El Magazín Cultural
Publicidad

Literatura que cambia la historia

Escritor peruano Mario Vargas Llosa, en su discurso de recepción del Premio Nobel.

Angélica Gallón Salazar
07 de diciembre de 2010 - 10:34 p. m.

El martes, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, en su discurso de recepción del Premio Nobel, reconocimiento que le será entregado este próximo viernes en Estocolmo, hizo un sentido elogio de la literatura. Exaltó cómo escribir, al igual que leer, “es protestar contra las insuficiencias de la vida”. Vargas Llosa confesó que esta pasión, vicio y maravilla, le ha permitido “crear una vida paralela dónde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”.

El Premio Nobel de Literatura 2010 evocó en su discurso a sus maestros: Flaubert, Faulkner, Cervantes, Balzac y, por supuesto, su admirado Sartre, de quien aprendió “que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia”.

Es la literatura, dijo el autor de La ciudad y los perros, uno de los aparatos que han permitido la realización de unas civilizaciones menos crueles. “Gracias a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas”.

“Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrote, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor”.

Dándole tregua a su poesía, su paso por la política latinoamericana fue inevitable: “América Latina ha ido progresando. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como la de Bolivia y Nicaragua”. Luego, enfático añadió: “Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión provinciana, de corto vuelo... Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como la de las dos guerra mundiales y la sangría actual de Oriente Medio”.

Finalmente regresó a su Perú, a recordar las viejas esquinas, los barrios de esa lejana infancia feliz y la recuperación de un padre supuestamente muerto. Habló también de su gran amor. “El Perú es Patricita, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico”, expresó sentidamente el escritor de 74 años, quien concluyó: “Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad”.

Por Angélica Gallón Salazar

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar