El Magazín Cultural
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Llamarada de dos talentos

Silbando, el maestro huilense compuso más de 200 canciones mientras el artista bogotano se mueve con destreza entre las notas musicales. La sabiduría de la experiencia y de la academia.

Juan Carlos Piedrahíta B.
20 de junio de 2009 - 10:00 p. m.

En la mitad del camino se encontraron. Jorge Villamil ya había ido y está de vuelta en el aprendizaje del arte sonoro, mientras que Andrés Cepeda apenas lleva el cincuenta por ciento del sendero recorrido. La experiencia del primero y la disposición del segundo crearon la dupla perfecta para hablar de la labor del compositor y reflexionar sobre las musas de inspiración en el estilo tradicional del área andina de Colombia.

El Espectador hace la tercera entrega de una serie dedicada a los maestros y discípulos de los géneros que han hecho grande el folclor de nuestro país. Un homenaje a su música y un tributo a sus exponentes.

Jorge Villamil (J.V.).– ¿Tú de dónde eres, Andrés?

Andrés Cepeda (A.C.).– Soy bogotano, maestro.

 J.V.– ¿Eres rolo de esos que dicen ‘Ala cómo te va’?

A .C.– Más o menos porque mi papá es de Zipaquirá y mi mamá es de Zipacón. Ellos cantaban y tocaban la música colombiana.

J.V.– A mí me parece que tú tienes tu estilo moderno y lo importante es que no pierdas la franja primigenia. En la música lo esencial es ser auténtico. A muchas de las figuras actuales no se les ve la franja primigenia.

 A.C.– Maestro... ¿usted lo que quiere decir es que a uno como artista se le debe sentir la esencia?

J.V.– Claro... porque si tú te vas a meter con un pasillo rock, tienes que respetar la base porque si no es como hacer música de mentiras.

A.C.– Estoy de acuerdo con usted, para hacer fusión con algo, uno tiene que saber muy bien lo que está haciendo y si no se tiene el conocimiento es mejor no meterse en ese enredo.

J.V.– Ahora están tratando de hacer dizque una salsa-bambuco.

A.C.– No me imagino cómo puede ser eso. Pero en todo caso la música no puede ser tan inmediatista. Uno tiene que hacer una inmersión en el tema para que las canciones surjan con naturalidad.

J.V.– Es que si la música colombiana no tiene la esencia… como se dice ‘adiós palomita herida’.

A.C.– Es cierto.

J.V.– Para mí una buena canción debe tener mensaje en letra y música.

A.C.– La importancia de la letra es fundamental porque si uno hace un buen mensaje se le queda a la gente, así el público no tenga mucha idea de música. Creo que el compositor tiene que trabajar a largo plazo.

J.V.– Además las canciones son lo único que queda cuando uno se despida de este mundo.

A.C.– Es cierto... pero yo, maestro, quería aprovechar esta oportunidad para ofrecerle las más sinceras disculpas por lo que sucedió en su homenaje en la Casa de Nariño. Lo que pasa es que me puse muy nervioso y se me olvidó la letra de su canción Llamarada.

J.V.– A mí me llegaron comentarios de todo el mundo, pero no te preocupes.

 A.C.– Es que resulta que yo tenía que cantar dos canciones. Una era Llamarada y la otra era la canción especial del Gran Concierto Nacional. Al comienzo yo cantaba primero la canción institucional y luego la suya, pero se traspapeló el orden y empezaron por su homenaje y me cogieron fuera de base.


J.V.– Tranquilo. Estás muy joven y seguramente te pasarán muchas cosas más.

A.C.– De todas maneras yo quería contarle mi historia con Llamarada, y es que yo cuando estaba muy pequeño agarraba los tubos en los que se enrolla el papel higiénico y ese era mi micrófono. La primera canción que canté, incluso antes de hablar bien, fue Llamarada... la misma que no pude cantar esa noche.

J.V.– Necesito olvidar para poder vivir.

