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Un colombiano descifró el enigma de Kafka

Se llama Guillermo Sánchez Trujillo y quien lo exalta es el escritor argentino Tomás Eloy Martínez. Acaba de terminar su cuarto libro sobre el caso y decidió ponerlo a disposición de los lectores y de la crítica.

Nelson Fredy Padilla
05 de diciembre de 2009 - 10:00 p. m.

El crédito principal de esta historia debe ser en primer lugar para un “detective kafkiano” nacido en Medellín, con quien el mundo literario está en deuda, y en segundo lugar para el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, quien me advirtió a comienzos de este año que en su más reciente novela, Purgatorio, citaba a Guillermo Sánchez Trujillo, como un homenaje público al colombiano anónimo que dedicó media vida a armar y desarmar las obras de Franz Kafka hasta juntar las piezas de un rompecabezas convertido ya en una de las más rigurosas y reveladoras investigaciones sobre el histórico escritor checo.

El maestro Tomás Eloy me dejó la tarea de encontrarlo y perfilarlo mientras él le dedicó la página 90 de su novela, donde construye la personalidad de la mujer protagonista, una lectora ávida que le cuenta al autor “los hallazgos de un profesor colombiano, Guillermo Sánchez Trujillo, que durante años había estudiado la influencia de Crimen y castigo sobre El proceso, hasta determinar que El proceso es una fina urdimbre que le permitió a Kafka contar la ruptura de su compromiso con Felice Bauer usando personajes y situaciones que pasan tal cual de un libro a otro”.

Pregunté por Sánchez en círculos literarios y nadie lo conoce o sabe de sus estudios. Quien dio el primer paso para su reconocimiento fue el Ph.D y profesor de literatura en Estados Unidos Gustavo Arango. Tanto Sánchez como Arango son antioqueños y se conocieron en 2006 en una conferencia que el primero dictó en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Las tesis sobre el Kafka obsesionado por el clásico ruso Dostoievski le parecieron a Arango tan novedosas que le pidió a Sánchez un libro y lo compartió en Nueva York con Martínez, pues juntos son profesores en la Universidad de Rutgers.

“El trabajo de tu amigo me parece brillante —le escribió el argentino—. Si fuera europeo, ya habría causado revuelo”. Tomás Eloy prometió hablar con su editor alemán para ponerlo al tanto del hallazgo, al tiempo que le recomendó una editora neoyorquina para una edición en inglés.

Como no se concretó la publicación en Estados Unidos ni en Alemania, Sánchez intentó hacerlo con la ayuda de un amigo de la editorial Siglo XXI de México. La fecha acordada fue noviembre de 2009. No le cumplieron. El Espectador lo localizó y esta semana decidió publicar en exclusiva su investigación en la página de internet de este diario www.elespectador.com. Allí queda desde hoy a disposición de los lectores y de los críticos, porque el interés de Sánchez está lejos de ser económico. Es personal y académico. Propicio en momentos en que Alemania e Israel se disputan ante un tribunal de este último país la posesión de seis cajas fuertes que guardan los manuscritos de Franz Kafka, cinco permanecen en Tel Aviv y una en Zúrich, Suiza.

El ejecutor

El trabajo de Sánchez realmente empezó hace 40 años, cuando a los 17 leyó el relato La muralla china y luego La metamorfosis. Kafka le cambió la manera de leer literatura, lo perturbó hasta tal punto que empezó a investigar de dónde surgían tales historias. Un escritor tan cercano a la ficción colombiana que partió en dos la vida de Gabriel García Márquez, quien admite que sólo cuando leyó al hombre que convirtió a Gregorio Samsa en un escarabajo entendió cómo podía construir el realismo mágico que había bosquejado en el colegio de Zipaquirá a partir de una niña que se transformaba en mariposa. El primer ejercicio kafkiano serio de Gabo fue la publicación del cuento La tercera resignación en el Magazín Dominical de El Espectador.

Ahora, 85 años después de la muerte de Kafka —incomprendido y en la indigencia—, el físico, profesor de matemáticas y lector empedernido Guillermo Sánchez terminó de atar cabos para asegurar que el checo vivió su vida personal y literaria en función de Crimen y castigo de Fedor Dostoievski. Las pruebas están en El enigma de los manuscritos. Desciframiento de El proceso de Franz Kafka, integrado por 33 capítulos y 281 páginas. Empieza con una cita del intelectual francés George Steiner, quien en la Introducción a la edición de El proceso de 1995 (Schocken Books) sentenció que sobre la novela que lanzó a la fama a Kafka en 1945 no se puede decir ya nada nuevo.

A nivel mundial se han publicado no menos de 25 mil libros sobre el checo, como La historia secreta de El proceso (1947), de Alexandre Vialatte, o El otro proceso de Kafka, de Elías Canetti. Incluso, el Nobel de Literatura J.M. Coetzee le dedicó una obra. Tal vez les faltó ir más allá de las costuras del formalismo literario, a pesar de que el propio Kafka dejó pistas en sus manuscritos: admitió como grandes influencias a sus “hermanos de sangre” Flaubert, Dostoievski, Kleist, Grillparzer, Dickens.

