Publicidad

La selva urbana

Al Centro de Recepción de Fauna Silvestre, de la Secretaría Distrital de Ambiente, llegan en promedio diez animales diarios, muchos de ellos decomisados en la Terminal de Transporte.

Santiago La Rotta
06 de julio de 2008 - 09:23 p. m.

“En mayo llegó un reptil proveniente del Desierto del Sahara. Fue incautado en el aeropuerto El Dorado y no se supo para dónde iba o quién era el comprador. Cuando llegó al Centro de Recepción de Fauna Silvestre, todos nos preguntamos: ‘¿para dónde lo vamos a mandar, cómo lo vamos a devolver a su hábitat natural?’ ”, decía el viernes pasado Yudy Cárdenas, una de las biólogas que trabaja en este lugar.

Allí, detrás de un espeso follaje se halla la puerta de acceso, escondida detrás de un verdor espeso. La entrada es diminuta, una reja que brota de entre las hojas, como si se tratara de un pasaje a un mundo perdido, a un lugar largamente olvidado por los hombres. Al pasar el umbral el impacto es inmediato. De repente, una marea de ruidos lo inunda todo, una salvaje algarabía ahoga cualquier otro sonido. La ciudad queda allá, en la lejanía de los carros y el agite de las personas. Acá está la selva, a 2.600 metros de altura.

En las instalaciones del lugar hay, en el momento, aproximadamente 1.800 animales, entre mamíferos de distintas especies, aves y reptiles. Algunos de ellos llegan después de ser incautados por la Secretaría Distrital de Ambiente en el aeropuerto El Dorado o, principalmente, en la Terminal de Transporte de la capital. “El tráfico ilegal de fauna silvestre es el tercero más grande del planeta, después del de drogas y armas”, explica Germán Darío Álvarez, jefe de Flora y Fauna de la Secretaría. “De enero a mayo de este año hemos incautado 6.800 animales silvestres, de los cuales 5.000 eran hormigas. La gente debe entender que los animales silvestres no son mascotas: una tortuga no es un gato o un perro, una lora o una guacamaya no se pueden tener en la casa. No sólo es ilegal, sino es cruel con el animal, ellos deben vivir en su ambiente natural”, añade Álvarez.

El centro funciona como un sitio de paso para los animales, mientras son devueltos a su lugar de procedencia o son acogidos por un zoológico o reserva natural. El trabajo del equipo de este espacio, que incluye veterinarios y biólogos, es preparar al ejemplar para que pueda volver, en el mejor de los escenarios, a su hábitat. Para algunos de estos animales, el centro se convierte en una especie de purgatorio, para otros será el lugar que visiten por última vez.

Diariamente, según Camilo Flórez, jefe de Ecosistemas de la Secretaría, llegan al centro unos 10 ó 12 animales. Al mes, en total, están ingresando unos 350. Las complicaciones comienzan cuando el animal llega en mal estado, tanto físico como anímico. “Alguna vez vi cómo unos tucanes eran transportados en un bus dentro de tubos de PVC. Este trato los destroza”,


comenta Álvarez. Otras veces, los problemas surgen porque el animal está demasiado acostumbrado al trato con el hombre, a tener un dueño que lo alimenta y lo mima, un ser que lo despoja de su comportamiento natural para convertirlo en mascota, en objeto de admiración, como si se tratara de una pieza de colección. “En la mitad de la selva no va a haber nadie que les dé de comer. Si no desarrollan sus instintos serán presa fácil, entonces ahí es cuando no podemos liberarlos, sería como enviarlos a una muerte segura”, afirma, con un dejo de tristeza, Cárdenas.

En medio del alboroto y el revuelo de las aves, el constante movimiento de los micos y la parsimonia de las tortugas, hay una sensación de tristeza en el aire, una cierta nostalgia. Todos aquellos que están detrás de las jaulas miran a sus cuidadores como alguna vez miraron a los dueños que los sacaron de la naturaleza para meterlos en un patio de casa. En este sitio sólo hay perdedores: perdieron los dueños, perdieron los animales, como el extranjero, venido desde la calidez del Sahara hasta la sabana bogotana.

Ley para maltrato animal

El representante a la Cámara por Bogotá, David Luna, radicó en el Congreso un proyecto de ley para modificar el Estatuto Nacional de Protección de los Animales. El proyecto, que ya fue aprobado en primer debate, establece penas y multas que van desde un mes a tres años de cárcel, y sanciones que oscilan entre 2 y 15 millones de pesos para las personas que maltraten a los animales.

 Asimismo, la iniciativa pretende que las personas halladas culpables de maltrato animal no puedan tener ninguno de éstos durante 10 años y deban recibir atención psicológica.

Por Santiago La Rotta

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar