El Magazín Cultural
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Cuando la música colombiana es la clave de sol

Andrea y El Cholo hablan de las coincidencias entre el estilo rockero y la música del llano.

Juan Carlos Piedrahíta B.
19 de junio de 2008 - 09:21 p. m.

La intención del Gran Concierto Nacional-Música para la Convivencia es establecer diálogos musicales entre distintas generaciones de artistas de nuestro país. Según la ministra de Cultura, Paula Marcela Moreno, “por unas horas podremos escuchar al país a través de su diversidad musical y serán los ritmos de las regiones los que nos permitirán reflexionar sobre el verdadero significado de ser colombiano. Queremos ver a Colombia unida a través de lo mejor que tiene: su cultura”.

El Espectador se sintoniza con esta iniciativa y a partir de hoy, y durante varios viernes, abrirá un espacio para que artistas de generaciones y estilos diversos complementen sus ideas sobre las manifestaciones sonoras. Nuestro primer jam (como se le conoce musicalmente a un encuentro esporádico) tendrá a Andrea Echeverri, una de las líderes de la banda bogotana Aterciopelados y El Cholo Valderrama, fiel representante de los aires autóctonos de los Llanos Orientales.

Andrea Echeverri (A.E.):  A mí el nombre de Colombia me suena a diversidad, esto es como un tesoro. En el llano el sonido es uno, en las montañas es otro y en la Costa Atlántica otro. Aquí todo el mundo canta, todo el mundo baila y de la misma manera en la que tenemos variedad en los paisajes, también tenemos variedad en los sonidos.

Cholo Valderrama (CH.V.): Para mí la palabra Colombia es sinónimo de hogar. Aunque también pienso que cada departamento podría tener su propio ritmo y él acompaña a unas características topográficas, naturales y hasta gastronómicas. Lo bello que tiene este país es que no posee un sonido único. Aquí no hay un instrumento con el que se toque todo el folclor. En Colombia no hay un instrumento nacional, ni un traje típico.

A.E.: Es cierto… aquí no existe un swing o una manera de cantar. La cosa varía de un lugar a otro. Lo que sí creo es que hay músicas colombianas más famosas que otras. Por ejemplo, los sonidos del Caribe han predominado en el escenario internacional y de eso hace muchos años.

CH.V.: Eso me parece que ha sido una cuestión de las casas disqueras, que les da por exprimir un género y le sacan todo el jugo.

A.E.: De las disqueras y de los grandes poderes, porque como hemos tenido tantos presidentes ‘vallenateros’ eso también ha influido.

CH.V.: Claro… Alfonso López creo yo es el gran impulsor de ese género.


A.E.: Pero eso de que primen algunos ritmos sobre otros ha sido muy complicado, porque hemos dejado de escuchar muchas cosas hermosas.

CH.V.: Es que nos han metido en la cabeza que lo único puro es el sonido de la Costa Atlántica. Pero cuando yo escucho a un anciano cantar o tocar un joropo en las orillas de nuestros ríos en el Meta y Casanare, me parece que eso es pureza. Lo triste es que cuando la música llega a las grandes ciudades se prostituye porque los artistas empiezan a componer de acuerdo con las indicaciones del señor dinero.

A.E.: De acuerdo con el planteamiento de El Cholo, nosotros también somos puros, porque eso quiere decir que si sumercé hace las cosas para que les gusten a los demás o para que tengan éxito, está muy mal, pero si se dedica a hacer su trabajo como una búsqueda personal, eso es pureza.

CH.V.: Yo crecí escuchando joropos, porque mamá me llevaba desde muy pequeño al corral para ver ordeñar las vacas y como en el Llano se hace esa actividad cantando para apaciguar a los animales, ella hacía sus tonadas y yo la escuchaba con mucho cuidado.

A.E.: Pero también se hacía para arriarlos o ¿no?

CH.V.: Claro, pero el canto en ese momento es un poco más rudo, en cambio para el ordeño es muy suavecita.

