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El ultrajado señor Américo Vespucio

Desde su inauguración, hace 23 años, el monumento erigido en honor al célebre cartógrafo italiano ha sufrido cuantiosos daños.

El Espectador
05 de abril de 2010 - 10:12 p. m.

En 1987, la estatua de Américo Vespucio era la primera que se levantaba en su honor en la amplia extensión de un continente que tomó su nombre. Bogotá a la vanguardia. En la calle 97 con carrera 7ª se erigió el monumento, con jardines, caída de agua y una reproducción del cartógrafo italiano de dos metros con cincuenta centímetros, el astrolabio en una mano y la mirada hacia el horizonte del descubrimiento.

Con declaraciones del historiador Germán Arciniegas, la presencia del alcalde de la época, Julio César Sánchez, Enrique Bayer, presidente de la compañía Barnes (donante de la escultura) y la banda de guerra del batallón Guardia Presidencial, Bogotá le rindió homenaje al que, según los libros de historia, fue uno de los primeros hombres en darse cuenta de que Colón no llegó a las Indias Orientales sino a otro continente.

En aquellos días se dijo, con la música de fanfarria de fondo, que el monumento serviría para que los bogotanos recordaran un poco de la historia de América. En nuestros días, la estatua ha servido para practicar puntería, como mural de agravios o para que un borracho enardecido la agarre contra “todos esos españoles que son unos hijos de puta: agente, suélteme que ya va siendo hora de un poco de justicia en este país”.

“La falta de apropiación es lo que genera estos comportamientos vandálicos. Los ciudadanos no han entendido que los monumentos están ahí para flexibilizar la ciudad, para volverla más amable, menos rígida”. Lina Uribe, restauradora de bienes muebles del Instituto Distrital de Patrimonio, cuenta que, dos veces al año, el monumento a Américo Vespucio debe someterse a una limpieza de grafitis (cada una con un valor aproximado de $15 millones). “La estatua está hecha en una resina y es hueca, lo que la vuelve más vulnerable ante los ataques de los vándalos”, explica Uribe.

Vespucio es, tal vez, el personaje más ultrajado en la ciudad. A lo largo de los 23 años que el monumento lleva resistiendo los embates del tiempo y el vandalismo, la escultura ha perdido la cabeza y las manos, como aquella figura de San Ignacio de Loyola a la que los estudiantes del colegio San Bartolomé le incrustaban cigarrillos. Un buen día la escultura amaneció sin manos y hasta ahí le llegó el vicio del tabaco.

El año pasado, Américo Vespucio fue cortado de raíz. Los vecinos del sector le pagaron a un artista, que hasta hoy permanece anónimo, para que restaurara la imagen del cartógrafo. La estatua fue a dar a un taller desconocido. Volvió con el rostro restaurado (la mitad de la cabeza se encontraba dañada), además de una de las manos, y el astrolabio que desde siempre sostenía en la mano izquierda fue cambiado por el mapamundi que hoy tiene, que también ha tenido que ser restaurado.

Hoy, don Américo Vespucio luce medio desfigurado una vez más, la cabeza destrozada. La imponencia del monumento que instaló en 1987 el artista Octavio Martínez Charry, que había pensado todo el complejo con jardines y una caída de agua, ha sido reducida otra vez a punta de golpes y piedra, como si nadie quisiera honrar al explorador.

Por El Espectador

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