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El 9 de octubre, Mauricio Sánchez, un criador de palomas mensajeras, vio entre seis y diez gavilanes que sobrevolaban su casa, en el municipio de Soacha. Las palomas, asustadas por los amenazantes predadores que planeaban en círculos, le avisaron a Sánchez de la presencia de las inmensas aves rapaces de más de 40 centímetros de alto. El 21 de octubre, el científico Andrés Vivas, mientras instalaba su proyecto “Páramo Andino” en los prados del Jardín Botánico de Bogotá, fue sorprendido por cientos de gavilanes que formaron una nube en el cielo.
Según Vivas, los gavilanes volaron sobre su cabeza por más de ocho minutos. Siete días después, la zootecnista Sandra Liliana González vio una bandada de aves pasar por la finca Buena Vista, en la Sabana de Bogotá. Al día siguiente, hacia las 8:30 a.m., Víctor Torres, observador de aves aficionado, identificó a un grupo de más de cinco mil gavilanes que volaban en la jurisdicción de San Juan de Rioseco, Cundinamarca, con orientación norte-sur.
En total han sido 29 los reportes sobre gavilanes que ha recibido la Asociación Colombiana de Ornitología y que en este momento analiza la asociación Esperando Gavilanes. Estas aves, de las especies Buteo platypterus y Buteo swainsoni, como son conocidas científicamente, comenzaron a llegar al país durante la segunda semana de octubre y desde entonces no han parado las alertas de los aficionados avisando sobre su presencia.
En la capital las aves han sido vistas en las zonas de humedales, el Parque Simón Bolívar, la Universidad Nacional, el Jardín Botánico y en las zonas verdes cercanas a barrios residenciales. “Los gavilanes son aves que vuelan de día y que aprovechan las corrientes calientes para planear. Cuando llega la noche buscan árboles altos para descansar, por esto es común verlos en algunas zonas urbanas. Además, la sobrepoblación de palomas ha hecho que la capital se vuelva un lugar ideal para conseguir alimentos”, explica Gary Stiles , ornitólogo del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional.
Cada otoño, miles de gavilanes dejan las praderas y los bosques norteamericanos en busca de climas más cálidos en donde pasar el invierno. Parten de Estados Unidos, atraviesan México, pasan por Panamá y entran a Suramérica por el Darién colombiano. En Colombia viajan recostados contra las cordilleras, siguiendo el valle del Cauca y el Magdalena, para luego cruzar hacia la Amazonia por el departamento del Huila. Salen hacia la zona occidental de Brasil, llegan a Bolivia, pasan a Paraguay y finalmente terminan su viaje de un mes y medio en la pampa argentina. Algunos se quedan en el camino mientras pasa el invierno, como ocurre en la capital. Cuando llega el mes de marzo, migran nuevamente de vuelta a sus hogares.
Según Jorge Botero, de la asociación Esperando Gavilanes, “la ruta que estas aves toman cuando van hacia el norte es distinta y eso es parte del rompecabezas que queremos descifrar con esta serie de reportes”. El ornitólogo también dice que en ocasiones es difícil determinar las rutas de los gavilanes, debido a los constantes cambios del tiempo en la cordillera colombiana.
El pasado 20 de abril, cuando las aves iban de regreso a casa, Diego Beltrán, licenciado en biología, reportó una bandada de aproximadamente 250 individuos sobrevolando la zona industrial de Puente Aranda, en la Avenida Cra. 68 a la altura de la calle 17. “Venían de la dirección suroeste y se dirigían hacia los cerros orientales en dirección noreste. La bandada tardó aproximadamente 15 minutos en sobrevolar la zona para luego desvanecerse en el horizonte”, informó Beltrán.
Los gavilanes son aves rapaces depredadoras y se alimentan de insectos, animales muertos y vertebrados; además ayudan a controlar las plagas. Estas aves tienen casi nueve veces más desarrollado el instinto de la visión que el de los humanos y pueden ver objetos pequeños desde grandes distancias. En estas especies, a diferencia de los demás animales, las hembras son más grandes que los machos y son las dominantes. Según los científicos, esto está asociado con las labores de crianza de las hembras. Las especies que llegan a Colombia se reproducen en Estados Unidos, el centro de Canadá y parte de Alaska.
Las diferencias entre las dos especies que sobrevuelan el país están dadas por sus tamaños y la extensión de sus alas. Los Buteo platypterus tienen las alas más cortas y son reconocidos por la franja blanca que tienen en la cola, mientras los Buteo swainsoni tienen alas alargadas, son mucho más corpulentos y apetecidos por los cazadores.
Según Botero, el grupo más grande que se ha visto sobrevolar la sabana de Bogotá en esta migración estaba compuesto por cerca de 50 mil gavilanes que eran propulsados por los remolinos de vientos calientes. “Es muy bonito verlos, porque ellos no mueven las alas sino que planean. Son tan buenos planeadores que el remolino de viento caliente los sube y ellos se descuelgan hasta el siguiente remolino”, dice Juan Carlos Linero, de la Asociación Colombiana de Ornitología.
Para los científicos de la asociación Esperando Gavilanes, las migraciones de aves rapaces son migraciones invisibles, de las que nadie se da cuenta. “Somos uno de los países con más diversidad de especies y casi nadie se da cuenta de que sobre nuestras cabezas están pasando miles de hermosos gavilanes”, dice Botero.