El Magazín Cultural
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Una nueva mirada a la antigüedad

El historiador Thomas Cahill se ha dedicado a descubrir aquellos fundamentos históricos que nos han hecho lo que somos.

Sara Araújo Castro
24 de junio de 2010 - 11:07 p. m.

Cuando Thomas Cahill decidió en los años 80, después de dos décadas de estudio, que escribiría libros de historia que explicaran al gran público aquellos momentos claves que han construido el fundamento de la civilización occidental, no encontró un editor que se interesara por su trabajo. Faltaron 10 años para que alguien decidiera que la historia era un tema de interés público.

Fue así como llegó, a mediados de los años 90, con un éxito rotundo, Goznes de la historia, una serie que tiene cinco títulos, que recorren la historia desde Jesús hasta el Medioevo. Cahill (editorial Norma) viene al Festival Malpensante para hablar sobre arte en el Medioevo y sobre la Iglesia católica. Desde Nueva York, habló para El Espectador.

¿Por qué sus libros muestran épocas desde una perspectiva religiosa: Jesús, las tribus judías, el papel de los monjes irlandeses, entre otros?

La pregunta que me planteé para escribir estos libros, hace muchos años, es qué tiene la civilización occidental para ser distinta de civilizaciones como la china, la india o las africanas; cuáles son esos elementos fundacionales. Y se reconocen dos grandes vertientes: la judeocristiana y la grecorromana. Y cuando hablamos de los grecorromanos no pensamos en general en su religión, pero en mi libro yo sí dediqué gran parte de la investigación a esto, pues era muy importante para ellos.

¿Qué fue primero, sus estudios en teología y judaísmo o su mirada desde lo religioso?

Creo que mi interés por la influencia de lo religioso me llevó a estudiarlo. Tarde en la vida aprendí hebreo, para leer la Biblia en lengua original y con judíos. Para ellos es diferente, los cristianos buscan una solución, una técnica, y así siguen con el nuevo paso. Los judíos pueden pasar el año entero estudiando una frase. Ellos no tienen afán, es su historia personal, familiar. La miran de manera más relajada. Cuando me preguntan cómo estudiar más sobre la Biblia, recomiendo ir a un seminario judío. Para ellos es más cultural que espiritual.

Dicen que la historia la escriben los ganadores, ¿es acaso la cultura occidental la vencedora?

La historia la escriben los conquistadores, no los conquistados. El general que gana la guerra, y no quien la pierde. Pero esto la hace una historia falsa. No se puede creer lo que dice cada general (risas) detrás de esto; los perdedores tienen las mejores ideas. Lo que yo he encontrado en los momentos coyunturales de la historia es que no son los políticos ni los militares, sino aquellas personas que tienen gran corazón los que son interesantes y dan algo que antes no estaba.

¿Habla de personajes como Jesús, Buda, Gandhi?

Sí. Estos son los personajes verdaderamente interesantes, quienes en su tiempo se pararon en la margen de las verdades oficiales.

¿En qué momento empezó a cambiar el enfoque de la historia hacia una perspectiva menos militar y política, así como lo hace usted con sus libros?

Cuando las personas empezaron a objetar el hecho de no verse reflejados en la historia. Es el caso de las mujeres, que no se veían en esa mirada, pues no estaban en los campos de batalla. Cambiando la mirada, no podemos verlo todo, pero sí otras cosas que dan claves de elementos medio ocultos que también han sido importantes. Por ejemplo, en la Edad Media, uno empieza a descubrir la importancia de una mujer como Leonor de Aquitania, la primera mujer en escoger a su marido. Una mujer fuerte de quien se podría decir que es una de las primeras feministas.

¿Esa afirmación de que el feminismo nace en la Edad Media no es un poco atrevida?

En realidad es la primera vez que aparece. No existió ni en el mundo griego ni en el romano. Pero en el Medioevo, en cada templo, había una mujer con un niño en brazos: esta es una imagen poderosa; en ese tiempo, las mujeres empiezan a liderar algunos lugares, como las abadías.

Pero el protestantismo le quita protagonismo a la Virgen y en general a la mujer...

Bueno, ahí estamos siempre los hombres, atravesándonos en el camino de las mujeres.

Su ultimo libro, ‘Un santo condenado a muerte’, basado en el caso de un inocente ejecutado, no tiene que ver con los anteriores. ¿Por qué se salió del tema tan radicalmente?

Yo conocí a Dominique Green y pensé que era un hombre maravilloso en medio de una historia tremenda. Para mí era una obligación escribir sobre él. Al principio pensé que lo haría alguno de sus abogados, pero ellos terminaron dándome esa tarea. Fue el libro más corto, pero más difícil de escribir.

¿Le dio usted a esta historia un enfoque histórico?

Al final de cuentas, la historia se divide en actos civilizados y actos barbáricos (violentos, crueles e irracionales). Para mí la pena de muerte en Norteamérica es un reducto del barbarismo absoluto en la cultura norteamericana. Y más grave si se mezcla con política. Es un aspecto muy oscuro de nuestra realidad, que se deriva de un calvinismo recalcitrante... Y todo vuelve al tema de la religión.

Usted critica muy duramente el sistema legal norteamericano. ¿Recibió muchas críticas por esto?

Todas las críticas del libro fueron positivas, y la más interesante proviene de un medio especializado en temas legales The Washington Lawyer. Eso me dio gran satisfacción. Temía ser demandado, porque dije cosas muy duras, pero era necesario decirlas.

Varios países de América Latina están celebrando el Bicentenario de la Independencia. ¿Ha tenido esta fecha, tan significativa para nosotros, algún efecto en los Estados Unidos?

Lamento decir que no. Estados Unidos es la isla más grande del mundo. Los norteamericanos no piensan mucho en América Latina, y esto es un gran error.

¿Su charla sobre la Iglesia hará referencia a las fallas de ésta y del papa Benedicto XVI?

No sé hacia dónde irá, pero yo creo que en la Iglesia católica todo lo posterior a 1963 ha sido errático. Creo que Juan Pablo II obstaculizó el movimiento de la Iglesia, buscando obispos conservadores que creyeran que el control de la natalidad y el uso de preservativos eran pecado; que no permitieron a las mujeres ser sacerdotes y otra cantidad de cosas que han sido un error.

Por Sara Araújo Castro

 

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