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Los pequeños soldados de Dios

Jesus camp es un documental nominado a los Oscar 2007 que revela la forma en que muchos cristianos ‘educan’ a sus niños.

Juan David Montoya Alzate
27 de diciembre de 2007 - 11:43 a. m.

“Nos están entrenando para entrenar a otros, para hacer el ejército de Dios y hacer su voluntad”, son las frases  que Occidente asocia con facilidad a extremistas palestinos o a terroristas de Al Qaeda, pero que difícilmente se le atribuirían a un niño estadounidense de doce años, el verdadero orador. Su nombre es Levy, una joya en bruto de la predicación de la Iglesia Presbiteriana estadounidense. “Yo me hice cristiano a los cinco años. Me salvaron porque yo le pedía más a la vida y sentía que nada era divertido”, afirma.

Su testimonio hace parte de la cinta Jesus camp, nominada al Oscar a mejor documental en 2007 y que cava hondo en la política histórica y contemporánea de Estados Unidos. Sólo que esta vez el fundamentalismo y extremismo cristiano no son un asunto exclusivo de la derecha cristiana o grupos como el Army of god. Ahora es un juego de niños.

En abril de este año el mundo entero se escandalizó con un programa infantil transmitido por el canal Al-Aqsa, de Hamas, en el que un personaje de nombre Farfour vestido como el ratón Mickey sugería “aniquilar a los judíos”.

“¿Cómo sacrificarías tu alma por la causa de Al-Aqsa?”, preguntó Farfour frente a las cámaras. Una niña llamada Sanabel dejó escuchar su respuesta al otro lado de la línea telefónica: “Yo, dispararía. ¡Queremos combatir!”.

Pero lo que encendió airadas protestas fueron las consignas en contra de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. Llovieron críticas en contra del apoyo del personaje a la “resistencia” armada palestina y las más suaves catalogaron el asunto como un “adoctrinamiento”, mientras que otros se alarmaban por un flagrante “lavado de cerebro” a los menores.

Este acontecimiento que se satanizó en Estados Unidos es un asunto palpable también en el país del norte por cuenta de Jesus camp. El documental “sigue a un grupo de niños al campamento de la pastora Becky Fisher, donde se les enseña a  volverse dedicados soldados del ejército de Dios”.

“¿Cuántos de ustedes creen que este es un mundo viejo y enfermo?”, pregunta la ministra Fisher al  grupo  que  no superan los siete u ocho años de edad. “Este es un mundo viejo y enfermo. ¡Entonces vamos a arreglarlo!”, contestan al unísono los infantes.

Algunas de las escenas más impactantes del documental muestran al inmenso grupo de niños hablando supuestamente en lenguas desconocidas, llorando y clamando perdón del cielo por sus pecados.

“Yo voy a jardines de niños que no saben nada de cristianismo, los guío hacia el Señor y en  muy poco tiempo pueden visualizar  y escuchar la voz de Dios. Son muy utilizables en el cristianismo”, afirma Fisher. Muchos de ellos, por ejemplo, hacen parte de las protestas en contra del aborto que tienen lugar en Washington.

Pero lo que realmente ha llamado la atención del público mundial que ha visto el documental, no son precisamente las fervorosas manifestaciones de fe. Llama la atención la forma en que pastores como Becky Fisher inculcan un sentimiento belicista que va más allá de la sola intervención en política.


“En Palestina –se justifica Fisher al referirse a ‘nuestros enemigos’, en clara referencia a los musulmanes–, penetran en las escuelas y te puedo mostrar fotos donde les enseñan a usar granadas, metralletas, cinturones bomba y rifles”. Y agrega: “Yo quiero ver jóvenes comprometidos con la causa de Jesús, como esos jóvenes están con el Islam. Quiero verlos entregar sus vidas de un modo radical al evangelio como lo hacen en Pakistán, Israel o Palestina, porque nosotros tenemos… ¡Lo siento, pero nosotros tenemos la verdad!”.

Estado y religión

La voz crítica al campamento de Fisher la encarna el también cristiano Mike Papantonio, quien conduce el programa radial que se transmite en el estado de Kansas. “Algo ha cambiado desde que Mateo escribió el Sermón de la Montaña, donde Jesús nos dijo que teníamos que ser pacificadores. Todo lo que ellos hacen y dicen lo hacen en nombre de Dios. Que tenemos que ir a la guerra en nombre de Dios. Nos están diciendo que George Bush, como ningún otro, es un hombre santo que ha sido ungido con la tarea de crear una comunidad cristiana no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo”.

Uno de los mensajes que se desprenden del documental, aclara  que hay una dura guerra que se está librando en contra de la influencia de las iglesias en el Estado norteamericano.

Desde sus inicios, debido a la migración europea, se consagró la libertad de cultos y la separación entre Iglesia y Estado como dos pilares inquebrantables de los Estados Unidos. Como anota la organización The Pew Forum on Religion and Public Life (Tpfrpl), “los Estados Unidos tienen una larga tradición de separar la Iglesia del Estado, pero una igual y poderosa inclinación de mezclar religión y política. En las elecciones de 2004, las iglesias se tornaron más activas en política y movilización. Los votantes se decidieron no sólo por sus preferencias políticas sino también por la profundidad de su compromiso religioso”.

Según datos de la Tpfrpl, tres de cada cuatro estadounidenses son cristianos y dos son protestantes. “Juntos, los conservadores cristianos alcanzan ahora el 25% de la población norteamericana, comparada con el 20% de 1960”, anota  una reciente publicación de la revista británica The Economist dedicada a la religión contemporánea y su relación con la política.

Ochenta millones de personas hacen parte de este último grupo que representa un cuarto de la población norteamericana y que influye en la elección presidencial, del Congreso y, como en el caso que se denuncia en el documental, el nombramiento del juez ultraconservador Samuel Alito, también en las altas cortes. Además los niños de Jesus camp, también oran animados por Ted Haggad, asesor del presidente Bush y uno de los personajes más destacados de  la derecha estadounidense.

Este fanatismo y el poder creciente de los grupos políticos cristianos en Estados Unidos hacen pensar en un posible cambio de aquella tradición fundacional que separa a la Iglesia y al Estado. “¿Dónde exactamente está la línea entre la Iglesia y el Estado? ¿Y qué se puede hacer para aminorar las guerras de la religión? Ambas preguntas llevan a Norteamérica”, resalta el informe mundial de The Economist.

Mientras tanto las guerras de Afganistán e Irak, auspiciadas por la derecha religiosa estadounidense, hacen que el eje de la paz del mundo gravite, inexorablemente, en los púlpitos norteamericanos. Es por eso que los ojos están puestos en las futuras generaciones que estarán conformadas por gentes que en su niñez dijeron con alborozo, como se escucha en el documental Jesus camp: “Siento que nos están entrenando para ser guerreros, sólo que de un modo divertido”.

Por Juan David Montoya Alzate

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