El Magazín Cultural
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Almas del canto tradicional

Etelvina Maldonado y Martina Camargo. La primera se consagró con la interpretación del bullerengue, mientras que la segunda se concentró en explorar la tambora, ritmos propios del departamento de Bolívar.

Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado especial Cartagena
11 de julio de 2009 - 10:00 p. m.

Las dos nacieron en Bolívar. Etelvina Maldonado es de la Isla de Santa Ana, mientras que Martina Camargo se crió en San Martín de Loba. Su proximidad no es solamente geográfica, pues el afecto y el respeto mutuo han hecho que las dos artistas acerquen sus propuestas musicales. Ahora, bullerengue y tambora son un solo sentir.

El Espectador hace una nueva entrega de una serie de especiales dedicados a las leyendas y a las jóvenes figuras del folclor nacional. Un homenaje a la música y un tributo a sus exponentes.

Martina Camargo (M.C.): Las abuelas antes no usaban vestidos cortos sino largos, por lo que nos dejaron los españoles. Mangas así como raras, con cuellos altos o con bolas y para este tipo de música como es la tambora y el bullerengue uno se viste como las abuelas. Se trata de ponerse vestidos coloridos, no con brillantes ni lentejuelas, sino muy sencillos y uno baila a pie descalzo. En la época de mis abuelos, por ejemplo, era prohibido que los jóvenes vieran los bailes tradicionales porque se bailaba a medianoche. Mi padre me cuenta que él tenía que escaparse de noche para ver bailar a los mayores.

Etelvina Maldonado (E.M.): Claro… yo misma lo hacía. Mi mamá nos dejaba encerrados en la casa, pero como era de bahareque, pues le hacíamos un hueco y de ahí nos salíamos todas tres con mis hermanas. Cuando mi mamá se daba cuenta, nosotras ya estábamos bailando también.

M.C.: A mí el amor por el folclor me llega de punta y punta porque mi papá, Cayetano Camargo, era cantaor, bailador y compositor, y por parte de mi mamá tengo a una abuela bailadora y cantadora. Y por fortuna la tradición continúa, porque tengo una hija que me sigue los pasos, así como también tengo sobrinas folcloristas.

E.M.: La herencia mía es desde mi bisabuelo. Después mi abuela y mis papás, mis tíos y primos. Uno de mis tíos siempre decía: ‘canten, que les voy a tocar’ y se ponía a hacer música y a beber ñeque, que era lo que se tomaba antes. Él le quitaba el cuero al tambor y le ponía un pañuelo blanco.

M.C.: Claro... antes todos estábamos relacionados con el folclor, con la música nuestra.

E.M.: Pero sabes que antes a mí me gustaba cantar boleros, rancheras y tango, pero cuando crecí vi que a mis padres les gustaba el bullerengue, al que antes llamaban fandango, y me dije: ‘por aquí es que tengo yo que romper’. Siempre he sido la última, era la más pequeña, y seré la última en morirme porque ya se murieron todos. Recuerdo que cuando mi mamá salía a cantar fandangos, yo me hacía la dormida, me levantaba, le hacía el hueco a la casita y me iba a cantar y bailar. Después ella se dio cuenta de que no podía detener su propia herencia.

M.C.: Desde tiempo atrás a ese oficio se le conoce como cantaoras o cantadoras. A mí me gustan mucho esas expresiones, porque esas palabras vienen del baile cantao. Yo creo que ese nombre lo identifica a uno mucho, lo que no pasa con la expresión ‘cantante’, creo que se refiere al intérprete del vallenato o la balada.

E.M.: A mí esas expresiones me gustan también mucho. Me siento muy orgullosa de ser cantaora o cantadora.

M.C.: Incluso, cuando me preguntan que sí yo soy cantante, siempre respondo que yo soy cantaora. Es que el cantante tiene un sabor diferente.

E.M.: Es que la expresión ‘cantante’ lo saca a uno de su música y lo mete como en el vallenato y la champeta, y la verdad es que yo vivo muy emocionada con mi música y todos los días prendo la grabadora para escuchar los cds. Me gustaba escucharme a mí misma y a los demás. Por ejemplo, cuando yo quiero escucharte, prendo la grabadora, pongo tu música y me la bailo y me la gozo, Martina.