El profesor Guillermo Sánchez viajó a Bogotá y se internó en la biblioteca Luis Ángel Arango, donde empezó a dilucidar el engranaje de la máquina literaria kafkiana. El dato disparador fue la famosa carta de 1903 en la que Kafka le escribe a su amigo Oskar Pollack y termina con la frase: “un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que llevamos dentro”. En ese momento “el detective paisa” recordó a Raskolnikov, el asesino protagonista de Crimen y castigo, y pronto comprobó que ese nicho de la obra no había sido estudiado a fondo.

De regreso a Medellín se aisló en una casa arrendada en el alto de Santa Helena y empezó a releer la novela de Dostoievski al tiempo que lo hacía con El proceso. Encontró coincidencias asombrosas que lo dejaron “en estado de paranoia crítica”. Descripción de una lucha, uno de los primeros escritos de Kafka; Preparativos de boda en el campo, su siguiente obra, y La condena, así como La metamorfosis, se inspiraban en Crimen y castigo. Kafka se la había pasado reescribiendo a Dostoievski.

Primer interrogatorio

¿Cómo era posible que tratándose de dos autores tan universales, ningún experto hubiese hallado estas coincidencias?

La respuesta está en la modesta casa de Guillermo Sánchez en una céntrica loma de Medellín, dentro de decenas de cajas de cartón y en carteleras que empapelaron durante diez años las paredes sobre las que comparó las dos obras renglón por renglón. Al comienzo lo hizo de manera aleatoria, luego en forma cronológica, y cuando se dio cuenta de que la obra de Kafka se centra en la segunda parte de Crimen y castigo, decidió valerse de métodos matemáticos y estadísticos a partir de los cuales elaboró una serie de gráficos que demuestran la metodología de Kafka para construir sus obras apoyado en los hombros de Dostoievski. Elaboró hasta la representación tridimensional del “genoma dostokafkiano”. Quienes lo conocen le dan plena credibilidad a este profesor, el único que dicta conferencias sobre Lévi Strauss, el gran pensador francés recién fallecido, desentrañando su lado matemático.

¿Kafka un ladrón de ideas? No. Según Sánchez, no plagió sino que encarnó la literatura de Dostoievski a través de las vivencias personales del checo para luego reescribirlas como enigma. Lo que Nietzsche llamó “transvaloración”, lo que el profesor Sánchez llama “metaliteratura”, “palimpsesto”, “una técnica literaria superior”.

A primera lectura, El proceso y Crimen y castigo son, en apariencia, dos novelas muy distintas: en El proceso todo es un enigma en torno a Josef K., de principio a fin, en cambio, en Crimen y castigo no hay ningún misterio, todo se sabe desde el principio: quién es el asesino (Raskolnikov), las razones que tuvo para cometer el crimen, a cuyo ensayo asistimos primero, y a su ejecución después. En realidad, se trata de dos novelas siamesas cuyo tema es la culpa y su relación con la ley. Kafka construye una nueva obra sobre las bases de su maestro ruso, se redime él mismo y concibe una metáfora premonitoria del mundo absurdo del totalitarismo nazi.

Lucha con el subdirector

El trabajo de una década permaneció guardado cuatro años más hasta que Sánchez empezó a descubrir el otro misterio de la obra de Kafka. ¿Cuál es el verdadero orden de los capítulos de El proceso, un problema que había sido declarado insoluble? “Los interrogantes se me aparecían hasta en sueños y no me quedaba otra opción que resolverlos antes de que se convirtieran en peligrosa obsesión”.


Una vez tuvo la certeza de que “absolutamente todos los capítulos de El proceso salen de Crimen y castigo”, empezó a compartirlo con investigadores de Kafka como Roland Reuss y les demostró por qué el escritor había dejado los capítulos en sobres distintos, en apariencia inconexos, pero que si se estudian a partir de Crimen y castigo, evidencian un orden verificable. “No lo especulo, sino lo demuestro”.

Con Reuss se comunicaba en inglés. Al comienzo el alemán se mostró impresionado y dijo que iba a escribir un artículo. Luego se negó a reconocer los hallazgos del paisa y le dijo que su trabajo no valía nada porque se basaba en traducciones, que cuando dominara el alemán y el ruso volvían a hablar. “Yo, desconcertado, le dije que el ruso nada tenía que ver en este asunto, que él sabía que Kafka había leído a Dostoievski en alemán, y que si bien era deseable tener la edición de Crimen y castigo que Kafka había utilizado para escribir El proceso, no era en absoluto necesario, pues cualquier edición en cualquier idioma servía para establecer la correspondencia entre las historias de las dos novelas”.

“Le riposté diciéndole que en lugar de molestarse conmigo, debía agradecerme e incluso felicitarme por haber resuelto un problema con la ayuda de traducciones, que los germanistas no pudieron resolver con los originales”. Para darle una lección, dedicó dos años a hacer su propia traducción al español del original alemán de El proceso, que desde hoy publicará en su página de internet www.kafkaparatodos.com. El colombiano acudió a Harold Bloom, uno de los críticos literarios más reconocidos del planeta. No respondió. Guillermo Sánchez parece Galileo cuando sus contradictores se negaban a aceptar que Júpiter tenía lunas. “Creo que mis libros desprestigian a los kafkólogos y no les interesa que se conozcan”.

