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Donde el Himno Nacional se hizo música

Donde una vez vivió el compositor del Himno Nacional, hoy funciona una de las tantas ferreterías de San Victorino. Los comerciantes del sector aseguran que hace años se llevaron la placa que distinguía al histórico inmueble.

María Camila Peña
07 de septiembre de 2008 - 06:16 p. m.

Cuando el músico italiano Oreste Sindici un joven intrépido que había llegado a la capital de los entonces Estados Unidos de Colombia como tenor de la compañía de ópera de Luisa Visoni y quien años más tarde sería el encargado de musicalizar los versos que había escrito el entonces presidente de la República Rafael Núñez contrajo matrimonio con Justina Jannaut, se asoció con su cuñado Justino Jannaut. Juntos compraron una casa en el barrio San Victorino (en el centro de Bogotá) y una finca en Nilo, Cundinamarca, un tranquilo lugar en donde el músico se encerraría por semanas a escribir las melodías que representarían el sentir patrio de toda una nación.

Como quedó registrado en las escrituras, la casa era baja, de tapia y de teja. Según la nomenclatura de la época, quedaba situada en la carrera 15, cuadra quinta, número 66. Los dos la compraron por la módica suma de nueve mil ochocientos pesos cuando Bogotá seguía siendo una ciudad de pocas calles y familias con aire europeo.

Para ese entonces, San Victorino era un barrio de clase media alta. A diferencia de hoy, sus calles permanecían limpias, había pocos negocios comerciales, funcionaba el teatro San Jorge hoy en ruinas y los habitantes de la calle todavía no habían colonizado cada una de las esquinas de la carrera 15.

“Mi papá dice que en esta cuadra vivió el señor Oreste, el del Himno Nacional, en la casa que está pintada de blanco y azul y que había una placa que un día vinieron a quitar”, dice Wilson Ortiz gerente comercial del almacén de construcción que su padre, don Francisco, inauguró en los años 70 a una cuadra de la histórica casa.

Hoy, el lugar que fue cuna de las óperas más sublimes, testigo de las intimidades del matrimonio Sindici-Jannaut —del cual nacieron cuatro hijos, y donde el mismo Rafael Núñez se hizo presente para escuchar la obra del músico italiano, es una de las tantas ferreterías del sector que, como el resto de casas antiguas de la zona, ha quedado a los designios del azar.

La placa que fue colocada por la Academia Colombiana de Historia en dicha casa el 28 de julio de 1944, como homenaje póstumo a la memoria del maestro Sindici, fue retirada y llevada a la sede de la Academia, donde reposa como dando fe de que el músico sí fue uno de los habitantes de la capital del olvido. “No se sabe cuándo llegó la placa ni por qué. Se rumora que la gente quería robársela y por eso la retiraron”, dice Luis Horacio López, miembro de la mesa directiva de la Academia Colombiana de Historia.

Un italiano en Bogotá

A sus 36 años, Oreste Sindici se alistó para acompañar a la artista Luisa Visoni en su viaje al Nuevo Mundo. Desde pequeño, su tío sacerdote lo había inscrito en el Conservatorio de Santa Cecilia en Roma y en su juventud había sido contratado como tenor por una compañía de ópera.


Con el grupo de Luisa Visoni, Sindici viajó a Roma, Nueva York, Cuba y finalmente, a mediados de 1863, llegó a Cartagena. Desde allí tuvo que viajar por el río Magdalena hasta Honda y finalmente se trasladó a Bogotá.

La ópera, en la que Sindici se desempeñaba como tenor, se presentó con éxito en el Teatro Maldonado, hoy Teatro Colón. En la capital los artistas fueron recibidos con honores y su porte y elegancia los distinguían de los demás hombres de ese entonces. “Cuando los artistas caminaban por la Calle Real, las niñas salían a las ventanas a verlos pasar”, narra Antonio Cacua Prada en su libro Sindici o la música de la libertad.

En una de sus tantas presentaciones en el Teatro Maldonado fue donde el músico conoció a la mujer con la que pasaría el resto de su vida y la misma que lo motivaría a musicalizar el Himno de los colombianos.

La música patria

Un día de 1887, después de que las presentaciones de la ópera de Luisa Visoni habían terminado, llegó hasta la casa del maestro el señor José Domingo Torres, quien llevaba los versos que Rafael Núñez había escrito para la conmemoración de la independencia de Cartagena. Torres quería que el maestro les pusiera música a los versos y que estuviera lista para antes del 11 de noviembre de ese año.

Como se trataba de una petición del propio presidente Núñez, Sindici tuvo que aceptarla. Durante días le dio largas al asunto, hasta que las presiones de Torres y los consejos de su esposa lo llevaron a dedicarse a la tarea. Como primera medida mandó a llamar al emisario de Núñez y le dijo que lo mejor era que se modificara la letra, hablara de todo el país, no sólo de Cartagena. Acto seguido se internó en su finca de Nilo y no salió de allí hasta que la melodía estuvo lista.

Pese a la gran aceptación que tuvo la obra de Sindici, el Himno sólo fue oficializado en 1920, 43 años después. En sus últimos días, el maestro se desempeñó como profesor de música y los que alguna vez lo conocieron dicen que vivió en el total olvido de los colombianos, igual que la casa en donde pasó sus mejores días.

Por María Camila Peña

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