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Un alud en Ciudad Bolívar dejó nueve heridos

En el cerro que se desmoronó ya se habían presentado tres deslizamientos hace un año, según un vecino del lugar.

Santiago La Rotta
29 de abril de 2010 - 11:41 p. m.

Quince días atrás, los vecinos del barrio Caracolí, Ciudad Bolívar, les habían advertido a los líderes del sector que pronto habría una tragedia de enormes dimensiones, pues las constantes lluvias y la tierra, extremadamente blanda, arrasarían con la montaña. Nadie les hizo caso, muy a pesar de que seguía lloviendo y de que, incluso, caminar por los senderos del lugar era prácticamente imposible. Este jueves, en horas de la mañana, las advertencias se transformaron en realidad, en una cruda y mortal realidad en forma de alud que se llevó dos casas y dejó varios desaparecidos.

“El año pasado este cerro se desplomó en tres ocasiones. Nosotros lo denunciamos, pero... En una de ellas, la montaña se le llevó la casa al Negro, ese mismo hombre que ahora está enterrado”. Orlando Mahecha repetía la misma frase una y otra vez, adolorido, desesperado, angustiado, triste. Él fue uno de los testigos de la tragedia. Vio cuando se comenzó a desmoronar la tierra y vio al Negro junto a su hijo al pie de una casa sepultada, la primera. Entonces llegaron los soldados del batallón ubicado unos metros hacia arriba, y entre ellos, el Negro y el niño, comenzaron a sacar como pudieron sillas y muebles de la casa destruida.

Mahecha escuchó que una señora, otra vecina del sector, los previno. Más tierra podría vomitar la montaña. Como un año atrás, como hace 15 días, las voces de alerta fueron inaudibles. La segunda fase de la tragedia anunciada arrasó con tres soldados, con el Negro y con su hijo, según confirmaron varios vecinos del barrio que presenciaron el deslizamiento. Doce militares se salvaron, aunque ocho de ellos resultaron heridos. Desde ese instante, 12 del día, los minutos empezaron a volar. Había angustia, pesimismo por momentos, esperanza, pero sobre todo había miedo. No obstante, ese miedo fue alegría cuando dos soldados fueron rescatados con vida; uno de ellos perdió tres dedos, según rescatistas de la Defensa Civil.

Sobre las 3 de la tarde, los cuerpos de bomberos y de la Dpae (Dirección de Prevención y Atención de Emergencias), que habían acordonado el sector, trabajando con cautela en el rescate de las posibles víctimas, iniciaron la búsqueda con perros adiestrados para estas emergencias. Soltaron a uno que no halló nada y a otro que husmeó con curiosidad, pero que volvió sin signos importantes. Luego llegó otro, un labrador, que corrió hacia la segunda casa derruida y empezó a arañar el suelo y a ladrar. Después brincó. Los agentes lo siguieron y pasados unos minutos lo llevaron a otro sitio para soltarlo de nuevo. La escena de antes se repitió. Era una señal. Fue la señal que los agentes necesitaban para comenzar, una vez más, a buscar.

Picos, palas, lazos, órdenes, gritos. La operación continuó, difícil, lenta, densa. A las 3:30 p.m., la montaña se volvió a desprender y socorristas, policías y curiosos corrieron despavoridos por sus vidas. Por fortuna, no pasó nada. Hacia las 5 de la tarde, con el riesgo de nuevos deslizamientos, los operativos cesaron. El saldo oficial era de una persona desaparecida, el soldado (aunque los vecinos seguían insistiendo en que también estaban enterrados el Negro y su hijo), dos casas destruidas y el inminente peligro de que los deslizamientos se repitan.

Al cierre de esta edición, las autoridades no descartaban que se presentaran nuevos desprendimientos de tierra. Por ello establecieron una línea de seguridad en el barrio y evacuaron a las familias cuyas viviendas estaban en riesgo inminente si se presentaba otra avalancha.

Por su parte, la secretaria de Hábitat, Juliana Álvarez, encargada del puesto de mando unificado instalado en la zona, explicó que el deslizamiento de tierra no se debió al invierno, como se rumoraba el viernes entre los habitantes de Caracolí. La funcionaria dijo que el alud pudo deberse a la filtración de aguas residuales, debida a una manguera que está instalada en el sector.

Por Santiago La Rotta

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