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Las entrañas del Palacio Liévano

Desde 1910 esta imponente edificación ha albergado a los dirigentes de la capital.

María Camila Peña
05 de agosto de 2008 - 09:58 p. m.

Desde hace 18 años Edilberto León ha dedicado su vida a complacer los caprichos de cada uno de los alcaldes que han gobernado la ciudad. Como un inquilino oculto, ha transitado por cada uno de los rincones del Palacio Liévano, el emblemático edificio situado en el costado occidental de la Plaza de Bolívar y diseñado a principios de siglo por el arquitecto francés Gaston Lelarge. Con el tiempo ha aprendido el valor de los objetos que cada uno de los dirigentes ha dejado en el edificio tras su mandato.

Don Edi, como le dicen los demás empleados de la Alcaldía, además de saberse de memoria la dieta baja en azúcar de Luis Eduardo Garzón, los restaurantes preferidos de Enrique Peñalosa, “el alcalde más consentido para la comida”, y de tener siempre reservas de papas a la francesa listas para fritar por si al alcalde Samuel Moreno le da uno de sus antojos, conoce cada uno de los detalles del palacio de los dirigentes de Bogotá.

Sabe con exactitud que la vajilla de bordes dorados utilizada en las ocasiones especiales tiene un total de 12 puestos y fue traída por el ex alcalde Antanas Mockus en uno de sus viajes a Alemania; que el busto que se encuentra en el patio central del edifico es el de José Acevedo y Gómez, que en el salón Gonzalo Jiménez de Quesada se realizan los actos protocolarios y que a la entrada de la casa privada del alcalde, que por cierto solamente ha sido utilizada por Antanas Mockus, se encuentra un juego de dos sillas, una mesa de madera con bordes dorados y el retrato del prócer de la Independencia, Simón Bolívar, que alguna vez pertenecieron al general Santander.

Recorrido por el Palacio

Escondida entre las gigantescas columnas que sostiene la estructura de la edificación, se encuentra la entrada del Palacio Liévano. El edificio original, cuya construcción concluyó en 1910, tiene en total tres niveles. Sus techos y paredes conservan las incrustaciones de yeso características de la arquitectura de la época, y las pesadas puertas de madera, consideradas patrimonio, aún cumplen su función de resguardar a los atareados funcionarios del Distrito en sus múltiples oficinas y salas de reuniones.

En el primer nivel se encuentra un patio interior que es custodiado por el busto de José Acevedo y Gómez, uno de los próceres de la Independencia. “Cada semana deben limpiar la piedra de la escultura con unos químicos especiales, cuyo olor termina impregnándose por toda la Alcaldía”, dice Don Edi, mientras les hace señas a sus compañeras de la cocina que se asoman desde el balcón del tercer piso. En este mismo nivel se encuentran la oficina de comunicaciones, que es donde los creativos elaboran la publicidad de las campañas de la Alcaldía, la oficina de prensa, la sala en donde se realizan los encuentros con los medios de comunicación y una puerta de evacuación que era utilizada por los alcaldes para acceder a la zona de parqueaderos.

El segundo nivel, por lo general acordonado por agentes de policía, es uno de los más visitados por los funcionarios del Distrito. Allí se encuentra el despacho del alcalde, una amplia habitación dividida en tres sectores: el primero, la sala de espera para visitantes que cuenta con un cómodo sillón, una mesa para reuniones y los retratos de Antonio Nariño, don


Fernando Caycedo Flores y la reproducción de la firma de la Independencia del artista Gustavo Camacho; el segundo, el despacho del Alcalde Mayor, y el tercero, una sala de descanso con televisión y un baño personal.

Además de los diferentes papeles y cartas que se encuentran sobre el escritorio de cualquier dirigente, en el de Samuel Moreno sobresale un libro en inglés del ex presidente norteamericano John F. Kennedy titulado John F. Kennedy on leadership (John F. Kennedy en el liderazgo), el documento: “¿Hacia dónde va el Polo?” y una parte de su colección de manillas de diferentes colores que quizás aquel día dejó por descuido. Al lado derecho se encuentra un alargado teléfono con los números directos de sus secretarios, asesores personales, jefe de prensa, empleados más cercanos y el de su esposa y sus dos hijos. El despacho de su secretaria privada también se conecta con esta inmensa sala multifuncional.

En este mismo nivel hay una amplia sala decorada con cortinas, que igual que las sillas que acompañan la imponente mesa redonda de madera, están bordadas con flores. Según Rodrigo Garzón, asistente de la jefa de protocolo del alcalde, esta sala es un escenario transitorio que sirve para recibir a las visitas e invitados .

El tercer y último piso es donde Edilberto León pasa la mayoría de su tiempo, allí está la cocina y la casa privada del alcalde. Es en este lugar en donde se ubica el salón más elegante de todo el Palacio: el Gonzalo Jiménez de Quesada. Cubierto con acolchonadas alfombras, cortinas y sillas de color rojo, recuerda la época Republicana, cuando los hombres más ilustres de Bogotá se reunían allí para tomar las grandes decisiones. En este salón de techos altos, decorado con las incrustaciones de yesos que a principios de siglo diseñaron los conocidos hermanos Ramelli, el alcalde y su gabinete suelen encontrarse para realizar los consejos de seguridad de cada semana.

Desde hace años, Edilberto León se ha dedicado a servir a los alcaldes de Bogotá. Con el ir y venir de los dirigentes, que hoy considera sus amigos, ha sido testigo de las grandes decisiones que han afectado la ciudad, así como de algunos de los errores irremediables. En 1990, cuando el ex alcalde Juan Martín Caicedo lo invitó a trabajar a su lado, lo deslumbró la imponencia del edificio Liévano, aquel que le habían encargado manejar. Hoy en día aquellas paredes de piedra, ladrillo y pañete de cal, tan importantes para la historia bogotana, se han convertido no sólo en su sitio de trabajo, sino en uno de sus lugares favoritos de la ciudad.

Recordando el pasado

Entre 1846 y 1848 se construyó la Galería Arrubla en el costado noroccidental de la Plaza de Bolívar. Este edificio reunía 53 metros del frente de la plaza y estaba dividido en 30 módulos comerciales de aproximadamente 3,53 metros cada uno. Según los historiadores, este fue uno de los primeros centros comerciales de la ciudad. El 20 de mayo de 1900, Emilio Streichner, un comerciante alemán de sombreros que tenía su negocio en la Galería Arrubla, incendió la edificación para hacer efectivo un seguro a su favor y otro a favor de su empresa. Al responsable de la catástrofe nunca lo alcanzó la justicia colombiana. En 1902, por medio del acuerdo 18, se ordenó la construcción del nuevo Palacio Municipal y el 20 de julio del mismo año se colocó la primera piedra. Los diseños fueron encomendados al arquitecto francés Gastón Lelarge. Finalmente, el 17 de julio de 1910, en la celebración del primer centenario de la independencia, se concluyeron las obras.

Por María Camila Peña

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