El Magazín Cultural
Publicidad

El mundo al revés de Erwin Wurm

Exposición en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Liliana López Sorzano
10 de junio de 2010 - 11:26 p. m.

Una fotografía muestra a una mujer tendida en un andén con su cara aplastada contra un recipiente de plástico, y otra, a un hombre que mete la cabeza en una matera. Una escultura da cuenta de un hombre distorsionado por su gordura, que más se asemeja al muñeco Michelin.

Lo incongruente y lo insólito gravitan alrededor de la obra de Erwin Wurm (Bruck, 1954) y el espectador se debate entre la perplejidad y la risa. Los objetos cambian de función y las personas cambian de sentido. Arriba es abajo y abajo es lateral. Las percepciones son puestas a prueba y se crea un mundo paralelo donde las preguntas del artista se asemejan a las del filósofo; ¿dónde estamos?, ¿quiénes somos?, ¿por qué el mundo?  A pesar de los interrogantes, Wurm confiesa con honestidad: “Cada tiempo tiene su propia verdad. Eso es lo que los artistas y los filósofos buscan. Sin embargo, ambos fracasan constantemente”.

A la edad de 15 supo que quería ser un artista. Su padre trabajaba como detective en la policía y su visión sobre los artistas era más que sospechosa. El hecho de que su hijo quisiera ser uno  era un tema tabú. “Mi padre le gustaba a todo el mundo, hasta a las personas que ponía tras las rejas. Ellos le mandaban pequeñas esculturas de torres o de iglesias hechas con fósforos o con pitillos. Tenía toda una colección de miniesculturas. Quizá eso me hizo querer ser artista”.

Es precisamente el acto escultórico el que ha estado en el centro de sus preocupaciones. Tratar, por ejemplo, el volumen, el peso, el equilibrio y la forma fuera de un podio, como en sus Esculturas de un minuto, donde el público sigue instrucciones para producirlas por un tiempo determinado: “Abra su pantalón y póngale un ramo de flores”, “Métase dos lápices por la nariz y una grapadora en la boca”, son algunos de las consignas a seguir,  y así interactuar con la idea del artista. El video y la fotografía dan cuenta de estos episodios efímeros. El concepto de escultura en la obra de Wurm cruza fronteras y se mezcla con la acción para crear imágenes poderosas que tienen un impacto directo.

Su obra se ha presentado en los escenarios del arte internacional más representativos y pertenece a los artistas más relevantes del presente.

La muestra La memoria en la era de la globalización: perspectivas de la mirada desde afuera, curada por Sàrolta Schredl, recoge trabajos de los 20 años del quehacer artístico de Erwin Wurm y se presenta en el marco de los 200 años de la Independencia gracias a la Embajada de Austria en Bogotá en colaboración con el Ministerio Federal de Austria para asuntos europeos e internacionales. Desde Austria, el artista habló con El Espectador.

¿Su búsqueda artística es la misma que al inicio de su carrera?

Básicamente es la misma, porque desde el principio estaba interesado en las nociones de la escultura. ¿Qué significa, qué es? Y tratar de acercarla a objetos del cotidiano, relacionarla con la vida diaria. Eso sigue ahí, pero hay cosas que han cambiado, porque al principio era un método para crear el cuerpo de la obra. Poco a poco eso ha dejado de interesarme, porque el arte para de pensar en sí mismo...

¿Cuál es su mayor transgresión en su obra?

Tengo dos momentos que marcaron un punto de inflexión. En 1991, cuando empecé a trabajar con objetos que tenían un comienzo y un fin. Existían por una semana, por dos o por un mes. Eso fue muy importante para entender intelectualmente mi trabajo. Después, en 1997 cuando creé las Esculturas de un minuto.

Con las ‘Esculturas de un minuto’ la gente puede estar haciendo el ridículo o sentirse parte de una obra de Wurm... ¿Cómo lo ve usted?

Al principio era muy interesante, porque significaba cruzar las fronteras. Todo el mundo quiere sentirse cool, interesante, exitoso en la vida. Pero siempre tenemos una parte secreta u oscura que no queremos que los otros vean: miedos, ansiedades, problemas. Y estas esculturas permiten dar a conocer ese sentido del ridículo, pero al mismo tiempo afirmarse en él. Y eso nos da más fuerza y certeza. No sólo se trata de mostrar el lado fuerte, sino el débil también. El otro efecto es que siempre nos encontramos muy serios en nuestro rol en la vida tanto personal como profesional. Me interesa transformar todo esto a otro nivel y hacerlo divertido.

¿Y qué pasa con la distorsión en ciertas de sus esculturas y en las situaciones absurdas de sus fotografías?

Siempre se nos ha dicho cómo es y cómo debe ser la realidad y cómo está el mundo construido. A través de las últimas crisis en las que el mundo se ha visto confrontado, vemos otras realidades. Me parece que la imagen que tenemos del mundo funciona como una pantalla de protección y que esta imagen es distinta a como de verdad funciona la realidad. Eso me parece fantástico.

¿Es el humor un material o el resultado?

Es un material o una manera de expresar las cosas. El gran pathos no me gusta, muchos artistas hablan de él, del proceso de envejecer, de morir, del padecimiento, de la tristeza. A mí no me gusta eso, me gusta evitarlo. El humor depende también mucho de las personas y las culturas. A algunas personas les parecerá gracioso, mientras que a otros no les agrade. Por otra parte, es una manera de llegarle a más gente y de quitarle un poco de solemnidad al concepto de arte. 

Ha trabajado el dibujo, el video, la fotografía, la escultura, la performance ¿La forma es un vehículo para sus ideas?

Sí, creo que cuando tengo una nueva idea, encuentro el mejor medio para realizarla. De repente me doy cuenta de que cuando hago videos, estoy pensando en términos de videos y pasar a otro soporte no es evidente, porque me encuentro inmerso en este universo. Me pasa lo mismo con la fotografía y con la escultura. Pero es refrescante e importante saltar de una a otra, porque renueva mi perspectiva como artista.

El arte contemporáneo es amplio y vasto como la misma palabra. El público en general lo percibe como un concepto difícil de entender. ¿Cómo lo ve usted, cómo se siente dentro de él?

Llevo varios años dentro de él. El arte contemporáneo ha sido un medio para pensar nuestra sociedad, pensar nuestro tiempo y reflejarlo. Eso lo he creído por muchos años. Pero ahora también pienso que es un medio para crear algo nuevo. Personalmente me gusta utilizar el lenguaje de la ciencia ficción y de los cómics, que al final resulta un lenguaje fácil para que la gente entienda y acceda a mi trabajo. Entrar a mi arte es fácil en un primer nivel, pero hay capas dónde se necesitará un poco más de esfuerzo y dónde están las preocupaciones y las preguntas sobre nuestra sociedad.

¿Y cuáles son esas preocupaciones y preguntas que trata en su obra?

Hacer piezas que no estén limitadas por la realidad física de lo tridimensional, sino por una realidad imaginaria que sale de los sentimientos, de los pensamientos, de los efectos psicológicos... otras dimensiones. Es difícil de explicar.

Por Liliana López Sorzano

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar