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El estilo “K”

La presidenta de Argentina desató la ira de la población al seguir el mismo discurso duro que caracterizó a su esposo y antecesor, Néstor Kirchner.

Felipe Ramírez Mallat / Buenos Aires
28 de marzo de 2008 - 05:34 p. m.

Después de que en diciembre de 2001 el ex presidente Fernando de la Rúa fuera el protagonista de fuertes protestas y abandonara la Casa Rosada en helicóptero para no volver, esta semana el sonido de las cacerolas volvió a Buenos Aires. Cientos de personas salieron a las calles para protestar contra la política económica de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

La falta de tolerancia de la Presidenta fue el detonante de las manifestaciones. Los argentinos le critican a Fernández su falta de conciliación para resolver un conflicto surgido hace más de 15 días con los productores agropecuarios. La mandataria argentina anunció el aumento de los impuestos a las exportaciones de soya y otros productos y los agricultores se fueron a huelga.

El conflicto, según analistas, se habría solucionado si Cristina se hubiera sentado a negociar con los agricultores. En vez de eso, lanzó varias críticas al sector y los llamó “piqueteros de la abundancia”. Con esa actitud, calificada por los argentinos de “arrogante”, el malestar se trasladó a las grandes ciudades.

Golpeando cacerolas y sartenes, miles de bonaerenses cortaron el tráfico en el centro de Buenos Aires y marcharon pacíficamente por la ciudad gritando consignas contra Fernández, que acaba de cumplir tres meses en el cargo.

La dureza de Fernández no sólo unió a sectores agropecuarios con intereses contrapuestos, sino que avivó demandas latentes por el alza de la inflación y otros problemas. Encuestas hechas por diferentes medios muestran que la mayor parte de la población rechazó la embestida que Fernández hizo contra los productores agropecuarios.

Un estilo conocido

El gobierno de Néstor Kirchner también se caracterizó por su falta de conciliación, sin embargo, cuando él nombró a su esposa como su sucesora, muchos pensaron que ella sería un poco más flexible. Se equivocaron. Esta semana, Cristina Fernández de Kirchner demostró que es tan o más dura que su antecesor. Ella ha hablado duro contra varios sectores, ha arremetido contra políticos y ha criticado abiertamente las decisiones que no comparte.

Durante su campaña presidencial, Fernández ya daba muestras de su fuerte carácter. Entonces anunció que iba a aumentar las retenciones a las exportaciones de soya. Este impuesto es muy alto y obliga a los productores a dejar gran parte de las cosechas dentro del país. Esta situación hace que dejen de ganar mucho más dinero y es en el fondo el motivo de la huelga. Y eso es lo que está haciendo. Si bien esta mujer es tildada de “firme”, muchos le reconocen su coherencia. “Ella está haciendo lo que dijo en campaña. Su estilo también era conocido, sólo que logra irritar al argentino”, explicó Javier Fagga, analista argentino.

Y es esa forma de actuar, ya bautizada en el país como “el estilo K”, la que le está generando muchos problemas. “Cuando Fernández salió a criticar a las asociaciones agropecuarias, causó un efecto contrario al deseado. En vez de conseguir el apoyo popular, consiguió elevar los ánimos de los argentinos”, agregó Fagga.

Clarín, uno de los diarios argentinos más importantes, publicó una encuesta en donde se muestra que el 61% de la gente está a favor de las protestas y un 19% apoya a Fernández. La Voz del Interior, el tercer rotativo más importante del país, con sede en la central provincia de Córdoba, aportó una encuesta según la cual el 65 por ciento de la población está a favor del diálogo. “No voy a dialogar si no levantan la huelga”, fue la respuesta de Cristina a los pedidos de concertación.

Desabastecimiento

Lo que se preguntan los argentinos es cuánto puede resistir la Presidenta. Los bloqueos de carreteras están provocando el desabastecimiento de comida. En las estanterías de los supermercados en Buenos Aires comienzan a escasear. No hay carnes ni leche y otros productos comienzan a subir su precio.

Muchos dicen que las protestas han tenido algo de efecto, al menos en su tono. Aunque en su discurso no cambia un ápice sus fundamentos y enfoque de la situación resaltando que en campaña “lo que siempre dije es que venía a continuar el modelo de transformación”, de todos modos se mostró dispuesta al diálogo.

“Las puertas de la Casa Rosada están abiertas, pero humildemente les pido que para dialogar en serio levanten el paro. Hablemos con transparencia y nos vamos a entender”, dijo.

Autoridad K

Y es que este es tal vez el punto más flaco de la actual Presidenta. Los modos de su esposo siempre fueron muy autoritarios y durante su gobierno jamás invitó a nadie al diálogo. El día del triunfo electoral se llamó a sí misma “Presidenta de todos los argentinos” —algo que Néstor nunca dijo— y pidió a todos los sectores trabajar unidos en una agenda social nacional.

Pero el martes, cuando por primera vez se vio realmente apretada, reaccionó con la sutileza de una retroexcavadora. Acusó de hipocresía a las entidades del campo por desabastecer a la ciudad cuando ellos no han dejado de sacar del país su cosecha: “entre el 13 y el 23 de marzo han salido exportaciones por 402 millones de dólares”, denunció.

Y terminó de cerrar la puerta al anunciar que utilizaría todos los instrumentos que la ley le otorga para despejar los caminos. Su afirmación de autoridad no gustó en las clases medias y medias altas urbanas, ya reticentes a su gobierno, que se volcaron en los barrios pudientes de la ciudad en “apoyo al campo”.

Aunque “humilde” o soberbia, su posición se mantiene intacta.

Por Felipe Ramírez Mallat / Buenos Aires

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