El Magazín Cultural
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Los dos dioses coronados

Leandro Díaz e Ivo Díaz son más que maestro y discípulo, son cómplices en la elaboración de composiciones vallenatas. Ivo se ha convertido en los ojos y en los oídos de Leandro, una leyenda que está próxima a cumplir 60 años de vida artística.

Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado Especial Valledupar
19 de julio de 2009 - 09:00 p. m.

La herencia está intacta. Leandro Díaz, el juglar de los versos vallenatos más populares, le transmitió a su hijo Ivo todo su conocimiento y él se ha encargado de inmortalizarlo.

El Espectador hace la última entrega de una serie de especiales dedicados a las leyendas y a las jóvenes figuras del folclor nacional. Un homenaje a la música y un tributo a sus exponentes.

Leandro Díaz (L.D.): La diferencia entre un juglar y un compositor es la popularidad. Los primeros llegaron a adquirir mucho más renombre. Es una cuestión publicitaria y según la audiencia que tengan sus actuaciones y su forma de tratar a la gente los artistas se vuelven juglares.

 Ivo Díaz (I.D.): Pero cuentan que el juglar era el que iba de pueblo en pueblo llevando la música y las historias.

 L.D.: Ese es el más famoso porque es el que tiene la misión de contar y es el que refiere la vida de los pueblos.

I.D.: ¿Y el compositor?

 L.D.: El compositor, en cambio, puede hacer una canción y no sale a cantarla como lo hace el juglar.

 I.D.: El juglar es aquel que se convierte en una especie de periodista que va relatando sus historias por todas las regiones. La gente habla mucho, por ejemplo, de Francisco El Hombre, quien iba de pueblo en pueblo transmitiendo vivencias.

L.D.: Así es… yo creo que en el vallenato se cuenta lo que se vive. Es decir que Valledupar es una historia musical en la que se narra la vida nuestra.

I.D.: ¿Pero esas costumbres se han perdido?

L.D.: Yo creo que no… me parece que lo que pasa es que los mayores han desaparecido y los jóvenes no tienen el mismo estilo de vida.

I.D.: ¿Y qué se puede hacer para rescatar lo de antes?

L.D.: Rescatar es difícil, lo que sí podemos hacer es conservar lo que hay.

I.D.: Claro… aunque siempre el vallenato ha tenido su grandeza… que son historias muy bien contadas con una música muy bonita. Eso hizo que nuestra música se volviera un mito… por ejemplo la pelea de Francisco con el diablo y que lo venció cantando el credo al revés. Todos esos cantos se vuelven de interés nacional. Todo ha cambiado, ya el compositor nuestro no tiene la posibilidad de despertarse con el canto de los pájaros y dormirse despidiendo un hermoso atardecer. Ahora uno se despierta con el ruido de los carros y se mete a internet para darse cuenta del acontecer en la nación.

L.D.: Así es...  por ejemplo yo cuando estaba niño escuchaba discos de Cuba y México y un día se me dio por cantar. En mi tierra no había acordeones, ni guitarra, ni piano y por eso yo cantaba a capela.

I.D.: ¿Y qué cantaba?

L.D.: Yo cantaba pedacitos de rancheras, boleros y tango que había en discos.

I.D.: ¿Cuáles rancheras?

L.D.: Por ejemplo una ranchera que dice: “Hace un año que yo tuve una ilusión/ hace un año que se cumplen este día./ Yo recuerdo que en tus brazos me dormía...”.

I.D.: ¿Y cuál tango le gustaba?

L.D.: Tango yo cantaba: “Desde un céntrico hospital/ donde se hallaba internado/ casi agónico y rodeado de un silencio sepulcral / con su ternura habitual / la que siempre demostró / tal vez con esfuerzo o no / desde su lecho sombrío / un enfermo amigo mío / esta carta me escribió”.

 I.D.: Ese tango se llama La cama vacía. Y... ¿qué otra música escuchaba?

 L.D.: En realidad yo escuchaba rancheras… hasta que logré hacer mis primeros versos y después me di cuenta de que era mejor entregarme de lleno a la composición y así fui creciendo.

 I.D.: Yo debo decir que las canciones nacen solitas. Muchas veces sin uno estar preparado llega la musa. Por fortuna nací en un hogar en el que había cada dos días una parranda. Yo llegaba a la casa y ahí estaba Emiliano, o Morales, o Colacho o Poncho Cote.

L.D.: Sabes que de todas las personas que han cantado mis canciones desde la década del 70 encontré un vocalista magnífico que es Jorge Oñate, aunque yo trabajé con Toño Salas 20 años y él era mi favorito como acordeonero para hacer fiestas. Los demás intérpretes quedaron en un segundo lugar cuando tú creciste.

I.D.: ¿Cambió a Oñate por mí?

L.D.: Él se alejó de mí pero siempre se porta muy bien conmigo. Y de los acordeoneros con los que mejor me sentí fue Colacho Mendoza… él era el máximo de los amigos.

I.D.: Yo creo que en eso estamos de acuerdo. Con Colacho yo compartí escenario durante 14 años y de él aprendí una cantidad de cosas incontables. De él aprendí la formalidad que muchos músicos no teníamos. Él era gente primero y después músico.

 L.D.: Siempre digo yo que me quedo con mi música vieja porque las frases de ahora no son llamativas.

 I.D.: A mí me pasa lo mismo. Yo oigo a todos los nuevos, pero me quedo con el vallenato tradicional. En este momento le estoy haciendo una compilación de temas de Lorenzo Morales y también le voy a hacer a usted una selección con los mejores temas, aprovechando sus 60 años de vida musical.

 L.D.: Son 60 y sigo haciendo versos...

Escalona y Díaz, maestros en el Cesar

Este lunes, en el Gran Concierto Nacional, una iniciativa del Ministerio de Cultura que reunirá a 1.094 municipios de Colombia en torno a la música, habrá un espacio reservado para homenajear a los grandes músicos del país. En las 32 ciudades capitales departamentales se les rendirá un merecido homenaje a los maestros vivos del folclor colombiano, elegidos por votación masiva en toda Colombia.

Sin embargo, en Valledupar serán dos los personajes a los que se les rendirá tributo. Por un lado, se recordará la inmensa influencia del juglar Rafael Escalona, desaparecido recientemente y se hará a través del sonido de un ensamble de acordeones. Por otro lado, este homenaje estará ligado al que se le rendirá a Leandro Díaz, quien resultó seleccionado como el gran maestro por Cesar en este 2009.

Estos dos hombres, convertidos en leyendas han logrado inmortalizar el vallenato y lo consolidaron como el sonido del Caribe por excelencia.

Por Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado Especial Valledupar

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