El Magazín Cultural
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La Avenida Jiménez de arriba abajo

Hasta el 8 de noviembre, 10 artistas intervienen lugares emblemáticos de la ciudad.

Sara Araújo Castro
15 de octubre de 2009 - 10:51 p. m.

“Esos plátanos estarán ahí para la venta”, insiste Teresa Betancur, una vendedora ambulante que mira atenta el primer piso del edificio que aloja el centro comercial San Victorino. “Nooo, eso es una exposición”, responde su compañera Marlene Salazar, mientras entrega unas galletas de su propio carrito. “O sea que se van a perder. ¡Ay, qué pesar!”.

En la esquina de la Avenida Jiménez frente a San Victorino, Delirios Atópicos, instalación del mexicano Héctor Zamora, ha suscitado todo tipo de comentarios, desde gente que quería comprar un racimo o un bulto de plátanos hasta quienes tienen claro que se trata de una obra de la muestra colectiva Lugares comunes, que organiza la Secretaría de Cultura de Bogotá.

Zamora reflexiona sobre la evidente estratificación y la distancia entre lo popular y lo elitista en Bogotá ubicando en dos edificios similares arquitectónicamente (uno en la cuarta con Jiménez y el otro en el mismo Eje Ambiental pero frente a la Plaza de San Victorino) sendas instalaciones de un alimento que se consume masivamente en Colombia.

“Quería hablar de los estratos, y encontré en el Eje Ambiental, a muy pocas cuadras, las grandes distancias sociales que hay. Arriba, en la cuarta, encuentras restaurantes costosos, abajo en San Victorino son todos populares donde un almuerzo no cuesta más de $5.000. Al momento de montar la instalación la gente frente a la plaza estuvo más participativa, querían comprar los plátanos, más espontáneos que los de arriba”, explica Zamora, quien escogió trabajar con plátanos porque le sorprendió el consumo masivo en nuestro país, “es como las tortillas en México”, y la connotación política que han tenido sus cultivos en la historia.

Fruto popular, fruto símbolo

Mientras el artista mexicano encontró en un elemento popular colombiano su relación con la ciudad y la idiosincrasia, otro de los artistas invitados, el italiano Giorgio Bevignani, recuerda con la simbología del rojo Granada (título de su instalación) la muerte de Gaitán. “Quise trabajar en el Palacio de Justicia esta obra, que son piedras de fuego que caen, pero no fue posible, así que escogí la fachada del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, el mejor lugar para hacer un homenaje a este mártir de la causa socialista en Colombia”.  Bevignani relaciona el nombre del proyecto, Lugares comunes, con hechos emblemáticos de la historia y con las ideas de igualdad social por las que murió el caudillo.

Este proyecto, que invitó a 10 artistas colombianos y extranjeros a intervenir los espacios públicos con obras que reflexionan o parten de diversos aspectos sociales y culturales, se realiza este año por primera vez. No obstante, tiene algunos antecedentes en la ciudad, como la obra Auras anónimas, de Beatriz González, en el columbario del Cementerio Central, o la instalación 6 y 7 de noviembre, de Doris Salcedo, en el Palacio de Justicia.

“La idea de sacar la obra artística de su marco (en este caso del museo) es una consecuencia del concepto de deconstrucción de Derrida —cuenta Bevignani—. Así el artista de alguna manera desaparece y la gente de forma masiva se convierte en actor de la obra”, pues precisamente esa es la invitación por estos días: salir a las calles y hacerse partícipe de un proceso artístico. “Hay un riesgo que corre el arte desprotegido de su entorno natural. Puede gustar o no, ese es el reto”, concluye Zamora.

Por Sara Araújo Castro

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