A.C.– Y yo me quedé con las ganas de cantarle esa canción a usted pero me salvaron mis colegas que empezaron a entonarla para que yo agarrara el ritmo otra vez.

J.V.– Eso le puede pasar a cualquiera. Yo te cuento que en el Carnegie Hall a Carlos Julio Ramírez le pasó lo mismo pero con Oropel. A él se le refundió la letra y empezó a tararearla por un buen tiempo hasta que se acordó.

 A.C.– Muchas gracias, maestro, usted es muy generoso conmigo.

J.V.– ¿Y estás sacando nuevo disco?

A.C.– Sí… se llama Día tras día y estoy en el proceso de promoverlo y de empezar a tocarlo. El 20 de Julio, el día del Gran Concierto Nacional, me puse la tarea de interpretar Llamarada y lo voy a llamar para que la escuche.

 J.V.– Bueno… eso por lo menos es una anécdota divertida que tienes para contarle a la gente.

A.C.– Imagínese… eso no se me va a olvidar nunca. Cuando yo tenga su edad, voy a recordar con especial cariño lo que me pasó.

J.V.– ¿Pero tú eres casado?

A.C.– Soltero, maestro, pero en una de estas caigo. Mi papá, que también está llegando a los 80 años, sabía que yo venía para acá y me dijo que le mandaba muchos respetos porque él canta sus canciones.

J.V.– Dentro de poco van a salir 200 obras mías interpretadas con tiple y orquesta.

A.C.– ¿Va a ser un disco instrumental?

J.V.– Así es… lo que queremos es que la gente cante escuchando el disco.

A.C.– Es muy buena idea porque son canciones que ya están grabadas en la memoria y uno nunca se cansará de disfrutarlas.

J.V.– En esta conversación estamos 80 años contra 20 y tantos…

A.C.– No, maestro, yo tengo 35.

J.V.– !Ah, no!… tú ya tienes bastante recorrido. De todas maneras yo llevo 53 años en la música y tengo muchos cuentos para contar.

A.C.– Claro… usted es una especie de biblia del folclor andino.

J.V.– Recuerdo que antes la palabra “compositor” era sinónimo de perro, porque la música se desarrollaba en un ambiente muy bohemio. Me acuerdo de que mis papás no querían que yo me torciera.

A.C.– Pero en la actualidad eso ha cambiado mucho porque ahora existe una industria en evolución.

 J.V.– Yo, por ejemplo, componía silbando porque nunca aprendí a leer notas.


A.C.– ¿Entonces tenía a alguien que le transcribiera lo que usted decía y silbaba al lenguaje musical?

J.V.– Claro… había un maestro que me transcribía. ¿Tú sí sabes leer notas?

A.C.– Sí, maestro, yo tuve la inmensa fortuna de estudiar.

J.V.– Yo tengo en la cabeza una pieza sinfónica que se llama Valle de las tristezas y es la avanzada de España por el terreno del Tolima en el que se encuentran con los paeces y con los pijaos. Yo pensaba hacer esa composición con todas las de la ley pero ya no lo pude hacer.

A.C.– ¿Pero llegó a escribirla alguna vez?

J.V.– No… la tengo diseñada en la cabeza pero yo ya me muero con esa composición solamente para mí.

A.C.– ¿Sabe de qué me arrepiento, maestro?

J.V.– Uno tiene que arrepentirse de lo que dejó de hacer y no de lo que hizo.

 A.C.– Estoy de acuerdo. Yo me arrepiento de muchas cosas que he dejado de hacer. Hubo un período en mi carrera entre el 93 y el 97, yo sentí que no hice nada y hoy esos años me pesan.

  J.V.– Pero estás muy joven y por ahora llevas una carrera muy exitosa.

A.C.– Gracias maestro... ¿pero usted con más de 200 canciones compuestas tiene alguna favorita?

J.V.– Hay canciones para distintos momentos, pero creo que mi favorita es Me llevarás en ti.

A.C.– Es hermosa... es una de esas composiciones que uno define como redonda porque lo tiene todo.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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