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El barrio favorito de los bogotanos

En medio de la localidad de Los Mártires sobrevive uno de los barrios más representativos de la historia bogotana, La Favorita. Con una tradición de hospedería de noventa años, busca ser reconocido de nuevo como el barrio hotelero del centro de la ciudad.

María Camila Peña
22 de febrero de 2008 - 10:52 a. m.

Cada miércoles, cuando finaliza la tarde, llega al Hotel Nuevo Siboney, en el barrio La Favorita, un grupo de 30 transportadores tolimenses. Desde hace 32 años, este lugar se ha convertido en el punto de encuentro de los conductores de camión que, después de entregar sus mercancías en Abastos y surtirse nuevamente de “cacharrerías” en San Victorino, buscan un lugar en donde pasar cómodamente la noche. Su dueño es Juvenal Amado, un santandereano como los otros propietarios de los 25 hoteles de la zona, que llegaron a Bogotá finalizando la década de los setenta y que aprovecharon los bajos precios de ese entonces para comprar una de las tradicionales casas republicanas del barrio.

“Cuando yo compré esta casa, en 1978, me la vendieron por un millón cincuenta mil pesos”, cuenta entre risas Aquilino Amado, dueño del hotel El Sitio. Este santandereano todavía no entiende por qué en esa época “la gente estaba regalando las casas de La Favorita”, si precisamente fue uno de los barrios más prestigiosos de la ciudad a principios del siglo pasado. Allí se construyeron los primeros hoteles internacionales de Bogotá y el segundo conjunto residencial. La Favorita fue de los primeros barrios con calles pavimentadas y, pese a que quedaba a las afueras de la ciudad en la década de los veinte, era el proyecto favorito de los bogotanos, de ahí su nombre.

Según cuentan los habitantes, hacia 1920, entre las calles 19 y 21, de la carrera 13  a la 19, solamente vivían gobernantes, comerciantes reconocidos y las mejores familias de la época. “La urbanización era el sitio más elegante de la ciudad y el más bonito. Las casas fueron construidas con ladrillo francés al estilo republicano y en el interior se hicieron grandes trabajos de madera y yeso”, explica Lorena Luengas, artista plástica experta en el tema.

Además, debido a su cercanía con la Estación de la Sabana, se convirtió en un lugar para el intercambio entre culturas. Desde ese entonces, los turistas que llegaban a Bogotá encontraron en este barrio los más elegantes hoteles de Bogotá. Las amplias suites del hotel francés, con su chimenea monumental, los balcones y sus lujosos baños, se convirtieron en la casa de las selecciones de fútbol internacionales y de los artistas más reconocidos. Este hotel fue el lugar de encuentro de gobernantes , empresarios y de los más prestigiosos viajeros que visitaron a Bogotá, igual que el hotel inglés, ya demolido.

Durante las tres décadas siguientes, La Favorita siguió creciendo y más ilustres bogotanos se animaron a vivir en el sector. Como ocurrió en Teusaquillo, las forma de las casas conservaron un aspecto similar y pronto el ladrillo de color rosado y las tejas de barro desplazaron los lotes baldíos. Pero la calma y la belleza del barrio no duraron para siempre. Un día, además de los pasajeros que transportaba el tren de la Sabana, comenzaron a llegar los buses intermunicipales con cientos de nuevos turistas. Pronto, el sector se llenó de vendedores ambulantes y basuras, y el caos hizo que el barrio favorito de los bogotanos perdiera su encanto.

Para los años cincuenta, el desorden del improvisado terminal de transporte ahuyentó a los ilustres bogotanos. Algunos comenzaron a vender sus lujosas casas al mejor postor y otros simplemente abandonaron el lugar, dejando estos monumentos arquitectónicos a la buena de Dios. Al mismo tiempo, el constante flujo de pasajeros del terminal atrajo a los hoteleros, que aprovechando la “ganga”, compraron estas hermosas viviendas y las remodelaron hasta convertirlas en los hoteles que existen hoy en día.

Las casas abandonadas fueron ocupadas por habitantes de la calle que aprovechando el desorden se adueñaron de ellas; otras se convirtieron en inquilinatos y se establecieron expendios de droga u “ollas”, como comúnmente se conocen.

Tiempo después, comenzaron a llegar los actuales dueños de los hoteles, un grupo de campesinos santandereanos que vendieron sus fincas y compraron aquellas casas que labrarían su futuro y el de su familia.