M.C.: Muchas gracias. Tú sabes que una de las grandes bullerengueras que admiro es a ti, Telvo. Contigo hemos compartido tarima y tenemos experiencias similares porque hemos viajado juntas. Yo me identifico contigo porque vivimos casi el mismo mundo y eso hace que nos hermanemos más. Tú cantas bullerengue y yo canto tambora, pero nos une el folclor del Caribe.

E.M.: Claro... recuerdo que una vez me llevaste a tu tierra natal: San Martín de Loba, aquí en Bolívar.

M.C.: Sí. Eso fue para un documental de Telepacífico. Yo te llevé por todo el territorio en el que yo pasé mi niñez. Te mostré por dónde yo corretiaba a las iguanas y las galápagas.

E.M.: Ahí fue cuando yo te puse a pedirle perdón a las iguanas por comerte los huevos de ellas.

M.C.: Tanta iguana que matamos y hoy día no me gustan esos huevos. Yo lo hacía inocentemente y nadie me decía que eso hacía daño. A mí me satisface que nos quedó la gran herencia que es el canto, es de lo poquito que ha sobrevivido a toda esta violencia tan cruel. A pesar de todo lo malo seguimos adelante con el folclor.

E.M.: Y el mismo folclor ha hecho que cantemos juntas en Medellín, Bogotá, Buenaventura, Cali, Cúcuta y Riohacha.

M.C.: Todas esas visitas fueron con el proyecto de Ale Kuma. En ese entonces tú hacías la parte del bullerengue y yo la parte de la tambora. Tuvimos la oportunidad de compartir también con Benigna Solís, una cantaora del Pacífico, y fueron momentos bonitos que nos enriquecieron. Ahí tú, Telvo, eras aclamada con tu tema número uno: Por qué me pegas.

E.M.: En ese proyecto cantamos Carambantúa y La pava. En el disco de Ale Kuma tú tienes La pava en tambora y yo la tengo en bullerengue.

M.C.: Pero eso no fue para Ale Kuma, sino cuando nos tocó mostrar los repertorio para las distintas ciudades. Canta, Telvo, para recordar...

E.M.: Aeee, mi pava cha cuando me saque mi pavito. Yo tenía mi pava aeee.

M.C.: Aeee mi pava cha cuando me saque mi pavito.

E.M.: Yo tenía mi pava cha con huevos de pisicí.


M.C.: Aeee mi pava cha cuando me saque mi pavito.

E.M.: El que no le guste mi pava, que me la saque de aquí, aeee.

M.C.: Aeee mi pava cha cuando me saque mi pavito.

E.M.: Cántalo, Martina Camargo.

M.C.: Yo tenía mi pava cha.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Con tres huevos de morrocoy.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Si la pava no me saca.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Cojo a la pava y me voy, me voy.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Yo tenía mi pava cha con tres huevos de pisicí.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Si la pava no me saca, cojo a la pava y me voy de aquí.

E.M.: Zumba que zumba y zumba la pava.

M.C.: Ayyy zumba que zumba.

E.M.: Zumba la pava.

M.C.: Ayyy zumba que zumba.

 E.M.: Y así cantábamos en varias ciudades.

M.C.: Es que, Telvo, tienes tu estilo y yo tengo mi estilo y eso hace que el folclor sea sabroso.

E.M.: Pero a pesar de los estilos, por la música nos unimos y nos entendemos bastante bien.

M.C.: Totó La Momposina, Petrona Martínez y tú son mujeres que nos han abierto puertas a las generaciones posteriores y han hecho el camino más fácil para los que vamos más atrasito. El canto tradicional no es fácil de divulgar entre la gente, porque no es una música comercial. Ese es el valor de estas señoras que han hecho que nuestra música sea más conocida.

E.M.: Totó fue la primera que abrió el camino, luego siguió Petrona y ahí continúa un grupo bastante grande en el que estoy yo también. A mí me encanta que el mundo conozca nuestra música y considero que somos una sola familia y lo que pasa es que tenemos apellidos diferentes.

Por Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado especial Cartagena

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