El Magazín Cultural
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Letras incendiarias

El escritor Mario Mendoza asegura que en su más reciente trabajo consolida la línea de pensamiento que ha desarrollado durante toda su carrera literaria.

Angélica Gallón Salazar
18 de mayo de 2009 - 10:23 p. m.

Como si fuera un compromiso, casi un mandato para la creación, Mario Mendoza vuelve a poner como protagonista de su más reciente novela, Buda blues, a personajes que viven en el borde de la sociedad, que son disidentes, indigentes, inmigrantes, conspiradores o terroristas. Pero esta vez, los opacados, los tildados y no escuchados se levantan y le lanzan un paquete bomba al lector para que él decida si deja o no que le explote en las manos.

Más que a una novela ejemplar, asistimos a una obra que parece ser una hija digna de lo que Mario Mendoza ha bautizado como “vanguardia catastrófica”. Resultado de un mundo que ve derrumbar el capitalismo, que soporta 43 millones más de indigentes y que parece celebrar al tercer mundo como el modelo de desarrollo a seguir, Buda blues es un grito que reclama que alguien timonee este barco que está próximo a estrellarse.

“Vamos en la proa de un barco que va a colisionar y  lo único que se nos ocurre es desacelerar. Todo el mundo dice disminuyamos la contaminación, pero a nadie se le ocurre torcer y vivir de otra manera”, comenta el escritor.

Así, los protagonistas de esta novela mutan entre un intelectual convertido en indigente que muere solo en su desbarajustada morada del Cartucho y de cuya muerte sólo se dan cuenta los vecinos porque las ratas entran y salen por debajo de la puerta de su apartamento; un sudafricano que está de paso por Colombia y que descubre la grandeza intelectual de este viejo indigente y se va por el mundo propagando su manifiesto, y hasta el mismo Theodore J. Kaczynsky, el profesor graduado en Matemáticas en la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de Berkeley, que en 1969 se ausentó en las montañas de Montana, desde donde se convirtió en el terrorista más buscado.

“Yo venía recogiendo material sobre este personaje conocido como el ‘unabomber’, porque mandaba bombas por correo. Mi pregunta era por qué se le pasó a Hollywood este personaje y luego pensaba que era muy difícil hacer aparecer a un tipo de ideas brillantes, que han sido objeto de estudio, y que atacaba de frente el progreso y nuestra línea de desarrollo con elevadísimos raciocinios, pero que a la vez era un terrorista. ¿Cómo hacer para que la gente que comparte sus ideas no copiara sus métodos?”, comenta Mendoza, quien después de adentrarse en los turbios mundos de la resistencia global en su novela, también tuvo que plantearse esta cuestión. Justamente, en la novela se esbozan dos caminos alternativos a la violencia: el budismo zen y el concepto de resilencia.

“Este es un concepto que se va descubriendo a lo largo del libro, que viene de los materiales del cableado submarino y que lo usaron los físicos para hablar de la resistencia de esos materiales al entorno. El término luego los usaron los psicólogos para hablar de personas prorresilentes y no resilentes, es decir, gente que tiene una altísima capacidad para superar el dolor y gente que por el contrario se queda en la memoria del sufrimiento”, explica el autor.

Partiendo de este concepto, Mendoza muestra cómo en las capas más degradadas de la sociedad es donde más existe resilencia. Y esa capacidad de afirmación de la vida en medio del dolor es la que Buda blues celebra.

Por Angélica Gallón Salazar

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