LA METAMORFOSIS

Para los nuevos empresarios el negocio fue rentable durante algún tiempo. El barrio comenzó a vivir de las necesidades de los turistas, se abrieron nuevos hoteles, restaurantes, parqueaderos y todo tipo de locales comerciales. Pero, con la reubicación del terminal de transporte los hoteleros perdieron la mayoría de sus clientes. “Lo más hermoso de esta comunidad fue que pese a la crisis de demanda que hubo, lograron mantenerse”, señala Luz Marina Ibagón, una de las líderes de los hoteleros.

Durante ese tiempo tuvieron que bajar los precios del hospedaje y hasta, en algunos casos, abrirles puertas laterales a los hoteles para que funcionaran como inquilinatos. “Fueron momentos muy duros, en los que pensábamos que íbamos a fracasar”, decía el señor Amado, dueño del hotel El Sitio. Sin embargo, para la década de los ochenta revivió el negocio. Los hoteleros encontraron sus nuevos clientes entre los camioneros que venían de los pueblos a entregar mercancía en las plazas de mercado.

Desde ese entonces los 25 hoteles se han especializado en hospedar conductores de camión. Una noche en La Favorita cuesta desde $12 mil hasta $15 mil y lo curioso es que por lo general sus clientes son viejos conocidos.

Comunidad a la lucha

Cuando el Distrito estaba organizando el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), decidió trasladar la zona de alto impacto del barrio Santa Fe a La Favorita. La justificación que le dieron a la comunidad fue que el barrio era uno de los que más cuartos tenía por metro cuadrado y, por lo tanto, contaba con la infraestructura necesaria para ese tipo de actividades. Apenas se enteró de esta decisión, la comunidad se unió en contra del Distrito. Con la asesoría de su líder, Luz Marina Ibagón, los pobladores del barrio interpusieron una demanda y al Distrito no le quedó más opción que revisar el POT. “Nosotros no nos dejamos poner a las prostitutas acá, y eso lo logramos todos unidos”, dijo Ibagón.

Después de este incidente la comunidad se dio cuenta de que su espacio era importante y que además de haber sido el escenario de sucesos históricos claves para la ciudad, estaban rodeados de patrimonio tangible. Con el tiempo comenzaron a trabajar por recuperar la belleza, el orden y la seguridad de La Favorita: pintaron las fachadas, arreglaron las calles y se unieron como comunidad.

Cuando apareció la norma del Plan Zonal Centro, los hoteleros se dieron cuenta de que por fin llegaba la oportunidad que tanto habían buscado. Dentro de los lineamientos encontraron que el Plan establecía una amplia capacidad para el turismo en el centro y, por lo tanto, una zona de hospedaje. Desde ese momento la comunidad de La Favorita se ha proyectado para ser nuevamente el barrio de los hoteles. Según la Secretaría Distrital de Planeación, este sueño no es tan lejano, pues solamente hace falta que los hoteleros realicen una gestión organizada, que presenten el proyecto y las maneras de volverlo realidad.

Por lo pronto, la comunidad de La Favorita ha creado una sociedad limitada de hoteleros, que es uno de los requisitos para presentar un proyecto, y así podrán comenzar a ser visibles. “Lo que queremos es que fuera de los camioneros, la gente del común nos conozca. Nuestra idea es desarrollar un complejo de hotelería, con albergues para estudiantes y que la gente que llega de paso a Bogotá sepa que existimos y se hospede con nosotros”, explicó Ibagón.

A quien camina por La Favorita, las angostas calles de este barrio republicano lo trasladan a otras épocas y destinos. Las casas antiguas, deterioradas por los años, dan muestra de la mágica historia que una vez se tejió allí. Como dice Lorena Luengas: “Para muchos, La Favorita es un lugar inexistente, un lugar lleno de historias y sueños que nadie se ha tomado la tarea de conocer”.

Conversatorio sobre La Favorita

El próximo miércoles 26 de febrero, en la Universidad de los Andes los habitantes del barrio La Favorita tendrán la posibilidad de exponer el trabaja que han venido haciendo durante los últimos años como comunidad. Con este espacio los hoteleros esperan desmitificar la idea errada que se tiene sobre el barrio y mostrarles a los ciudadanos el renacer de La Favorita. “La idea es que la gente vea que los hoteles, a pesar de que son económicos, son de buena calidad y que el barrio no es sinónimo de miedo e inseguridad”, explicó Lorena Luengas.

Este espacio se generó gracias a la exposición de la artista plástica Lorena Luengas en la Universidad de los Andes, que mediante fotografías e instalaciones intentó reconocer el proceso histórico del sector.  En la exposición se replicó una habitación de La Favorita y se pusieron sobre la mesa de noche y el televisor una serie de postales que según Lorena representan el patrimonio que hay en el lugar.

Por María Camila Peña

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