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Ajedrez como estrategia de paz

Daniel Mauricio Rodríguez Pineda, un apasionado al juego de los reyes. Este aficionado asegura que con la práctica de este deporte se recuperan espacios de paz, se estimula otra clase de relaciones entre los ciudadanos, se educa diferente a los niños y se da la oportunidad de construir una sociedad más sana. Es un deporte que recupera  espacios públicos y reúne a gente de distintas edades.

Mónica Sarmiento Duque/ Colaboración del lector
29 de julio de 2008 - 11:18 p. m.

La ‘Operación Jaque’ tan en boga en las últimas semanas también ocurre en la mente de un colombo español con acento paisa llamado Daniel Mauricio Rodríguez Pineda. Desde sus tiempos de universidad los tableros de ajedrez son su pasión. Es licenciado en Educación Física de la Universidad de Antioquia y en su alma mater participó activamente en el club de ajedrez que exigía el deporte ciencia como un crédito académico.

Quizás en ese momento nació esta operación no secreta para combatir la guerra, estimular el desarrollo de los dos hemisferios cerebrales y llevar el ajedrez al parque como un modo de socialización que recupere los espacios públicos y que reúna a la gente de todas las edades alrededor de un juego, que según Rodríguez Pineda, contribuye a bajar los niveles de deserción escolar y a erradicar la pereza, uno de los vicios más arraigados en nuestra sociedad.

Este maestro titulado en Cuba en 1983 buscó un referente común para su Antioquia natal. Encontró así el Río Negro que bordea a Pacho, Cundinamarca, en la vereda Las Huertas, un verdadero paraíso ecológico donde se confunden el olor de las naranjas, la panela y el café con el sonido del agua que abunda en este vecindario de la quebrada El Balzal. Desde ahí, este hombre de negocios de la Embajada de España en Colombia  proyecta hacer jaque mate a la inercia.

Su creación, Escudea internacional, busca integrar tres frentes de acción. El primero de ellos, incluir al ajedrez como cátedra obligatoria en la escuela, el segundo llevar el ajedrez al parque y por último aprovechar las nuevas tecnologías para ampliar la difusión de esta práctica en el lenguaje democrático que es posible a través de la globalización de las comunicaciones.

Su afición por el ajedrez es más que una pasión que se vive y se siente en todo el entorno de su casa diseñada como un tablero. Muestra de ello son también su colección de 1.500 títulos sobre el tema y la edición de cartillas que buscan facilitar la introducción al mundo del juego ciencia, de las cuales imprimió 35.000 ejemplares de su propio bolsillo.

En medio de pavos reales, especies nativas, el sonido de los nacimientos de agua y la belleza de las heliconias se vive el ajedrez con todos sus referentes. En el bosque de esta sede rural de Escudea es posible encontrarse con ardillas, faras, águilas y búhos que hacen del entorno un remanso de paz que ha construido en los últimos 16 años con la paciencia propia de un ajedrecista y el apoyo de su esposa, Trinidad Ortiz.

Según Rodríguez Pineda, parte de su interés en este tema tiene que ver con que los padres no tienen voluntad suficiente para apoyar a sus hijos en actividades extracurriculares y muchas veces utilizan las clases para encontrar niñeras para sus hijos. Es indispensable que una disciplina como el ajedrez sea un vehículo de comunicación entre las familias, un motivo para la tertulia, el reencuentro y el desarrollo de una  guerra, pero de ideas.

El educador debe retarse y encontrar el método para motivar el aprendizaje en cada caso. Por eso ha dedicado mucho tiempo a la elaboración de sus cartillas con 100 lecciones de ajedrez activo. Él se propone incrementar y elevar la atención, memoria, imaginación, concentración, innovación, creatividad, coordinación, visión mental e intuición. Sus lecciones no van


dirigidas únicamente a estudiantes, sino a docentes con el fin de que algún día se cumpla su sueño de que el ajedrez sea parte del  pénsum escolar. En Alemania se ha incluido al ajedrez como parte del 25% del tiempo dedicado a las matemáticas, con lo cual se han logrado resultados más satisfactorios frente a los estudiantes que reciben el 100% del tiempo en esta asignatura.

El director de Escudea busca practicar la lucha contra el olvido a través de experiencias educativas más coordinadas, placenteras y un aprendizaje que permanezca en el tiempo y pueda ser aplicado a situaciones del entorno del estudiante. “El ejercicio mental fortalece el cerebro y descansa el cuerpo”, agrega para explicar su teoría.

De acuerdo con el maestro Rodríguez Pineda, “repetir la forma tradicional de enseñanza es aniquilar el pensamiento, la toma de decisiones y el desarrollo intelectual de los estudiantes”. Su propuesta es lograr un nuevo perfil de alumnos que investigan, innovan, transforman su contexto y resuelven problemas con sentido común. Su interés no es formar maestros del ajedrez, sino que muchas más personas disfruten de los beneficios que se derivan de su práctica.

Según el director de Escudea, “el ajedrez es la vida en miniatura”. Con su práctica se puede conocer al otro, su fuerza y su debilidad. Así mismo, estimula la resistencia física, el control del sistema nervioso, el autoconocimiento, el manejo de la impulsividad y el dominio de las emociones.

Rodríguez Pineda aspira a que Pacho sea el primer municipio en acoger su proyecto de mesas de mármol con tableros y cómodos asientos que ya están diseñados, para que la gente regrese a la plaza central, recientemente remodelada para convertirla en centro de actividades cívicas. Por el momento la operación jaque, en las tierras donde se inició la primera siderúrgica de Colombia, está en busca de patrocinadores para el montaje del ajedrez en el parque.

Según este amante del juego ciencia, así se recuperan espacios de paz, se estimulan otra clase de relaciones entre los ciudadanos y se da oportunidad de construir una sociedad más sana alrededor de un juego iniciado para distraer a un rey en Persia y por cuya creación el monarca no tuvo manera de pagar, porque el consejero real pidió a cambio de su idea un número imposible de granos de trigo que requería una bodega infinita, quizá como metáfora de la grandeza de la mente humana.

Por Mónica Sarmiento Duque/ Colaboración del lector

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