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Murió ...por no prestar el carro

Los residentes de la urbanización Laureles de Sauzalito, en el occidente de Bogotá, solían tener una vida tranquila.

Vanessa Molina Medina
28 de febrero de 2009 - 10:00 p. m.

Por lo menos así fue hasta el 24 de julio de 2003, cuando pasadas las 5:00 p.m. funcionarios de criminalística sacaron tres cuerpos sin vida, envueltos en plástico negro, del apartamento 401.

Se trataba de los esposos Joselín Ángel y María Elvira Moreno, y de su hijo menor D’angelo, quienes tres meses atrás, un jueves santo, fueron asesinados por su hijo y hermano  Giovanny Ángel Moreno.

Mientras familiares y vecinos estaban convencidos de que los Ángel Moreno pasaban una temporada fuera de Bogotá, los tres cadáveres permanecían en el apartamento envueltos en tapetes y cobijas. Ni el formol que Ángel aplicó en los cuerpos, haciendo gala de sus conocimientos como estudiante de veterinaria, ni el incienso que colgaba tras la puerta del apartamento ocultaron el hedor que empezó a preocupar al vecindario y que alertó a las autoridades.

El 17 de abril, los Ángel Moreno discutían; Giovanny quería que le prestaran el carro familiar para ir de paseo con su novia, pero su madre y su hermano se negaban. La discusión familiar se tornó violenta y, en medio de la ira, Ángel sintió que en la escena se sintetizaban sus 26 años de vida: su madre, prefiriendo siempre a su hermano D’angelo, y su padre, su único aliado, víctima de los ataques del dúo madre-hijo favorito. Una bala en la cabeza de cada uno de sus familiares fue la forma como el hijo mayor de la familia resolvió el enredado préstamo del carro y los celos que le tenía a su hermano menor.

Ángel pudo pasar el fin de semana con su novia en Carmen de Apicalá, pero en julio la verdad salió a la luz, el asesino fue capturado y pese a que los abogados defensores quisieron llamar la atención sobre un posible desorden mental del acusado, las investigaciones de psiquiatría revelaron que el perfil del asesino coincidía con el de un psicópata.

Préstamo invaluable: 38 años de cárcel, una familia destruida y varias vidas destrozadas.

Por Vanessa Molina Medina

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