones de pesos.

“Mi papá, con su intensidad de no venderlo, lo mantenía con su plata. Tenía mucha nostalgia de entregar el teatro que con tanto esfuerzo compró, pero negocios son negocios. El Teusaquillo sólo nos deja pérdidas y no queda otro remedio que venderlo”. Ómar Lara ya ha escuchado algunas ofertas, pero todavía no se cierra el negocio, porque este sitio es considerado bien de interés cultural y su fachada no puede ser reformada. Sin embargo, Lara está haciendo todos los trámites necesarios para que la casa pueda ser demolida totalmente.

Detrás del terreno están una cadena hotelera y una empresa de parqueaderos. Mientras se concreta el negocio, el teatro Teusaquillo sigue siendo el escenario de un cine club dirigido por su dueño. Diariamente, diez o doce personas, casi siempre jóvenes o viejos, llegan a la sala de cine donde una vez una mujer fue degollada por su marido. Seguramente nunca han oído hablar de esa historia y seguramente, también, desconocen que en poco tiempo es probable que el viejo edificio cierre sus puertas.

El padre de la familia Lara

Mauro Lara Oña, uno de los dueños del Teusaquillo y el que más luchó porque este teatro no se hundiera en las deudas, falleció el pasado 11 de junio a los 69 años de edad. Lara nació en Quito, Ecuador, donde desde temprana edad se fue vinculando al mundo del cine. Llegó a Colombia en 1981 como gerente general de Fox-Columbia Pictures of Colombia. En marzo de 1989, junto a su familia, creó L.D. Films Ltda., una empresa que durante diez años se dedicó a la distribución del material de Fox y a la adquisición de cine independiente. Durante sus últimos ocho años fue el representante para Colombia de la firma 20th Century Fox.

Por Carolina Gutiérrez Torres

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