Fin

Decidió entonces desentenderse de los eruditos y divulgar su trabajo por fuera del círculo de los kafkólogos. La academia colombiana, al menos la de Medellín, sí le ha prestado atención. El primer ensayo de Sánchez sobre Kafka-Dostoievski fue publicado en 1987 en la revista de sociología de la Universidad Autónoma Latinoamericana, donde hoy trabaja. Allí le creen como le cree Tomás Eloy Martínez, y le han publicado dos de sus cuatro libros —Crimen y castigo de Franz Kafka. Anatomía de El proceso (2002) y Franz Kafka. El proceso, edición crítica (2005)— porque su método, las evidencias a partir de las que construye el análisis y su narrativa detectivesca son contundentes. Luego, La Carreta Literaria le editó El crimen de Kafka, caso cerrado (2006) y ahora hace pública su investigación final en El Espectador. Invita a los lectores a retomar estas novelas clásicas.

“Fue bonito establecer cómo Kafka dejó huellas para descubrir su método de escritura, su magistral arquitectura literaria, y ver que hizo de su vida un experimento mediante el cual utilizó personas de la vida real para representar escenas de Crimen y castigo que luego se transformaron en escenas de sus obras siguiendo un guión con fidelidad increíble”. El mejor ejemplo es Preparativos de boda de campo. Kafka fue al campo, buscó una novia mayor, la convenció de que iba a casarse con ella e hizo coincidir las fechas de compromiso y rompimiento con las del libro de su maestro ruso. Sánchez concluye: “una historia de amor y odio que Kafka escogió como guión de la película de su vida para exorcizar sus demonios y satisfacer sus deseos”.

¿Por qué el enigma lo resuelve un colombiano y no gurús como el alemán Reuss? Sánchez explica: “Porque trabajé veinte años, apoyado en mi ignorancia, en mi deseo de entender al autor que marcó mi vida, y no en teorías absolutistas”.

Da gracias a Kafka por despertarle su espíritu detectivesco en el texto La construcción, donde habla de los supuestos vacíos de su entramado narrativo: “constituye una audacia llamar la atención con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno de ser investigado… A unos mil pasos de este agujero se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso, tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente, alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría al aire y quien tuviera ganas —nótese, sin embargo, que se requerirían dotes no demasiado frecuentes— podría penetrar y destruirlo todo para siempre”.

Todo indica que el paisa Guillermo Sánchez Trujillo descifró la literatura encriptada de Kafka. Él sólo parece atribuirse el mérito del niño del cuento de Andersen, que dice lo que nadie quiere admitir: “¡El emperador está desnudo!”.

Ejemplos del “genoma dostokafkiano”

1. Cuando Josef K. llega al tribunal y se enfrenta al juez de instrucción, éste sólo le pregunta si es pintor de brocha gorda. ¿Pintor de brocha gorda? ¿Cómo así? ¿Qué hace un pintor de brocha gorda en El proceso?, se preguntó la crítica durante muchos años. Preguntémonos, ¿qué hace un pintor de brocha gorda en Crimen y castigo?, y de inmediato desaparece el enigma. Sí, se trata de Nicolás, el pintor de brocha gorda arrestado por el crimen de Raskolnikov.

2. En La condena Georg Bendemann anuncia su matrimonio en una carta a su amigo de San Petersburgo (léase Raskolnikov), y lo invita a que se reencuentren con tal motivo, luego de tres años de separación. Bendemann es amigo de Raskolnikov, personaje de ficción y protagonista de Crimen y castigo.

3. La madre de Josef K. está construida con base en la madre de Raskolnikov. La madre de Raskolnikov es la madre de Josef K.

4. La ciudad sobre la que orbita El proceso no es Praga sino San Petersburgo.

Puja internacional por los manuscritos

Dos ancianas israelíes, Ruth y Eva Hoffe, esperan que de aquí a enero la justicia israelí les permita a ellas y no a Alemania recuperar el archivo de Kafka. Esther Hoffe, quien falleció en 2007 a los 102 años, fue secretaria e íntima amiga de Max Brod, el agente literario que recopiló los manuscritos del escritor checo y los trasladó a Israel en su escapada de los nazis. Hoffe heredó su archivo, que fue vendiendo por entregas, pero la mayor parte está en cajas fuertes de un banco. El peregrinar del tesoro comienza con la muerte del enfermizo autor, el 3 de junio de 1924. Kafka ordenó a su gran amigo Brod: “Querido Max. Mi última petición: todo lo que dejo debe ser quemado sin ser leído...”. Brod desobedeció. De haberle cumplido el deseo, nadie habría leído El castillo o América, cuyos originales Brod donó a la Universidad de Oxford. Hoffe vendió El proceso al Archivo de Literatura Alemana de Marbach, que pagó US$1,98 millones y reclama derechos sobre los demás manuscritos.

Vea la obra AQUÍ

Por Nelson Fredy Padilla

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