A.E.: Mi mamá también cantaba aunque no ordeñaba, pero a ella le sonaban bonitas las rancheras, los boleros, tangos. Pero yo creo que el joropo ha cambiado mucho en los últimos años.

CH.V.: Claro... en el joropo actual cuenta más el ingrediente urbano que el rural, porque así se enseña en las escuelas de música y en las academias de Villavicencio, en Yopal y hasta en Bogotá que existen, según me han dicho, doce academias de música llanera. Hoy se hacen muchas baladas urbanas en las que no se encuentra nada de caballos ni de vacas, porque los compositores no están relacionados con lo que nosotros llamamos ‘trabajo de llano’.

A.E.: Así es... yo entiendo la música de Aterciopelados como una esencia de fusión, porque nosotros no somos campesinos. Sí hemos escuchado muchas cosas de las zonas rurales, pero lo nuestro ante todo es fusión, porque pienso que, incluso, la identidad de uno es fusionada,  pues somos mestizos y a la hora de crear eso se siente. La propuesta de Aterciopelados es urbana pero tiene ingredientes de todos lados.


CH.V.: Ese sonido de Aterciopelados me parece como mi hijo mayor que es llanero, sabe colear pero toca guitarra eléctrica, le gusta el rock. Incluso tocó con Naty Botero y eso no le quita lo llanero. Lo que yo he visto con él es que el sabor de lo típico lo da la tierra y se pierde con otras informaciones que llegan al cerebro. Yo, por ejemplo, escucho un arpa y sé si ese sonido es de academia, porque el joropo se enriquece en armonías.

A.E.: Pero con el rock pasa algo parecido. Ni Héctor ni yo somos músicos de academia… es decir, nosotros de pepitas y noticas, cero, pero llevamos 17 años inventándonos cosas, haciendo ensayos y eso nos ha dado otro sabor.

CH.V.: Yo también llevo mucho tiempo en esto, pero para mí la música sigue siendo lo mismo que el primer día. Lo que ha cambiado un poco son las situaciones. Hoy considero que la música es un compromiso.

A.E.: A mí me sigue emocionando y alimentando, pero hoy más que nada es una responsabilidad. Al comienzo sumercé piensa ‘yo responsabilidad por qué, si yo digo lo que pienso y lo que quiero’, pero después uno se da cuenta de que sus palabras influyen en el comportamiento de mucha gente. Yo a veces me subo a la tarima y me siento un poco en mi casa y en un lugar que me he ganado con mucho trabajo.

CH.V.: Yo no consideraría mi vida sin música. Sería otra persona.

A.E.: Para mí la música ha sido un salvavidas y una brújula. Yo cuando estoy triste me invento una cancioncita y eso me hace salir a flote.

CH.V.: Eso también es lindo en esta profesión, porque yo, por ejemplo, me la paso buscando ‘la canción’ y no sé si la llegue a encontrar.

A.E.: A mí lo que me parece chévere es hacer ‘otra canción’. Me parece todo un reto buscar un tema que no haya sido abordado en la música. Uno puede expresar lo mismo pero con una palabra, una cadencia innovadora que le demuestre a uno mismo que está haciendo algo genuino.

Múltiples sonidos por la convivencia

La costumbre es que cada 20 de Julio Colombia exhiba su armamento militar. En esta oportunidad el país se dará el lujo, y el gusto, de mostrarle al mundo su poderío cultural y lo hará a través de un desfile particular, porque la protagonista será la música, una manifestación artística cuya mayor riqueza es la diversidad.

Los sonidos de la Costa Caribe, los ritmos del Pacífico, los aires del interior y todas aquellas influencias contemporáneas y de antaño que de alguna manera han permeado lo que se conoce como ‘Música Colombiana’ tendrán su espacio ese día, cuando se cumpla un año más de nuestra independencia.

Más de 750 municipios participarán en lo que se ha denominado como el Gran Concierto Nacional-Música para la Convivencia, una iniciativa del Ministerio de Cultura, coordinada por el reconocido productor Iván Benavides, auspiciada por gran parte de los músicos colombianos y aplaudida por el público masivo.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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