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La fábrica de antivenenos

Desde hace más de 25 años, una empresa colombiana ha trabajado en el desarrollo de sueros antiofídicos. Hoy hace parte de una de las 60 industrias en el mundo que fabrican el medicamento curativo. Sin embargo, el mercado nacional aún está por desarrollarse.

Angelica Gallón Salazar
27 de noviembre de 2007 - 11:17 a. m.

Cuando en 1956 el doctor César Gómez Villegas fundó Laboratorios Probiol, estaba lejos de imaginarse que su idea de crear un lugar para la investigación y el desarrollo de vacunas y farmacéuticos veterinarios terminaría convirtiéndose en una de las 60 industrias en el mundo (y una de las pocas de carácter privado) que producen suero antiofídico.

Según cifras manejadas por Martha Gómez, la directora de control de calidad de estos laboratorios, en el mundo se registran anualmente por lo menos 6,5 millones de accidentes relacionados con el veneno de alacranes, arañas y serpientes. "En Colombia se registran en promedio, cada año, 4.000 accidentes por mordeduras ofídicas", explica Gómez. Sin embargo, los datos son insuficientes "pues existe un alto porcentaje de casos que no se registran porque cuando los pacientes llegan a los hospitales, la mayoría de las veces no se sabe que la causa de sus síntomas es un ataque de una serpiente", añade la experta.

Según el mexicano Instituto Biclon, especializado en la investigación y desarrollo de antivenenos, el 70% del mercado de sueros para prevenir muertes por picaduras venenosas en el mundo, que podría valer alrededor de US$557 millones, se encuentra desatendido, "ya que el abasto de productos indicados para atender estas emergencias aún es limitado".

Ante estas cifras y la evidencia de que en Colombia "cualquier viajero que salga al campo está propenso a sufrir un ataque de serpiente", los laboratorios Probiol no sólo detectaron una oportunidad para hacer un aporte a un problema de salud pública, sino además una oportunidad de negocio.

Así fue como empezaron a buscar valores agregados para este tipo de productos y desarrollaron, por ejemplo, un suero en forma liofilizada, es decir, que no requiere refrigeración, condición de suma importancia para países tropicales donde garantizar la refrigeración permanente de los productos es casi imposible. Como solía decir el investigador César Gómez, fundador de los laboratorios: "donde hay culebras no hay neveras y donde hay neveras no hay culebras".

Con una producción de 4.000 ampollas al mes, esta empresa se ha convertido en la principal surtidora de este tipo de suero para el Ejército Nacional, las cooperativas de salud, los hospitales y los centro de salud que atienden los territorios indígenas. Probiol también está exportando su suero a otros países en donde no se cuenta con una gran variedad de serpientes, por lo que extraer el suero resulta altamente costoso.

Costosa operación

La operación de extracción del suero contra picaduras de serpiente es costosa y demandante. Primero es necesario realizar alianzas con serpentarios, que mantienen diferentes especies en cautiverio, para hacer la extracción del veneno. Luego, se necesita mantener unas potentes pesebreras en donde se pueda mantener, cuidar y alimentar a 60 caballos que son inyectados con venenos de serpientes "La extracción del suero se logra gracias a la inyección de los venenos en equinos, quienes producen unas fuertes defensas. La veterinaria le realiza inoculaciones a los caballos por más de cuatro meses y después empiezan unas sangrías periódicas. De ellos se extrae la sangre con las defensas y a partir de su plasma se obtiene el suero", explica Gómez.

Este método, inventado por Pasteur y que se ha aplicado durante más de 100 años, a pesar de ser altamente efectivo sigue siendo muy poco ágil y rentable. De un lote de 120 bolsas sangradas, se obtienen tan sólo 10 litros de suero. "Hay que purificar mucho el producto, así que la eficacia es muy baja", asegura Martha Gómez, quien añade que por el contrario, a los caballos deben garantizárseles altas dosis de concentrados y vitaminas para mantenerlos saludables.

Aunque el mercado de los sueros antiofídicos está altamente desarrollado en países como Australia, Brasil y Estados Unidos, ya que su venta es libre y casi dentro de cualquier botiquín doméstico se encuentra un par de ampolletas, en Colombia el medicamento aún resulta muy costoso, e incluso los hospitales mantiene muy bajas reservas.

En el mercado, una caja de dos ampollas tiene un costo de $90 mil, pero el problema, explica Martha Gómez, es que en casos graves se usan hasta 10 ampollas. "Como nunca se sabe cuánto veneno inyectó la serpiente, siempre es muy difícil decidir la dosificación", explica.

En Colombia el mayor obstáculo ha sido la falta de competencia. "El hecho de que seamos los únicos, nos ha llevado a tener que cargar con un sinnúmero de limitantes sanatorios y registros que no facilitan la operación", se queja Gómez. Actualmente, a raíz del vencimiento de un registro, el país se encuentra sin ningún abastecimiento para contrarrestar las picaduras de las corales, una familia de más de 28 especies, "lo que significa que si alguien llegara a presentar un ataque de alguna de estas serpientes, estaría condenado a muerte".

Otro de los obstáculos es el mercado negro, que hace que haya precios anticompetitivos en el mercado, o que por el contrario, por escasez y altos registros de hurtos de los grupos armados ilegales, los precios se disparen.

Pero, a pesar de los obstáculos, los Laboratorios Probiol siguen con su propósito de atender en más altos porcentajes las necesidades colombianas con estrategias como capacitar gratuitamente a más de 3.000 profesionales de la salud en el uso de este suero, programa que les valió el reconocimiento en 2005 y 2007 de "Modelo de Responsabilidad Social". Además, la compañía ha estado estudiando las posibilidades de conquistar los mercados venezolanos y ecuatorianos, en donde, están seguros, la industria farmacéutica antivenenos colombiana puede tener altas ventajas competitivas por manejar mejores precios.

Por Angelica Gallón Salazar

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