Con ‘penthouse’ en un árbol

Glautier Nieves, un valluno de 49 años, vive desde hace siete meses en la copa de un árbol de la localidad de Teusaquillo.

El Espectador
15 de diciembre de 2008 - 11:00 p. m.

“El hombre que vive en un árbol”. La frase suena impactante, atrayente. Pero detrás de esta hay un drama palpable. Ya no es la historia curiosa, sino la tragedia encarnada en alguien que, a falta de todo, y como tantos otros, pero al mismo tiempo como ninguno, debe pasar los días en la copa de un árbol.

“Si te preguntan cómo se sube, deciles que muchos se han perdido”, dice Rafael Escalona en La casa en el aire. La frase no podría ser más cierta para Glautier Nieves Estrada, un hombre que vive no en el lugar idílico del que habla el célebre vallenato, sino en la copa de un árbol en la calle 33 con carrera 17, en el barrio Teusaquillo, escondido de todos, como si no existiera para el resto del mundo. Quienes caminan tranquilamente por el sector jamás imaginarían que ahí, en uno de los árboles que quedan sobre uno de los costados de la parroquia Santa Ana, pueda vivir alguien.

En la parte más alta de las ramas, con el follaje como primera protección, hay una suerte de carpa artesanal: el techo está hecho con plásticos recogidos aquí y allá, al igual que las paredes. Las veces de piso lo hacen varios pedazos de madera y cartón que se apoyan sobre varias vigas que sostienen toda la estructura. Aunque suena endeble, la casa de Nieves es sólida; al menos lo suficiente como para aguantar el peso de su cuerpo y el escaso mobiliario que cabe en un espacio de menos de un metro por un metro: una cobija, un radio y un canasto con chatarra que su dueño vende como reciclaje.

Encaramado en su refugio Nieves cuenta la historia que lo sacó de su natal Trujillo, en el Valle, hacia Cartagena hace ocho años. En la capital de Bolívar vivió de oficios varios, pero el sol y el calor que tanto atraen a los turistas terminó por hastiarlo y meterlo en un bus hacia Bogotá un año después.

Desde entonces, hace siete años ya, ha vivido del rebusque. Cuidando carros allá, recogiendo cosas para reciclar un poco más acá. Nieves es un personaje sui géneris. En una ciudad donde no es extraño ver a una persona durmiendo en la calle, encima de la dureza del asfalto, este valluno de 49 años prefirió treparse a su árbol y, como dice él, hacer su propio nido. Hace siete meses, cansado con las visitas frecuentes que la Policía le brindaba a la Unidad Permanente de Justicia (UPJ), Nieves decidió hacer del árbol su hogar. “No tengo otro lugar a donde ir y acá en el árbol todo es mejor. Haces unos meses, por la noche, estaba yo dormido y abajo, en el piso, había alguien durmiendo también. Cuando pasó el camión de la Policía a él se lo llevaron y a mí ni me vieron”.

“El sábado estábamos visitando el sector y alguien mencionó la historia de Glautier. Lo de él es una historia sin igual. En este momento estamos viendo cómo lo ayudamos, junto con la Secretaría de Integración Social, para, por lo menos, solucionar el tema de la alimentación con alguno de los tres comedores comunitarios de la localidad”, explica el alcalde local de Teusaquillo, Juan Carlos Almonacid.

“A mí nadie del Gobierno me ha dado nada. Yo sólo quisiera que me entregaran una tierrita lejos de la violencia, semillas y víveres y de ahí para adelante el resto lo pongo yo. En últimas, sólo quisiera un lugar donde poder vivir con mi familia, a la que no veo hace ocho años que me sacó la guerra de Trujillo”, dice Nieves mientras se baja del árbol que hace las veces de casa en pleno siglo XXI.

Por El Espectador

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