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Tradiciones y leyendas bogotanas

Algunas de las expresiones culturales más significativas de la ciudad serán protegidas como patrimonio.

María Camila Peña
01 de junio de 2008 - 08:40 p. m.

Después de internarse días enteros en la cotidianidad de las plazas de mercado, centros de devoción, tiendas esotéricas, concentraciones indígenas, cementerios, parques, tiendas de barrio y de recorrer minuciosamente las calles de los barrios de la ciudad, un grupo de investigadores y líderes locales logró identificar las manifestaciones culturales más representativas de los bogotanos.

De esta forma, se dio inicio al primer censo de patrimonio cultural intangible que desde hace dos años adelanta la Secretaría Distrital de Cultura. “Con el censo lo que intentamos identificar es el patrimonio cultural intangible, aquellas expresiones que permiten a los grupos sociales su afirmación y la negociación de sus diferencias. Es lo patrimonial visto como conocimiento que debe ser transmitido de generación en generación”, dijo Ana María Torres, coordinadora técnica del proyecto.

Los grupos de rock en el barrio Galán, la fiesta de los Reyes Magos del barrio Egipto, la cotidianidad de la plaza de mercado  en el barrio Inglés, las manifestaciones de hip hop de los jóvenes de la localidad de Engativá, las preferencias gastronómicas y hasta la manera de ver la muerte son algunas de las expresiones postuladas para ser declaradas como patrimonio.

Todo comenzó en 2003 cuando la Unesco aprobó la convención para conservar este tipo de manifestaciones. Desde ese momento, el Ministerio de Cultura dio inicio a una investigación que buscaba establecer las características esenciales del vivir colombiano.

En 2006, Bogotá se puso en la misma tarea y con la coordinación de la Secretaría Distrital de Cultura se comenzaron a identificar aquellas expresiones culturales que dan cuenta de las manifestaciones de cada localidad. Como explicó Torres, “el proyecto se encuentra hoy en la fase de implementación de un modelo para el registro y visibilización de las expresiones intangibles y la elaboración de un Censo preliminar de las mismas”. Estas son algunas de las tradiciones bogotanas postuladas.

Marmoleros del Cementerio Central

En el Cementerio Central, donde se encuentran las tumbas de personajes como Francisco de Paula Santander, Gustavo Rojas Pinilla, Laureano Gómez, Luis Carlos Galán, Alfonso López Michelsen, y Gilberto Vieira, los marmoleros, que por años han trabajado en medio de la vida y la muerte son los personajes insignia de este sector de los Mártires.

En sus manos ha estado la rigurosa labor de dejar tallado en el duro mármol los nombres de aquellos que abandonaron este mundo para internarse en las tierras del cementerio más importante de la ciudad.

En este lugar las tumbas adquieren poderes sobrenaturales y es por esto que los bogotanos no pierden oportunidad para confesarle sus pecados a la conocida María Salomé o pedirle un milagro a Leo Kopp, fundador de la Cervecería Bavaria.

El Palo del Ahorcado

Dicen que el Palo del Ahorcado recibió su nombre cuando un hombre que venía del llano, agobiado por los problemas económicos, se colgó del cuello en las ramas de este eucalipto plantado en la cima del barrio Jerusalén, en Ciudad Bolívar. Otros aseguran que fue un pastor, desconsolado por haber perdido sus ovejas, quien acabó con su vida en este árbol.

Lo cierto es que hoy en día este lugar se ha convertido en santuario de los habitantes de Ciudad Bolívar, quienes acuden hasta el alto a rezar por sus pecados, cumplir promesas y pedir bendiciones.

Es allí donde finaliza el popular vía crucis de los viernes santos y es en este mismo lugar donde los pobladores aseguran haber visto ovnis a punto de colisionar y sectas de brujas en plena fiesta. Según la leyenda, bajo las raíces de este árbol se encuentra una guaca indígena que se resiste a salir de las entrañas de la tierra.


Camino a Monserrate

Desde que la iglesia se erigió en la punta del cerro, en 1640, mucho antes de la instalación del teleférico y el funicular, el ascenso hasta la casa del Señor Caído se ha convertido en una tradición legendaria los domingos. Algunos feligreses realizan el ascenso como forma de redimir sus pecados, otros para ejercitarse. Por siglos, Monserrate ha sido el símbolo de la ayuda divina.

Cabildo Muisca en Bosa

En medio del caos de la urbe, un grupo de familias descendientes de la comunidad de los Muiscas mantiene sus raíces y tradiciones en la localidad de Bosa. Mediante la forma del cabildo, esta ancestral comunidad respeta sus propias reglas y formas de gobierno. En este sector de la ciudad es común ver a los indígenas tomando chicha y  preparando envueltos de maíz, mazamorra y tamales.

Parque El Tunal

Desde principios de los años 70 este parque de 55 hectáreas se ha convertido en el lugar de encuentro de las familias de la localidad de Tunjuelito. Cada domingo cientos de habitantes se reúnen allí para jugar fútbol en el estadio construido en la década de los ochenta, practicar tenis en las canchas de pavimento, disfrutar de los lagos artificiales y caminar por los paseos adoquinados.

Fantasmas de La Candelaria

Cuando llega la noche, las antiguas calles coloniales del barrio La Candelaria se inundan de fantasmas que recorren aquellos rincones que transitaron en su vida pasada. Según cuentan los habitantes más viejos del barrio, don Álvaro Sánchez, un ilustre bogotano que vivió en el siglo XVII y murió cuando perdió el control de su mula, es uno de estos espectros que espera la oscuridad de la noche para salir de su guarida.

Esoterismo en la Caracas

Desperdigados sobre la avenida Caracas, entre calles 42 y 53, existen varios locales que anuncian curas milagrosas, adivinación del futuro y toda suerte de productos y brebajes para mejorar la suerte en el amor, en los negocios y, básicamente, en lo que sea.  Aquellos que atienden son comerciantes de lo intangible, una especie de gurús en una realidad que se escapa del dominio físico del resto de mortales.

Maldición de Engativá

Según cuentan los más viejos, en los días de la Colonia los habitantes de Engativá, cansados de las restricciones que les imponía el padre Cinchilla, lo amarraron y golpearon para desafiar su poder. Ese día, después de la golpiza, el sacerdote dirigió la mirada al cielo y con tono vehemente condenó a la comunidad al abandono y olvido hasta que un pontífice besara tierra engativeña. Desde entonces, cada domingo los habitantes de la localidad de Engativá piden a Dios para que los libere del maleficio.

La iglesia del 20 de julio

Desde 1942, cuando los padres salesianos construyeron la iglesia del 20 de julio en lo que hoy es la calle 27 sur N° 5A-27, comenzó una de las prácticas religiosas más representativas de Bogotá. La imagen tierna y regordeta del Divino Niño, fabricada en 1935 por el artesano Blas Brando a pedido del sacerdote italiano Juan del Rizzo, se convirtió en el centro de adoración de los bogotanos. Cada domingo, desde las cinco de la mañana, llegan hasta las empinadas calles del barrio cerca de 250 mil devotos.

Por María Camila Peña

 

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