El Magazín Cultural

La poética del silencio de Édgar Negret

Hasta el próximo 18 de julio, la Galería Mundo hace una retrospectiva de la obra del escultor payanés.

Angélica Gallón Salazar
11 de junio de 2009 - 09:43 p. m.

El tiempo le arrebató la memoria, esa que le hacía recordar cómo de niño su mamá lo protegía de cualquier imagen de la muerte, esa que le hacía sonreír cuando admitía que de pequeño su máxima aspiración “era ser santo”. Su voz se fue escondiendo y no leyó más a Rilke ni a Kavafis y sus manos desde hace 10 años ya no disciplinan más el metal. Un Alzheimer tiránico ha desatornillado sus recuerdos, pero su obra, que parece inmune a los días y las horas, le hace hoy un homenaje en silencio, como arrebatándole toda su poética.

Édgar Negret tiene 89 años y hoy su casa está un poco más vacía. Muchos de esos monstruos metálicos pintados de rojo y amarillo, de negro, morado y gris —nunca de azul prusia—, que han reposado en sus aposentos por años, han salido de viaje. Han aterrizado en la Galería Mundo y en las plazoletas de las Torres del Parque en el centro de Bogotá, para completar una retrospectiva en donde su emblemático arte concreto, siempre bautizado de abstracto, se muestra con gala.

Sus bocetos pintados sobre papel en los años 40, cuando hacía méritos para recibir el diploma de escultor de la Escuela de Bellas Artes de Cali; sus primeros yesos que luego fue convirtiendo en bronces en los que les dio tres dimensiones a su idea de Walt Whitman y a sus cuestiones místicas (La mano de dios, 1947; Anunciación, 1948; Job, 1944) y hasta su único grabado se exponen hoy, después de ochos años de su última retrospectiva, tentando a su memoria y evocando los principios de un escultor del que Marta Traba alguna vez dijo: “Es posible que su escultura no sea apreciada como se debe en Colombia, pero ninguna obra vive buscando aplausos”.

Jaime Carrasquilla Negret, su sobrino, recuerda cómo su tío incansablemente estaba internado en el taller trabajando, primero doblando cartones paja con los que hacía sus aproximaciones de lo que sería su siguiente escultura: “A veces tardaba días resolviendo un problema, a veces eran sólo horas y a veces sólo encontrabas cientos de cartones que había arrojado con furia al suelo, porque el problema técnico no había sido posible resolverlo”.

Aunque el metal que Édgar Negret utilizó para crear sus Maizales, sus Kachinas y su serie de Juguetes mágicos pareciera que hubiera coexistido toda la vida con él, por la forma en la que solucionó el problema de la curvatura, del color mate, de cubrir el espacio, de la repetición prolongadas de formas, lo cierto es que este fue un encuentro que se dio después de muchas experimentaciones. Fue cuando se marchó a vivir a Nueva York, a mediados de los años 50, cuando el escultor payanés encontró el que sería para él, el más noble de los materiales.

“A finales de los años 40… Einstein sí transformó el mundo. Descubrir que había que liberar la potencia del átomo también se tradujo en escultura. Hubo en Nueva York una obsesión por la cuestión espacial. Henry Moore abre huecos que son estéticos... También se descubrieron materiales de principio de siglo. El metal, sobre todo… En realidad se vio que los materiales nobles se habían trabajado en forma innoble durante mucho tiempo, París estaba llena de estatuas espantosas”, aseguró Negret en una vieja entrevista que está publicada en la más reciente edición de la revista Mundo que acompaña la retrospectiva.


Negret ha sido un hombre reservado, amante del orden, herencia que se la achacaba a su padre el general Rafael Negret. Fue algo distante de la familia a raíz de tantos años vividos en París, en Mallorca, en Nueva York, pero llevó siempre una pesadumbre pegada en el pecho y atornillada con golosos en muchas de sus esculturas por haber tenido que asistir a los funerales de sus ocho hermanos mayores. Hace ya 32 años que al maestro no le quedan al lado más que sobrinos y, por supuesto, los amigos que hizo en torno a la escultura.

Máquinas delatoras

Cuando se camina alrededor del Sol (1985), de la Escalera roja (1976) y de la blanca Flor Sanki (1995), piezas todas que parecen encajar como un lego con los juguetones rasgos arquitectónicos que les dio Rogelio Salmona a las Torres del Parque, se asiste a un silencio profundo. Pero no es siquiera el silencio que supone la orfandad en la que están después de que su escultor, sus manos creadoras, las han olvidado sin querer para siempre. Se trata de un silencio consciente, uno que buscó Negret y que a juzgar por su confesión constante, “sólo aspiro a que mi obra coincida con mi intención interior”, quizás siempre vivió en él.

La sensación la admite ya Jorge Oteiza, el maestro vasco que tanto determinó la obra de Negret cuando escribió el catálogo de la muestra del escultor  en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid en 1983. “Un estilo comienza contando y enriqueciendo la expresión, para luego apagarla hasta la incomunicación”, y luego añade: “el artista que termina cuelga el teléfono del lenguaje y marca el número del silencio”.

Para Jaime Carrasquilla, lo que en realidad sobreviene al ver la obra de Negret, al darle la vuelta a esa tridimensionalidad que cobra formas distintas e insospechadas conforme se cambia de ángulo, es una mística. “Ese es uno de los temas más representativos de su obra. De joven hizo el Puben (1944), que es el cacique del valle de Popayán; luego se internó en el mundo de los navajos, unos nativos  norteamericanos que producían bellas figuras con arena y elaboraban muñecos como réplicas de dioses para curar a los enfermos”, explica Carrasquilla y añade: “Finalmente, cuando regresó a Colombia y con su viajes a Perú, Negret hace de los mitos precolombinos unas máquinas”.

Édgar Negret creyó buscar a Dios en sus obras “siempre y en todas partes” y ahora, sumido en el silencio absoluto del olvido, es como si caminara como peregrino cristiano finalmente al encuentro de esa divinidad, y como si de un acto artístico se tratara, su olvido calla sus metales de cualquier representación y las llena de gracia.

Por Angélica Gallón Salazar

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