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Bitácora por el río Bogotá

La capital ha perdido más del 98% de los humedales en los últimos 50 años y los que quedan están en la ribera del río. El referendo es una modificación constitucional que busca garantizar un consumo mínimo vital gratuito, entre otros.

Vannesa Romero Castrillón
04 de agosto de 2008 - 10:43 p. m.

Son las seis de la mañana del viernes 1o. de agosto. El día está un poco nublado. Nos dirijimos a la carretera desvío Chía-Guaymaral sobre el río Bogotá. Allí empezará un recorrido que llevará a un grupo de científicos, periodistas y funcionarios distritales a descubrir las miserias y la belleza, la contaminación y la sobreviviente fauna de una de las venas más importantes, polémicas e históricas de Colombia.

Antes de subirnos a los botes, un “mamo” (cacique en lenguaje arhuaco) llamado Arwua Viku, quien vino directamente desde la Sierra Nevada de Santa Marta a hacer un pagamento, bendijo a su manera la travesía. Con este rito le pedíamos permiso al ‘guardián de la altiplanicie’ o ‘río survaká’  poder navegar por él. El guardián nos daría la seguridad de recorrerlo con confianza. Al entonar una melodía con una concha de caracol, que sonaba como el clamor de un hijo a su padre, comenzó a orar en lengua nativa. De su morral sacó hilos y papeles, junto con piedras preciosas y una concha. Después de guardarlas en una bolsa le pidió a uno de los asistentes que la botara a la orilla del río y vaciara su contenido.

Ya con la bendición del ‘Guardíán’ empezamos nuestro recorrido. Eran las 10 de la mañana. Partimos de Chía nueve barcas expedicionarias donde el agua ya evidencia la presencia de metales pesados como el plomo y el estaño, entre otros. Estos desechos industriales dejan su huella en el leve color café del agua, que desde unos kilómetros atrás ya ha cambiado de olor.

Durante el trayecto, lleno de obstáculos, los capitanes de los botes hablan del buchón, una planta submarina que crece debido a las sustancias químicas utilizadas en los floricultivos. En varios puntos, los tripulantes tuvimos que bajarnos de los botes y llevarlos a tierra para que las hélices no se atoraran con estas matas.

En un tramo, dos de las siete barcas, que pesaban cada una más de 300 kilos, fueron levantadas a pulso para superar dos troncos que atravesaban el río. Con pies, manos y sogas, algunos tripulantes habían intentado soltar el enredo verde. “Se va a gastar toda la gasolina y se va a dañar la transmisión”, gritaban los operarios en la ribera del río.

Los minutos pasaban. Transcurrió más de media hora antes de que hubiéramos podido continuar. La escena la vivimos otras cuatro veces. A pesar de ello, el panorama comenzó a adornarse irónicamente con patos, tinguas y garzas, que nadaban en medio de canecas, balones, bolsas, lonas y todo tipo de materiales desechados por los humanos.

El olor aún era soportable, muy a pesar de que uno de los guías explicaba que por el punto que recorríamos, a la altura de Cota, los vertimientos de tipo industrial como grasas, aceites, metales pesados (cadmio, cromo, cobre, plomo, níquel) y otros


residuos peligrosos, empezaban a enturbiar con mayor crudeza el agua. Según estudios del Consejo Nacional de Política Económica y Social, Conpes (documento Conpes 3320/2004), Bogotá y sus alrededores aportan un poco más del 84% de la contaminación que llega al río.

Ese porcentaje, sumado a las vertientes de material industrial y la inconsciencia de algunos habitantes, han sido determinantes para que el Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida, CNDAV, en colaboración con Ecofondo y organizaciones  ambientalistas, como Movimiento por la Vida, hayan decidido comenzar una labor más de concientización sobre el estado del río.

Su idea es recoger más de 1’500.000 firmas en favor de esta iniciativa para realizar un referendo y modificar en parte la Constitución Nacional. Con el Referendo por el Agua se busca básicamente:

1. Garantizar un mínimo vital gratuito para todos los colombianos.     2.    Elevar a categoría constitucional el agua como derecho fundamental. 3. Preservar las fuentes hídricas. 4. Que los acueductos sean manejados por el Estado y/o las comunidades organizadas.

“Queremos que todos los cauces, ríos y rondas sean bienes de la Nación y de uso público. También, llevar a la Constitución la iniciativa de que el acceso al agua potable sea un derecho fundamental, ya que se han generado tarifas impagables. AI  igual que la protección efectiva de los entornos”, afirma Rafael Colmenares director de Ecofondo. La primera jornada concluyó a dos kilómetros del barrio Bilbao, en la localidad de Suba, al final de la tarde. Allí nos recibieron con música y tamal para recobrar fuerzas y continuar al otro día la expedición.

Por Vannesa Romero Castrillón

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